Mujeres que escriben cartas: Camila Henríquez Ureña

Nov 12 • Reflexiones • 1985 Views • No hay comentarios en Mujeres que escriben cartas: Camila Henríquez Ureña

 

En su ensayo La carta como forma de expresión literaria femenina (UNAM, 2022), la escritora dominicana Camila Henríquez Ureña estudió cuatro casos de mujeres que explotaron su potencial de escritura en la correspondencia

 

POR ILIANA OLMEDO 
Bien es sabido que la obra de un escritor continúa después de su vida y que su legado permanece no sólo en sus asiduos, sino también en los lectores del futuro. Así la labor que el importante narrador Álvaro Uribe (1953-2022) dejó para gozo y conocimiento de los nuevos lectores en la colección Pequeños Grandes ensayos, que con maestría coordinó para la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM y cuyo lema es “leer puede cambiar tu vida”. Y ciertamente la transforma, como modifica el panorama cultural al seleccionar títulos que, ya sea por la marginalidad de sus autores o porque llevan años sin reeditarse, son poco accesibles a los grandes públicos.

 

Fundada en 2003 por Hernán Lara Zavala, esta colección honra su título al presentar auténticos tesoros de la literatura. Como ejemplo acaba de aparecer La carta como forma de expresión literaria femenina (UNAM, 2022), de Camila Henríquez Ureña. Este ensayo histórico, como señala en su ilustrativo prólogo la editora Freja Cervantes, fue dictado el 20 de julio de 1950 en el Lyceum Club Femenino de la Habana. Esta asociación, creada únicamente para mujeres, surgió con el objetivo de formar y educar mujeres, es decir, que Henríquez lo escribió con la explícita finalidad de que sirviera para ilustrarlas. Estas charlas se publicaron un año después.

 

 

Cuando escuchamos los apellidos Henríquez Ureña acaso pensamos en Pedro, el conocido crítico literario, pero también debemos recordar a su hermana menor, Camila, cuya obra es menos conocida, pero no menos valiosa. De hecho, de esta familia salieron varios escritores y pensadores. Camila Henríquez Ureña nació en Santo Domingo (República Dominicana) el 9 de abril de 1894. Al morir su madre, la conocida profesora y poeta, fundadora del Instituto de señoritas, Salomé Ureña, se trasladó a Cuba. Ahí se doctoró en pedagogía con una tesis sobre el reputado pedagogo puertorriqueño Eugenio de Hostos. Él había publicado un trabajo titulado La educación científica de las mujeres, precisamente acerca de la necesidad urgente de instruir a este grupo. Este trabajo se sumaba a la discusión, vigente en ese momento, sobre si se debía permitir o negar a las mujeres el derecho a las aulas.

 

Camila Henríquez se desempeñó más tarde como profesora e investigadora en Estados Unidos y en Cuba. A lo largo de su vida publicó múltiples ensayos sobre literatura, como Los cantares de gesta, en 1971, y acerca de cuestiones políticas, como Feminismo y otros temas de la mujer en sociedad, de 1939, o La mujer y la cultura, de 1919. Con estos libros, Camila Henríquez Ureña se reveló como una de las más importantes feministas de América Latina y del Caribe.

 

A través de este breve pero sustancial ensayo, la escritora y académica muestra las particularidades del género epistolar y la afinidad que las mujeres han tenido hacia él. Aborda el análisis de cuatro autoras que utilizan este formato como ejemplo de la riqueza de la escritura de cartas y, al mismo tiempo, desmenuza las particularidades de uno de los géneros literarios más socorridos y quizá menos valorados. Dentro de las llamadas literaturas del yo, la epístola juega un papel central, porque, como bien nos explica Camila Henríquez Ureña, nos permite “hurgar la intimidad del espíritu”. También es sin duda una forma de conversación, “un monólogo que aspira a ser un diálogo”, puesto que es una reflexión en voz alta, un pensamiento que busca un destinatario. Este género tiene tantas posibilidades que existen, asegura también Henríquez, “cartas en las novelas y novelas en forma de cartas”.

 

De acuerdo con Henríquez, la carta es “una de las formas más directas de expresión escrita”, porque se escribe para dar una respuesta íntima, despreocupada y personal. Además de que se piensa y redacta para no ser publicada. No obstante, algunas de estas epístolas llegan a la imprenta, casi siempre muchos años después de haberse firmado o en contra de los deseos de la persona que las escribió. Las cartas constituyen una fuente inmejorable para comprender en cabalidad la obra de un autor o autora, ya que dentro de ellas se revelan sus preocupaciones y se muestra su verdadera personalidad.

