Mujeres y género: historias distintas

Mar 7 • destacamos, principales, Reflexiones • 2307 Views • No hay comentarios en Mujeres y género: historias distintas

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POR ALFREDO ÁVILA

En los últimos años, ha habido una vindicación del papel de las mujeres en el mundo. En México, cada vez se publican más biografías de mujeres destacadas. La vieja rotonda de los “hombres ilustres” se modernizó y se convirtió en la de las “personas ilustres”. Hay reconocimientos institucionales que llevan nombres de políticas, escritoras, artistas famosas. El Banco de México proyecta una nueva familia de billetes con imágenes femeninas, más allá de las tradicionales de Sor Juana y de Frida Kahlo. Recientemente se propuso incluir monumentos a “heroínas” de la patria en el Paseo de la Reforma, escenario de numerosas manifestaciones a favor de la equidad y en contra de la violencia de género.

 

Con estas medidas, se busca promover una memoria más incluyente, que reconozca el papel de las mujeres en la construcción de la sociedad actual; pero se reproduce una visión tradicional (y patriarcal) de la historia.

 

Durante mucho tiempo, los historiadores (sí, prácticamente todos varones) investigaban y escribían libros con el relato de los hechos de los “grandes hombres”. Desde Herodoto hasta las monumentales obras de historia nacionales escritas en el siglo XIX, los protagonistas eran hombres, mayoritariamente blancos y heterosexuales, siempre poderosos. De esta forma se establecía una relación que no se discutía: la auténtica historia era necesariamente historia política, hecha por señores.

 

Las mujeres “historiables” eran aquellas que habían realizado hazañas como las que hacían los hombres, como Jeanne d’Arc, o reinas como Isabel de Castilla o Elizabeth de Inglaterra. Algo así como hacer un “Paseo de las Heroínas”.

 

El estudio biográfico de personajes femeninos mantuvo el mismo criterio de relatar la historia de los “grandes hombres”, con la misma metodología y los prejuicios de siempre. Así, en la novela biográfica que hizo Artemio del Valle Arizpe sobre María Ignacia “La Güera” Rodríguez en 1950, destacaba el valor de la protagonista como promotora de la independencia, pero sin olvidar que lo hizo a partir de sus encantos femeninos. Este caso resulta ejemplar, pues recientemente Silvia Arrom ha mostrado que doña Ignacia no tuvo el papel que se le atribuyó para la consumación de la independencia en 1821. En realidad, su vida es una ventana para estudiar la vida cotidiana de las mujeres y cómo negociaban sus demandas en los espacios doméstico y público.

 

Incluso la renovación de los estudios históricos en el siglo XX, que abrió la puerta al estudio de la economía, de las clases subalternas, de la cultura y las mentalidades, tendía a mantener el protagonismo masculino. Los trabajadores, los rebeldes, los locos, los niños. Rara vez las mujeres comerciantes en los mercadillos, las costureras, las trabajadoras.

 

Gabriela Cano y Georgette José señalaron en su libro Cuatro estudios de género en el México urbano del siglo XIX que la historia de las mujeres no es necesariamente historia de género y que, por el contrario, casi toda la producción que se hizo en México antes del siglo XXI no lo era. Esto se está corrigiendo en el medio académico. Por desgracia, son muy pocos los estudios que trascienden al reducido círculo de especialistas.

 

Desde Estados Unidos, Mary Kay Vaughan, Susie Porter, Deborah Kanter, Steve Stern, la mencionada Silvia Arrom y la pionera Asunción Lavrin se han acercado al papel de las mujeres en la época colonial, la Revolución, en el trabajo urbano, en la violencia doméstica, en las luchas por la defensa de la tierra y los recursos naturales. Sus estudios no siempre están dedicados a las “famosas” o a quienes participaron en procesos revolucionarios, pero muestran cómo las haciendas o la industria textil no hubieran progresado sin las trabajadoras en las fábricas o las que permanecían en su casa cultivando hortalizas, con las que complementaban la alimentación familiar ante los bajos sueldos que sus esposos ganaban como jornaleros en las grandes propiedades.

 

En México, desde mediados del siglo XX Josefina Muriel empezó a trabajar tanto a las mujeres que ingresaban a los conventos para seguir la vida enclaustradas, como a las prostitutas de la época colonial. De igual modo, Pilar Gonzalbo realizó estudios sobre historia de la vida cotidiana, en la que las mujeres jugaban (como ahora) un papel más central que el que se les reconocía en los estudios de historia política.

 

La perspectiva de género, propiamente dicha, llegó un poco más tarde. Los trabajos sobre la administración de justicia hechos por Elisa Speckman han resaltado cómo la ley y los jueces trataban a las delincuentes y criminales, en el tránsito del siglo XIX al XX. Fabiola Bailón hizo un impactante estudio sobre lenocinio y prostitución en México desde la independencia hasta el presente.

 

Martha Santillán ha puesto atención a la participación política de las mujeres a mediados del siglo XX y es pionera también en estudios sobre la criminalidad, la violencia y su relación con el género. Para ese mismo periodo, las aportaciones de Gabriela Pulido sobre la vida nocturna de la ciudad de México dan cuenta de la explotación, la diversión, la moral y la actividad política de cabareteras, pecadoras y muchas otras mujeres.

 

Mención aparte merece Gabriela Cano, una de las más destacadas historiadoras de género y de las mujeres, cuyos aportes van de las construcciones culturales en torno a las “actividades propias del bello sexo” a biografías de feministas.

 

En muchos de estos trabajos podemos ver a mujeres a las que se les negaron sus derechos agrarios en los tribunales, a otras que fueron asesinadas por sus parejas, a las que fueron explotadas laboral y sexualmente. Sin embargo, también ofrecen un aspecto destacable: las relaciones entre hombres y mujeres no están dadas ni por naturaleza ni por cultura, son construcciones históricas que han ido cambiando con el paso del tiempo.

 

Por fortuna, cada vez hay más estudios sobre cómo las mujeres negociaban sus demandas entre sí, frente a los hombres, la sociedad y el Estado; sobre las mujeres que nunca tendrán una estatua en el Paseo de la Reforma porque no fueron “heroínas” sino simplemente mujeres en un orden patriarcal.

 

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