Música: Elogio y vituperio del 2017
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Del rock erudito de LCD Soundsystem a la mediocridad de Miley Cyrus y la autocomplacencia de Eminem, presentamos este recuento de lo mejor y lo peor de 2017, año que a la par de las noticias falsas también se caracterizó por su Fake music
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POR JOSÉ HOMERO
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Elogio
1. American Dream de LCD Soundsystem
El regreso tras la fraudulenta disolución de LCD es un ensayo en un sentido literario: revisión de estilos, influencias, héroes, el propio legado y la preocupación muy de mediana edad del lugar dentro de la vida y la sociedad. Es decir: un disco onírico, desde subgéneros, el ethereal pop, hasta temáticos y metafóricos: el sueño americano vuelto pesadilla. Más orientado al rock que nunca y a la seriedad, esta reflexión no esconde la herencia punk disco ni art rock. Al contrario, abundan las referencias a Suicide, Gang of Four, Joy Division, New Order, Talking Heads y a quienes gusten agregar, presididos por el fantasma de David Bowie.
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2. A deeper understanding de The War on Drugs
La banda de Filadelfia ejemplifica la unidad de los contrarios. Desde sus fundamentos musicales: americana –nombre genérico para la música estadounidense de raíces: del folk al blues urbano, del country al blues– con electrónica pop; de ribetes melancólicos y acústicos con percusiones motorik y armonías pegajosas. Acaso por ello el cancionero de Adam Granduciel oscila entre el duelo y la melancolía y el optimismo y la alegría de vivir; sabiduría casi estoica destilada en versos con parejas semánticas claves para entender la complejidad del grupo: en “The strangest thing” se nos dice por ejemplo: “la belleza y la pena”, mientras que en “Holding” se enuncia la disyuntiva temática: corazón o esperanza.
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3. Masseduction de St. Vincent
Moralista no designa al censor sino a quien reflexiona sobre las costumbres de su época; muchas veces a partir de sí mismo. Clark ha llamado a sus discos “arquetipos” de época. Corregiría: son ejemplos, ilustraciones de una pasión. Y Masseduction, cuyo título expresa claramente su esfera –la seducción de las masas: el poder, la publicidad, el erotismo plástico, la frivolidad–, explora la alta sociedad donde poder y placer se revuelcan. Con sus miradas a la hipermodernidad, al fracaso de las relaciones, a la dependencia de los individuos de las sustancias tóxicas, amor incluido, Clark, quien también se refiere a sus canciones como cuentos aleccionantes, nos entrega en el espejo negro de la refracción musical, el vértigo de nuestra época desalmada y desanimada.
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4. Utopia de Björk
Complemento de Vulnicura, el décimo álbum de Björk propone una utopía fundada en el amor pero también en la reconciliación con la naturaleza, en contraste con la desolación y duelo del anterior. Con su dualismo mítico, los temas sobre la naturaleza, la sociedad, el amor, la muerte, la familia, continúan pero con una atmósfera que en apariencia elige los tonos bucólicos, los climas etéreos, la armonía de los instrumentos. Nada más equívoco pues incluso en obras en apariencia tan directas y discretas como lo es ésta, la creatividad de Bjork, que cada vez más abarca otros aspectos además de los musicales, se despliega de manera innovadora.
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5. A kind revolution de Paul Weller
A despecho de cuantas obras maestras componga, Paul Weller sigue siendo una deidad ignorada. Padrino del mod, sacerdote del brit pop, reintérprete de toda la variedad de ritmos de raíces estadounidenses, americana sí pero también funk, soul y ryhtm and blues, entrega una obra redonda y unitaria sostenida en la revisión y mitologización del sonido estadounidense transformado desde la sensibilidad británica y un gran talento para la canción. Memorables son “Woo Sé Mama”, energético rock funk emparentado con T Rex, y la contagiosa “One tear”, un himno bailable que recuerda a Style Council. Weller es, entre los inmortales, el único que mantiene el brío, la elegancia y la sapiencia musical. Baluarte.
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Vituperio
1. Memories… Do not open de The Chaismokers
Situados dentro de las coordenadas del rythm and blues, el soul electrónico, el hip hop y el pop sin cortapisas, estos disc jockeys devenidos en músicos son el gran fiasco del año. Ni ritmo ni melodía ni inteligencia creativa; música de fácil escucha con arreglos que harían palidecer a la orquesta de Ray Conniff y un derroche de energía propio de un agonizante.
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2. Evolve de Imagine Dragons
Este grupo que en principio parecía decidido a destacar en la nueva escena lleva ya dos discos cavando su tumba. Pop meloso y monótono, que estandariza su sonido como power pop con ribetes hiphoperos. Ni rock de estadio ni melodiosidad hipster. Música intrascendente para adultos del tercer milenio con gustos empalagosos.
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3. He’s Got the Whole This Land Is Your Land in His Hands de Joan of Arc
La arrogancia cortejada por la complacencia es una de las peores combinaciones en el arte. Máxime cuando se pretende afincarse en la orilla experimental del art rock. La banda de Chicago empeñada en identificar abstrusidad y bromas privadas con genialidad ofrece un álbum soporífero, plagado de humorismo involuntario, ruiditos y letras que harían palidecer al estudiante de arte más fanfarrón. Ni en el Fonca les darían una beca.
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4. Younger now de Miley Cyrus
La primer canción, que denomina al disco, reflexiona sobre el cambio y la transformación: “Nadie permanece igual”, sentencia intentando conjurar las críticas por el viraje estilístico. No lo consigue. Criatura que nació atrofiada, el quinto álbum de la más cambiante y auténtica de las princesas del pop es country para amas de casa de suburbios, sin la angustia profunda del género ni el climático rythm and blues de las etapas anteriores de Cyrus. Mediocre.
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5. Revival de Eminem
A despecho de su instantáneo ascenso a la cúspide de las ventas, a su elaborado y calculado diseño de producción, su recurrencia a las estrellas más brillantes del firmamento pop, el noveno disco de Eminem es fruto de la autocomplacencia y la egolatría, cuya mayor virtud es copiar los mejores momentos de su legado; y su pecado, la ineptitud para redondear canciones más allá del esputo verbal. Más que un renacimiento es un retroceso.
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Coda: lo feo
No sólo fue el año de las noticias falsas, también de la fake music. Para aumentar sus ganancias, Spotify solicita música sobre pedido a “negros” musicales, con lo que evita el pago de regalías. Esta nueva música para elevador es la que llena tus listas favoritas de canciones de fácil escucha etiquetadas bajo términos utilitarios como “música para dormir”, “música para relajarse”, “música para concentrarse” y otras inducciones. Esta acusación de acuerdo a Music Business Worldwide ha mostrado el lado oscuro de la poderosa fuente de streaming.
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FOTO: Algunas de las producciones más importantes del año fueron de LCD Sounsystem, Björk, y Paul Weller. /Especial/
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