“No inventes nada, sólo mira bien”: entrevista con Gabriel Rodríguez Liceaga
El autor de La sombra de los planetas da por sentado las limitaciones en tanto hombre al construir a su personaje mujeril que se impone sobre la ciudad, pero reconoce que es tiempo, como escritores varones, de hacer un esfuerzo por entenderlas
POR DONOVAN KREMER
La ciudad es por naturaleza una multiplicidad, dijo un griego, y desde entonces los contornos que la definen son a su vez voces diversas que recorren este territorio plagado de identidades que no acaban de contenerlo. Es desde la literatura que se busca, en un ejercicio constante, dotar a éste de un sentido de pertenencia, sea por tradición o por plural autenticidad.
Se trata, pues, de recorridos literarios por la ciudad, un ente vivo y latente, trayectos mayormente realizados por figuras masculinas, desde sus perspectivas: son hombres los personajes de ficción quienes a menudo caminan las calles y las traducen. Para Gabriel Rodríguez Liceaga (Ciudad de México, 1980), el ritmo capitalino es un tema de interés, lo mismo el idioma que lo envuelve, el slang, y la sangre moviéndose en ella; sin embargo, considera, son pocas las voces femeninas quienes exploran la ciudad y la hacen suya.
A partir de esa observación nace Damiana, protagonista de la reciente novela La sombra de los planetas (Random House, 2023), obra que retrata las relaciones emocionales de generaciones más jóvenes, conformada por dos viajes contados a manera de soliloquios: uno es físico y vivencial por medio de la mujer, atormentada por un fantasma; el otro, introspectivo y escritural a través de su pareja, Santiago, monólogos que se van entreverando ante los ojos del lector, quien deshilará la premisa y conclusión de su amor: la imposibilidad, espejo de la infecundidad.
¿Es su personaje femenino el entendimiento del sexo opuesto? El también autor de La felicidad de los perros del terremoto (2020) hace hincapié en que la construcción de Damiana tácitamente está fallada por sus limitaciones en tanto hombre; sin embargo, asegura, el intento por asimilar las causas y contextos de las mujeres debe darse. Es su regla de oro: no inventes nada, mejor mira bien. “Mi trabajo en la voz de Damiana sólo fue observar y tratar desde mis imposibilidades de traducirla en narrativa”.
La charla con Gabriel inicia en el café Gabi’s, donde desde hace 11 años se sienta junto a un ventanal para leer, y concluye en su departamento internado a unos metros de la Diana Cazadora, esa a quien imagina disparando por vez primera su flecha furtiva.
¿Por qué recorrer la ciudad mediante un personaje femenino?
Quise demostrar que toda mujer que camina por la Ciudad de México es una mujer marchando, una nueva forma de descubrir la Ciudad, hacerla suya ideológica y vivencialmente. Y al mismo tiempo este viaje hacia el pasado. Entonces estas dos odiseas se van entreverando en diferentes capítulos y el hilo conductor es un fantasma. Quise que este viaje fuera un personaje femenino el que lo recorra porque es importantísimo que los personajes femeninos comiencen a recorrer las ciudades. Hay poca literatura de mujeres caminando las calles y ese fue una de mis misiones.
¿Y no es paradojal la violencia que viven las mujeres con tu novela que busca ilustrar el empoderamiento en las calles?
Claro, pero es porque se enfrenta a una ciudad hostil, una ciudad que la agrede, que no la considera, no la deja cruzar las calles. Mi intención fue narrar, desde mis limitaciones, mi comprensión como escritor, qué representa que una mujer camine por las calles y haga suya la ciudad, que fue otro de mis objetivos. Narrar a una mujer cuya ciudad son sus recuerdos, son sus avances en ella. Además, me empeñé mucho en que la ciudad narrada no fuera el Centro, Paseo de la Reforma, la Roma, ella transita por la Anáhuac, la Pensil, está en Popotla, luego se va a Chimalistac, no está en la Ciudad de México de la que comúnmente se escribe.
Me da la impresión de que, en la mayor parte de tu literatura, la derrota es un fenómeno que nutre a los personajes. ¿Consideras que sucede así en este libro?
Sí, decididamente. Una de las funciones de la literatura es poner una precisa candileja de luz en todo lo que está mal en el corazón humano, y lo que está mal en el corazón humano lleva implícita la derrota frente a la vida misma. En ese sentido, quizá me tomo demasiado en serio aquello de que cada quién sea ruso a su manera, porque mis personajes tienden a la desmesura; si bien tienen vidas gozosas, desbarajustadas, desmadrosas, siempre acaban enfrentados al abismo. La novela tiene un planteamiento de la búsqueda del amor, la conclusión de la novela, y con esto no espoilereo cosa alguna, es que el amor es imposible. No hay forma de que dos seres humanos alineen estímulos, anhelos y búsquedas propias por más de un determinado tiempo. Y esto lleva su buen cúmulo de derrotas.
