Nielsen II: las sinfonías

May 16 • Miradas, Música • 2646 Views • No hay comentarios en Nielsen II: las sinfonías

POR IVÁN MARTÍNEZ

 

 

Decía en la primer entrega de esta serie, dedicada al 150 aniversario del compositor danés Carl Nielsen (1865-1031), que su sinfonismo tuvo un origen íntimo y personal, preocupado más por la naturaleza humana, de alcance universal, que por un sentido nacionalista –como sucede con algunos de sus pares con los que comparte el calificativo de “compositor nacional”; lo mencioné como un compositor que buscaba más la sustancia y que en cierto modo le temía a la superficialidad, y, para ejemplificarlo, utilicé sus tres conciertos, las piezas más claras de su pensamiento musical. Pero algo de ambición virtuosa tienen los conciertos, está en su condición, por lo que si éstos, con la “ligereza” y “fidelidad” que supone al lucimiento de un solista, son la muestra luminosa, resplandeciente, de la solidez de su pensamiento, la trascendencia profunda de su ideal se encuentra en la forma más honesta de su escritura, en la sinfonía. En sus seis sinfonías.

 

De cierto modo románticas, muy expresivas, vívidas e intensas, tan colmadas de rusticidad y texturas. Todas escritas con un lenguaje tan personal y perceptible, incluso en sus momentos más álgidos de búsquedas disonantes; de la Quinta, paradigmática tanto en su música como en la Historia de la música, se llegó a decir que estaba muy por delante de las disonancias a la Schoenberg, lo que Nielsen –puede decirse en este término- renegaba. Y algo que solo sucede con creadores de pensamiento firme pero con convicción reformadora, consciente de la nueva búsqueda que se emprende en cada obra nueva: las seis son tan distintas y tienen personalidades propias muy definidas y a la vez forman un todo muy uniforme, como pasa con integrales como el ciclo de Beethoven, el de Brahms o el de Mahler, pero no con el de Tchaikovsky, no con el de Rachmaninov, y quizá tampoco con el de Vaughan-Williams.

 

Hábil comunicador también con el idioma no musical, Nielsen dejó en diarios, testimonios para entrevistas a la prensa y artículos, suficiente material para entenderlo y entenderlas.

 

De la Tercera, “Expansiva” (1910-1911), para un programa de mano escribió: “no se trata de un homenaje efusivo a la vida, sino de una felicidad expansiva acerca de la capacidad de participar en la obra de la vida”.

 

De diferentes maneras, la vida y su significado fue tema recurrente. En un ensayo sobre la Cuarta, “Inextinguible” (1914-1916), explicaba: “La música es vida. Tan pronto como una nota comienza a sonar en el aire, es resultado de la vida y el movimiento; por ello la música (y la danza) son las expresiones más inmediatas de la voluntad de vida. (…) La sinfonía evoca las fuentes primarias de vida y la sensación de vivirla. (…) No se trata de una pieza programática, aunque lo parezca, sino más bien el intento de representar capas emocionales del significado de vivir.” Entre ambas, había transitado por un lapso de depresión que lo mantuvo sin escribir.

 

Personalmente, he mantenido a la Quinta en una especie de altar junto a otras piezas tan crípticas e indescriptibles para las que habría que traer a Leonard Bernstein, no para explicarlas, sino para repetirnos que “la música puede nombrar lo innombrable y comunicar lo desconocido”. Pero hay una indicación en la protagónica partichela de tarola que dice mucho: “Contra todos, como si quisiera acabar con todo”.

 

Hay que escucharlas todas. Y si se me permite la recomendación de un ejercicio auditivo, de manera continua con breves intermedios entre ellas.

 

Existe una grabación icónica, con Herbert Blomstedt al frente de la Orquesta Sinfónica de San Francisco (Decca, 1999). Tiene varias e importantes cualidades, además de las propias de la orquesta y de la grabación: sobre todo la claridad de las texturas y los colores y la brillante exposición de los contrapuntos en todos y cada uno de los pasajes, sea la irrupción de toda una sección o el comentario breve e inesperado de un instrumento. Cada plano está dibujado con suficiente claridad. Es una versión de franqueza, pero también demasiado particular y muchas veces contradictoria con las descripciones que tenemos a la mano del propio compositor: por momentos es demasiado veloz (aunque no tanto como la de, por ejemplo, Colin Davis de la Cuarta) y en otros, no pocos, sobrado de romanticismo.

 

Con esas características, por ahora prefiero quedarme con la nueva versión, llena de frescura, de Alan Gilbert al frente de la Orquesta Filarmónica de Nueva York (DaCapo, 2014, 2015), que se ha venido lanzando por partes en los últimos meses como un proyecto integral de esta orquesta dedicado al compositor danés, del que todavía se espera el volumen dedicado a los conciertos. Las cualidades de audio –con su personalidad orquestal propia- son básicamente las mismas, pero hay algo en ésta que, sin estar en el extremo gris que pueden resultar las interpretaciones de Gilbert al acercarse a algunos compositores románticos, brindan más elocuencia y claridad sobre el significado que puede tener cada frase o motivo musical. Suficiente viveza y excitación en tempi precisos sin necesidad de arranques caprichosos.

 

*FOTOGRAFÍA: La versión de los conciertos de Carl Nielsen por parte de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, dirigida por Alan Gilbert, brinda más elocuencia y significado a la obra del compositor danés /  Especial

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