Noah Baumbach y la mentira documental

Nov 14 • Miradas, Pantallas • 3226 Views • No hay comentarios en Noah Baumbach y la mentira documental

POR JORGE AYALA BLANCO

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En Mientras somos jóvenes (While We’re Young, EU, 2014), insidioso filme 7 del hijo de cinecríticos respetados (Jonathan Baumbach y Georgia Brown) vuelto autor total brooklyniano de 45 años Noah Baumbach (ya de culto mundial, aunque aquí apenas conocido por Historias de familia 05 y su cambio de orientación sexual a los 75, pero no por la obra maestra Frances Ha 12), el otrora promisorio cuadragenario realizador de cine directo vuelto mediocre profesorcito universitario de cine documental y vil perseguidor del éxito profesional Josh (Ben Stiller vuelto a su vez burla de una burla de sí mismo) vive envidiando a sus colegas con bebés, como su íntimo amigo Fletcher (Adam Horovitz), pues sin saberlo se encuentra rutinaria e infelizmente casado con la sensible exchava traumatizada por sus intentos de embarazarse Cornelia (una apagada Naomi Watts de repente explosiva), a quien desposó para estar en vano cerca de su suegro, el famosísimo documentalista setentón revolucionario en su época ya sólo existiendo para recibir homenajes Leslie Breitbart (Charles Grodin impávidamente ecuánime), pero un buen día el desdichado Josh sufrirá la lúcida revelación terrible de su infame condición cuando sea abordado al término de una fallida clase particularmente atropellada, por el irresistible seductor veinteañero y aspirante a innovador del cine documental Jamie (Adam Driver) que se dice su admirador y se muestra brillante, sin prejuicios, liberal y felizmente casado con la linda hiperconformista preparadora de helados Darby (Amanda Seyfried), formando una hábil pareja perfecta y al día que primero va a conquistar la amistad de la pareja mayor y luego logrará explotarla, para acometer la realización de un documental mentiroso, contrario a la postura difícil aunque tenazmente sostenida por el estoico Josh en declive.

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La mentira documental consigue agenciarse con base en el beato redescubrimiento de los desprejuiciados goces sencillos, inefable e inofensivamente transgresores, de caminar por las vías férreas, de los paseos en bici, de las clases de hip-hop y de vomitar literalmente los demonios interiores gracias a los curados de un chamán peruano durante una encerrona de fin de semana, si bien todo ello se revelará como una farsa para convertir a Josh en indispensable instrumento eficaz para realizar un estropicio irónicamente exitoso, allí donde el engaño conduce a una explotación material, moral y relacional, pues el joven arribista Jamie logrará incluso ser introducido con el influyente suegro, quien de buena gana aceptará proteger creativamente al inescrupuloso cineasta en ciernes, tal como antes lo había hecho con ese Josh ahora en crisis y vuelto desechable, tanto en su esencia ilusoria como en sus sueños reales.

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La mentira documental despliega con frenesí entre secreto y cómplice sus recursos nominativos, elípticos e hipermodernos, para que esta displicente comedia dramática, aliada a un estudio de costumbres debidamente aggiornado, siempre se enfoque desde la perspectiva de esa tristona pareja de cuarentones dispuestos a dejarse gozosamente manipular, cual si quisieran purgar sus culpas individuales y las culpas colectivas por su conservadurismo apoltronado y su envejecimiento prematuro, y con ello, ahora sí, poder ponerse bajo la advocación de una juvenilia desesperada, que antes se habría llamado neofilia, mediante un largo epígrafe invocativo de Ibsen que inscribe bajo su tutela significativa la anécdota por fortuna premelodramática (“Entraba tranquila y calladamente”), una cauda de enfoques sociológicos muy críticos a lo W. Wright Mills que no logran desprenderse de un lastre de nostalgia (de hecho Josh está atorado a la mitad de cierto documental acerca de un pensador radical de izquierda, tras haber realizado otro presuntamente intitulado La élite del poder sobre la industria militar), una agitada verba alexcox-tarantinesca llena de sabrosas alusiones a la cultura de masas o a la cultura alternativa en doble clave satírica light, y devastadoras embestidas del neosnobismo neoyorquino hípster.

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La mentira documental hurga de manera lúdica y cruel a la vez en la naturaleza misma del cine documental, pues tras invocar a la Santísima Trinidad del cine directo antihollywoodesco yanqui (Frank Kramer/A & D Maysles/Pennebaker), se vuelca sobre las audacias y astucias, pero también las argucias y artimañas, conducentes a la Eficacia y al Éxito de un documental ultramanipulado en torno a cierto veterano suicida de la guerra de Afganistán que denuncia la realidad vivencial y los masacradores entretelones de ese conflicto bélico fraudulenta y dolosamente manejado de cara a la sociedad (un filme-reportaje realizado, según el alevoso chupasangre espiritual Jamie, a partir de un antiguo condiscípulo hallado al azar en Facebook y alentado a despepitar su experiencia con presunta libertad total), llegando a la escéptica pero valerosa conclusión, al cabo de este filme-alegato ensayístico, que ése y cualquier otro montaje documental, trabajado en apariencia sobre o contra la realidad real y objetiva, no es más que un documental sobre el yo del cineasta, lo cual paradójicamente recupera a otro nivel la ruptura con el cine de no-ficción efectuada por Chris Marker con sus cartas cinematográficas de Carta de Siberia 58 a las maravillas subjetivizadas de Sin sol 82.

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Y la mentira documental culmina como la más amarga y pérfida lección de vida, con nuestra pareja añosa tu semejante anónima, tu hermana en silencio sembrada en la banqueta y replegada a la existencia hogareña pero con bebé, mientras el nuevo triunfador se prodiga mediáticamente en artículos laudatorios de revistas ilustradas, para demostrar la importancia de ser un joven cabalmente deshonesto (“No es el demonio, sólo es un joven”) y en tanto el nene adoptado en Haití, ya sucedáneo de todo ideal y radicalismo, ya jugando con su iPhone absoluto, crece para reclamar su participación en el horror generacional.

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FOTO: Mientras somos jóvenes, del director estadounidense Noah Baumbach, se proyecta en el circuito comercial de la Ciudad de México/Especial.

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