¿Es una novela sobre la imposibilidad del amor o sobre la imposibilidad de ser padres?
Interesante, porque no son lo mismo. Son ambas, porque la esterilidad de Damiana es igualita a la esterilidad de Santiago en el sentido de que por una razón u otra, dolorosa o azarosa decisión, ninguno de los dos ha hecho una familia. Toda la novela pareciera que son muy distintos, y el hecho de que al final los dos dijeran lo mismo concreta su dolor y te das cuenta que para ambos es igual de doloroso no haberse reproducido, pero al mismo tiempo esa carencia los desune amorosamente; tampoco vengo aquí con un discurso de “venimos a reproducirnos al planeta”, pero el milagro de la vida tiene sus pros, me imagino… Pensemos que somos seres que aunamos a dos personas separadas: mi padre y mi madre todo el tiempo están en mí, soy la unión de ellos dos, se unieron quince minutos y ahora existo 42 años, ese es el milagro de la vida, actúa como tal, entonces estos dos personajes jamás van a acceder a ello.
La sociedad está compuesta por gente nacida no deseada, es contradictorio…
Todos somos contradictorios. Trabajamos y nos conducimos con las contradicciones, es este chiste: quiero ser recordado por mis contradicciones, no por mis certezas. Tenemos una vida que se opone en sí misma, en su hechura; en el día a día hacemos tantas cosas que carecen de sentido que traté de llevarlo a lo literario. La novela son dos soliloquios constantes, íntimos y que sólo el lector va conociendo, sólo el lector es quien los sigue, porque Santiago jamás sabe lo que Damiana piensa y viceversa, es una especie de lector omnisciente, porque tú sí sabes por qué no pueden seguir juntos, pero ellos no lo saben, ellos lo determinan conforme va desarrollándose la trama y así funcionan las relaciones humanas. El único momento donde llegan a una conclusión son las últimas dos líneas, donde piensan exactamente lo mismo, y dónde responden la pregunta inicial planteada en la novela: ¿por qué no fuimos abortados? No importa, somos no deseados. Nuestra especie está bastante magullada, formamos parte de una especia milenaria que es necia y está mal planteada desde su principio y hasta el final. En la novela anterior hago hincapié en que es un error nacer de padre y de madre, deberíamos nacer de hombre y de mujer, en el sentido de que todos deberíamos ser hijos de todos, debería de tener la sangre de mi padre y de mi madre y de las personas a quienes ellos amaron y los crearon; seríamos una especie más íntegra si dejáramos de considerar estas estructuras familiares que no funcionan.
Hay una reflexión que hace Damiana sobre el aborto, un planteamiento ontológico, en vez de cuestionarse por qué y para qué existimos, ella plantea “por qué no fuimos abortados”. ¿Esta cuestión cómo cambia nuestra perspectiva de la vida?
A mí me cambió la vida este libro… (Gabriel se levanta y se dirige hacia uno de sus libreros y regresa con el ensayo El sexo y el espanto de Pascal Quignard, en la editorial Minúscula). Es un librazo. (Lo abre en la Advertencia y coloca el dedo en el primer renglón). Esta primera línea básicamente construyó toda mi carrera literaria. Aquí me di cuenta de que sí soy escritor; dice: “Llevamos en nosotros el desconcierto de haber sido concebidos”. Me encanta, leí eso y a partir de entonces he construido toda una serie de libros donde quiero hablar (sobre este tema)… justo lo dijiste, lo que importa no es tanto existir sino las circunstancias contemporáneas que implican estar aquí, o sea, no haber sido abortados. Le suplico a la gente que no quiere ser papá, que aborten, que las mujeres decidan sobre su cuerpo, claro que sí. Creo completamente que tenemos que tomar ya riendas en el asunto, ya basta de estar reproduciéndonos a lo pendejo.
Ahora, en la novela circundan las problemáticas sociales que aquejan a las mujeres, hablamos de abusos sexuales, violaciones, desapariciones, el feminismo. Sobre esto último, me llama la atención que afuera, en la realidad, el hombre está convocado a escuchar y a reflexionar, ¿pero no es sino por medio de la ficción que se puede intervenir como lo haces a través de una voz femenina?
No sé, no podría decirlo así. De lo que me doy cuenta es que hay montón de problemas que los hombres no estamos volteando a ver y los acabas de mencionar, que ellas caminen en la calle no tiene nada que ver contigo y conmigo; ver los nombres de mujeres asesinadas por varones rodeando las plazas públicas no tiene nada que ver con la forma en como tú y yo concebimos la vida, el mundo es más hostil para las mujeres. Las mujeres reciben la hostilidad de un mundo distinto a nosotros, entonces no creo haber entendido qué siente una mujer, la voz femenina que intenté está tácitamente fallada, pero sí estoy seguro de que hay situaciones en nuestro contexto que los escritores varones, los artistas, debemos hacer un esfuerzo desde la responsabilidad de entenderlo. Es lo que intenté hacer. Es más bien mi regla de oro (está escrita a manera de nota pegada en la trabe destacada de su departamento): “No inventes nada, mejor mira bien”. Mi trabajo en la voz de Damiana sólo fue observar y tratar desde mis imposibilidades de traducirla en narrativa.
