Novedades discográficas: Alisa Weilerstein, Lou Harrison y Nadine Sierra
/
Estas producciones van del rescate de dos conciertos para violonchelo y el redescubrimiento de un autor poco conocido como Lou Harrison hasta una selección de arias con acento multicultural
/
POR IVÁN MARTÍNEZ
Alisa Weilerstein: Haydn
Me repetiré: las grabaciones deben preservar o proponer. Un nuevo disco con repertorio tradicional, sobre todo aquel súper establecido, justifica su existencia porque presenta una visión fresca, una lectura nueva aun ecuánime o porque sostiene una ejecución fuera de serie que se asienta como nueva referencia. El nuevo disco de la violonchelista Alisa Weilerstein tocando los dos conciertos para violonchelo de Haydn, quizá las obras concertantes para ese instrumento más grabadas, reúne todas esas cualidades y algunas otras al lado de las casi noventa opciones disponibles en el mercado.
Transfigured Night (Pentatone, 2018) es, de entrada, una locura de programación: los dos conciertos, H 7b no. 1 en Do Mayor y H 7b no. 2 en Re, en los que es acompañada por los Trondheim Soloists sin una batuta al frente, están emparentados con la versión para orquesta de cuerdas de la Noche transfigurada, op. 4, de Arnold Schoenberg, esa joya juvenil compleja y romántica, en una versión intensa que sorpresivamente, y por transparente, provee un balance bellísimo entre los dos estilos del programa.
La interpretación de Weilerstein es robusta, autoritativa, pero aun ligera en la mejor expresión del estilo galante. Algunos tempi, sobre todo los respectivos terceros movimientos pueden estar un tanto demasiado rápidos, pero son ejecutados tan claros y precisos en su articulación (tanto la de la solista como de los tutti), y con un impulso rítmico que los dota de una energía emocionante que llega a avizorar un dramatismo beethoveniano de exuberancia juvenil fascinante.
Harrison: Concierto para violín y percusiones
Otro disco tan ecuánime como ése, propositivo incluso medio siglo después de la escritura del repertorio que presenta, novedoso en tanto no existen en número suficientes grabaciones disponibles como aquellas de los Haydn, y que me ha mantenido deslumbrado por semanas, es el del percusionista Dough Smith y la violinista Donna Fairbanks, acompañados por el ensamble de percusiones de la Utah Valley University (alumnos de Smith), titulado sencillamente Harrison: Works for percussion, violin & piano (Albany, 2018).
Emparentado artísticamente con John Cage (de quien aquí se toca su Doble music para ensamble de percusiones), a Lou Harrison se le conoce injustamente poco. Casi podría asegurar que en México, por ejemplo, nunca se ha tocado su Concierto para violín y percusiones (guiño atento a Shari Mason y Tambuco), la obra central de este programa que presenta también sus Canticle no. 3, para ensamble de percusiones, y el Varied trio para violín, percusiones y piano (aquí tocado por Hilary Demske).
Para quien tenga un poco idea de la personalidad de este compositor, la de su biografía y la de su biografía como autor, puede representar un personaje raro, un weirdo total, pero las tres obras aquí presentadas son ejemplo de su mente más desarrollada y razonable. De su uso experimental de las percusiones conjugado con una escritura para el violín muy tradicional, a veces incluso demasiado lírica. El resultado, vigoroso y amplio en la percusión y muy dirigido y lleno de colores en el violín, es alucinante y atrayente igual para quienes lo conocen ampliamente como para quienes, apenas con éstas sus obras más clásicas formalmente hablando, están por conocerlo.
Nadine Sierra: There’s a place for us
Tan importante es para un músico dejar testimonio tangible de su arte, como elegir qué –y por qué- se deja en ese testamento. Para un cantante, la escena significa prestar su arte a alguien más: un personaje, una historia, una dirección; la ópera es vestir a otro, el recital en cambio les permite presentarse con sinceridad con lo que son, lo que cargan, lo que han vivido, lo que nos ofrecen como artistas; son ellos por ellos mismos quienes nos cuentan la historia y quienes deciden cómo hacerlo.
La soprano Nadine Sierra ha elegido para su disco debut una selección de arias y canciones con acento folklórico, multicultural y esperanzador. Y para el título, una frase de una de las arias elegidas que idealiza el sentido inclusivo de su programa, del mensaje que quiere dar con su voz: There’s a place for us (Deutsche Grammophon, 2018) es una búsqueda que nos une, como la del explorador que viaja del Amazonas de Villa-lobos y regresa al West Side neoyorquino de Bernstein haciendo paradas antes en la Argentina de Golijov vía la poeta gallega Rosalia de Castro o viajando al pasado vernáculo de Stephen Foster.
Acompañada por Robert Spano al frente de la Royal Philharmonic Orchestra, me enamoré del proyecto desde que se lanzaron en primicia dos arias de Bernstein que canta con soltura y riqueza técnica, pero una vez escuchado todo el disco, me quedo con la ternura de la nueva canción de Ricky Ian Gordon sobre el poema de Emily Dickinson, Will there really be a morning? Es ejemplo no solo de la escritura contemporánea de canciones “de arte” sino de la profundidad simple y bondadosa a la que puede llegar el arte de Sierra.
FOTO: Portadas de There’s a place for us, de Nadine Sierra, y Transfigured Night, de Alisa Weilerstein. / Especial
« Luis Goytisolo, el escritor que echa chispas Xavier Legrand y la infamia compartida »