 

Las cartas fueron uno de los vehículos favoritos de la expresión femenina, puesto que al ser escritas para no ser publicadas, la autora no tenía que ocultarse en el pseudónimo, reprimirse o limitarse, al contrario, en ellas siempre hay espacio para la dilación, la intimidad o la confesión.

 

Después de presentarnos estas grandes y poderosas cualidades del género epistolar, Henríquez Ureña se adentra en la evaluación y estudio de casos particulares. El primero es la correspondencia de Santa Teresa de Jesús. A través de su disección, Henríquez trazó el perfil preciso de las preocupaciones espirituales y materiales de la monja y planteó las siguientes preguntas acerca de Teresa de Ávila: ¿por qué se proponía fundar los conventos? ¿Cómo entendía la educación de la mujer? ¿Cuáles eran sus preocupaciones profundas respecto a las mujeres y, en particular, respecto a las monjas?

 

Santa Teresa de Jesús, por Alonso del Arco. Especial 

 

El convento era un espacio de protección para las mujeres, pues “las mujeres discretas solían encontrar libertades relativas en las limitaciones de la vida monástica”. Además de que fuera del claustro contaban con pocas opciones de desarrollo: el matrimonio o la calle.

 

Henríquez también discurrió acerca de otra monja, cuyas cartas de amor mundano desnudaban una relación tormentosa y desigual. Mariana Alcoforado, la famosa autora de las cartas portuguesas, escribió estas misivas a su enamorado, el marqués de Chamilly, y en ellas atestiguamos la que Henríquez definió como “la pasión más grande del mundo”. Estas cartas se publicaron por primera vez en francés y posteriormente fueron traducidas, de ahí que a su alrededor hayan surgido varias controversias acerca de su autoría.

 

Mariana Alcoforado, por Graig Museu Regional de Beja.

La tercera escritora estudiada es otra monja, pero el tema difiere a las de sus compañeras anteriores. Las cartas de Sor Juana Inés de la Cruz revelan una pasión por el conocimiento. Sor Juana era una escritora natural de epístolas, y era en ellas, como demostró Henríquez Ureña, donde se puede percibir con mayor claridad su verdadero e íntimo talante. Una de ellas es la carta atenagórica y la segunda es la respuesta al obispo Manuel Fernández. Conocida como Respuesta a Sor Filotea, una auténtica defensa del derecho de las mujeres a aprender, escribir y pensar.

 

Sor Juana destacó desde su temprana infancia y si bien ingresó al convento lo hizo para escapar de la corte y del matrimonio, para así encontrar un espacio donde realizar sus tareas y dedicarse al estudio. De ahí que Henríquez refirmara las ventajas de la vida monacal: “No era excepcional que una religiosa se dedicara a las letras”. Puesto que: “el apartamiento y la disciplina de la vida religiosa favorecían la tendencia al estudio y la producción literaria en lugar de contrariarla”.

 

Sor Juana Inés de la Cruz, por Miguel Cabrera. Especial.

 

De muchas maneras, Camila Henríquez se identificaba con las mujeres de las que hablaba, ya que estas autoras expresaban las preocupaciones que ella también compartía: la necesidad de saber, las dificultades por ser mujer, los obstáculos para realizar estudios.

 

El último apartado del libro se centra en la figura de Madame de Sevigné. Henríquez incluyó a la conocida marquesa y autora francesa para que su libro no pareciera estar únicamente concentrado en la epístola femenina como producto de la vida conventual. A pesar de que incluso Madame de Sevigné, de pequeña, al quedar huérfana, estuvo a punto de ser internada en un convento. Pero la suerte y la intervención de sus familiares le evitaron ese destino. Así, creció, se casó y quedó viuda con dos hijos, Carlos y Francisca Margarita. Es a esta hija a quien dedica la mayoría de sus cartas o bien, si no las dirige a Francisca, las ofrenda a hablar sobre ella. Por eso Camila Henríquez no duda en calificarlas como muestra de la pasión maternal. Estas epístolas, por tanto, están cargadas de cotidianidad, de consejos y de reflexiones acerca de los principales temas que nos desvelan: la muerte, el amor, la familia.

 

Madame de Sevigné, atribuido a  Claude Lefebvre. Paris, Musée Carnavalet.

 

A través del certero estudio de las cartas que cuatro autoras escribieron sin la intención de ser publicadas, pero con el propósito de mostrarse a sí mismas como personas y escritoras, Camila Henríquez Ureña demostró la facultad femenina para las letras y afirmó una vez más la existencia de una tradición de escritoras que siempre ha estado a la espera de sus lectores.

 

FOTO: La escritora Camila Henríquez Ureña (1894-1973)/ Especial

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