Pero el simple hecho de hacerlo, como hombre, te da una apertura, te hace ser sensible…
Y veo que hay mucha frustración por parte los escritores hombres por cómo se nos volteó la tortilla, por el tema de equidad, porque ahora no nos están dando los mismos espacios, porque no nos están buscando, entonces hay de dos: nos frustramos o entendemos. Repito, escribir a una mujer, no, no lo logré, pero eso es la literatura.
Y hay escritoras con el mismo ejercicio de traducir al hombre, hay quienes abordan el machismo…
En equilibro es importantísimo, que nosotros tratemos de entenderlas y viceversa en una traducción literaria: en un ejercicio constante de traducir el mundo en literatura. En México estamos en un proceso de crecimiento veloz, pero si tú revisas a Carson Mcculler, a Flannery O’Connor, a Toni Morrison, te das cuenta de que las mujeres ya entendieron el corazón de hombre ¡por completo! En México estamos tratando de llegar ahí desde nuestra Cultura y desde nuestros esfuerzos, y desde nuestro entorno editorial; las mujeres llevan años narrando a hombres más vivos que uno.
El año pasado escribiste un artículo, Apología de Tierra Adentro. En él señalaste, sino deficiencias, sí desproporciones en la distribución de libros, una serie de cuestionamientos al programa.
Y acaban de deshacer la dirección general de publicaciones. Es muy raro lo que está haciendo esta administración con los sellos editoriales, con los estímulos, antes había becas para revistas; entiendo que la Cultura no es prioridad en el país. No debería meterme en problemas otra vez, pero hagámoslo. El problema es que están destruyendo lo que se construyó con las manos. El Fondo de Cultura Económica protegía la literatura mexicana, daba la sensación de que había una lista de espera de los que llegaban ahí, entonces si tú trabajabas todavía en la palabra escrita, sabías que el Fondo te iba a proteger una vez muerto. Esta administración hizo una serie de desbarajustes. Las mismas tiendas del Fondo parecen bodegas. En ese texto decía que el Fondo Editorial Tierra Adentro funcionaba, porque a los menores de 32 años, autores jóvenes que necesitan plataformas para darse a conocer, los publicaban. Mi texto no fue muy agradecido por los directores de Tierra Adentro y me contestaron, hubo una réplica…
Del director del programa…
Sí, me contestó de una forma, para empezar, con unas cifras bastante maquilladas, y dos, estoy hablando para que apoyemos a los chavos, no quiero que me publiques, no hay forma de que vuelve a tener 23 años y me publique Tierra Adentro, lo que quiero es que a los nuevos escritores los publique el gobierno, y los mande a presentar a Ciudad Obregón y a Morelia. A mí me pasó, en una administración anterior, y ese año aprendí muchísimo, aprendí a comportarme como escritor y eso les falta a las nuevas generaciones: hombres y mujeres necesitan ser escritores en Ciudad Obregón con su librito de cuentos, necesitan ser escritores con su poemario en Tamaulipas. Mi único reclamo es: regresemos a esos estímulos porque nuestros jóvenes lo requieren; si no vamos a ponerle atención a los jóvenes, ¿para qué seguimos vivos?
México no es uno de los países donde más se lea, pero justamente esto nos invita a reflexionar a dónde vamos a llegar…
Claro. Es que también ahí hay una cosa interesantísima, porque se dice que los mexicanos no leemos, que se lee únicamente tres libros al año ahora, pero todo el tiempo hay gente leyendo. Más bien pienso que sí tenemos ganas de leer, pero no sabemos qué, y no tenemos acceso a qué. Una persona que de pronto siente el llamado de la lectura y se mete a una librería, se encuentra con un montón de difuntos que aterran. ¿Qué es esto? Entonces acude a la mesa de novedades, que muchas veces responde más a necesidades de la mercadotecnia que a encender la llama de las literaturas. Y ese debería ser el papel, me quiero imaginar, de la Secretaría de Cultura, uno de muchos.
Lo platicábamos, entiendo que el autor no puede desatender de la realidad objetiva. En este momento ya existe una aplicación, el Chat GPT, si le pides que te escriba un cuento con tantos caracteres, lo hace. ¿Cuál es el papel del escritor frente a este avance tecnológico?
Estamos en una coyuntura histórica, en la que están apareciendo estas aplicaciones de inteligencia artificial (IA) que ya pueden generar, visualmente y a nivel redacción, cosas inimaginables. Yo vi una a la que le decían escribe como Lemebel y escribió un párrafo como Lemebel. Pero, ahora sí como decía mi maestro, “pobre de aquel borracho sin talento”, que ante la inteligencia se asuste la gente sin talento, porque no hay forma de que una IA tenga el nervio humano, el ojo, que alcance los niveles de un Tolstoi, de un Antonio Morrison. De entrada, la competencia es desigual y pierde la IA porque la historia de la literatura tiene monumentos indestructibles. A menos de que la IA fuera un Terminator y destruya la palabra escrita, hasta ahora no debemos preocuparnos. No hay de qué asustarse, es una herramienta más, y es una herramienta más que va a estar en función de vendernos yogurts y partidos políticos, no literatura. Seamos francos, ¿a quién le interesaría configurar una saga de hechiceros con la IA?, pues a los que venden productos, no a los que venden literatura. Está bien entenderla, asumirla, pero debemos saber que no va sino a darnos nuevas formas de narrar. TikTok es interesante porque ya hace el Aleph en rebanadas, ¿no? Sí, bueno, Borges en el Aleph vio el oscuro laberinto de su sangre y a todas las hormigas del mundo, pero si somos francos, tú y yo en el Aleph vemos mujeres bailando, buchonas en sus camionetas, chef haciendo pescado, es eso. Son estructuras narrativas que tenemos que domar.
A modo de apéndice, Gabriel agrega:
Casi siempre te preguntan cuáles son tus influencias, y es muy curioso porque ahora no me lo han preguntado y esta novela sí tiene ya algo nuevo. El encierro pandémico tuvo muchos pros y volví a regresar al anime, a las caricaturas japonesas, a las narrativas de oyente, y me dio cuenta de que mis influencias importantísimas ya no son Dostoievski o el cine de Haneke, sino el anime, hay párrafos enteros que tienen aspecto de opening de anime. Recuerdas que estás viendo la caricatura y te ponen un mapa y ves cómo Goku va para acá y Piccolo está acá, esta idea la reproduje en los cuadros de Damiana. Ella dice: voy a repartir este, este y este por esta y esta razón, esa es una narrativa de Los Caballeros del Zodiaco, es anime puro, entonces me inspiré muchísimo en eso, y caigo en cuenta de que todavía hay mucho prejuicio respecto a las caricaturas japonesas: los que somos otakus somos vírgenes según los memes, cuando la verdad ahí está el futuro de la narrativa; en la medida en que comprendamos la maravilla que están creando nuestros amigos japoneses, vamos a escribir mejor.
¿Los japoneses están abriendo el camino a una nueva forma de hacer literatura?
Lo decíamos. ¿Qué ocurre con Atack on Titan? ¿Tú me puedes explicar qué pasa? Pasamos de desnudos devorando seres humanos a gente departiendo alrededor del fuego. ¿Qué pedo? Gente que se odia, que se odió, que se trata como demonio, dialogando frente al fuego mientras atrás hay una estampida de gigantes acabando con la especie, ¡güey, váyanse a la verga! ¿Te acuerdas lo que pasó en la muralla? En la muralla le dice: oye, güey, ven, nosotros somos el titán colosal y el acorazado, esa escena, a ella me remito para decir que es narrativa nueva. Nos tuvieron en tensión capítulo tras capítulo y la resolución es así: oye, qué crees, güey… Me gusta el meme del titán gigante asomado por la muralla, y dice: “Se acuerdan cuando pensábamos que él era el malo”. Y ahora Eren es una mojarra que va andando con su ejército, ¿qué pasó? Fue muy frenético, nos voltearon el calcetín de una forma que es narrativa y literatura pura, todo terreno, bellísima. Por ahí va.
¿Una especie de novela gráfica?
Es probable, porque ya no son storyboard ni cómics. Tú lees a Alan Moore y observas que con ilustraciones y diálogo se pueden hacer otras narrativas. Incluso me choca que le dieron el Nobel a Bob Dylan, se lo merece, pero en vez de seguirse por ahí y dar el Premio Nobel de Literatura a un diseñador de videojuegos, o al creador de Adventure Time, al de One Piece, se regresaron a escritores europeos. Habían hecho una apertura increíble y la narrativa también está en un videojuego, en una novela gráfica. Alan Moore merece el Nobel de Literatura nada más que por From Hell. Hay que empezar a abrirnos a esto, darnos cuenta de que, si seguimos creyendo que la literatura son libros, estamos rezagándonos.
FOTO: Gabriel Rodríguez Liceaga en el Café Gabi’s. El escritor fue ganador del Certamen de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2017 en novela. Crédito de foto: Fernanda Rojas /EL UNIVERSAL
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