Noreste, el claroscuro de la violencia
POR JUAN HERNÁNDEZ
Noreste debería ser una obra impactante para el espíritu y la conciencia, pero no lo es. La eficacia de la puesta en escena es nula. El tema, el patetismo de una guerra en la que todos pierden y se degradan, se sostiene por sí mismo, sin embargo la propuesta escénica de Ignacio Flores de la Lama no trasciende el nivel de la nota roja.
La obra de Torsten Buchsteiner en la versión de Flores de la Lama es una larga exposición retórica sobre un hecho concreto: “El miércoles 23 de octubre de 2002, 42 chechenos toman por asalto el Teatro de Dubrovka en Moscú. Interrumpen la función de la comedia Noreste y toman 850 rehenes. Su demanda: la inmediata retirada de todas las tropas rusas de Chechenia. La toma de rehenes duró 57 horas y cobró la vida de 170 personas”.
El montaje despliega la historia a través de tres mujeres víctimas de la violencia y de una guerra cuya naturaleza es -como la de todas las guerras- la falta de razón. Pero la apuesta teatral no profundiza en las motivaciones de la aberración que lleva a los seres humanos a la denigración de su especie y a la autodestrucción.
La baja intensidad dramática en la interpretación y relación en escena de las actrices Claudia Ríos, Aurora Gil y Paula Watson, que son acompañadas por el acordeonista Alberto Rosas, impiden un involucramiento en las historias trascendentales de los personajes.
Se esfuma la posibilidad de entrar en la intimidad de las mujeres, víctimas de la guerra, quienes enfrentan el dilema sobre el límite entre el bien y el mal. La mujer chechena toma las armas y se une a la resistencia para vengar la muerte de su esposo a manos de los rusos, y lo asume con la certeza de que hará justicia. La ama de casa, después de vivir el secuestro en el teatro por los chechenos y tras perder en el acto a su esposo, piensa que si toda su familia hubiera sido asesinada por los enemigos, ella también tomaría las armas para destruirlos.
Noreste, de Buchsteiner, muestra a una humanidad extraviada; es la serpiente que se pica la cola a sí misma y se devora. La guerra, el odio interracial, la intolerancia, nos dice el autor, no tiene sentido y lo único que provoca es destrucción.
La obviedad del discurso sobre la guerra opaca los dramas personales, en los que la puesta en escena debió incidir con mucho más rigor, para darle forma al horror, a la terrible fragilidad e indefensión de la vida humana frente a una violencia producida por un poder ignominioso.
Los espectadores contemporáneos están acostumbrados al espectáculo de la guerra aquí y allá. Quizá por eso el despliegue de un video con escenas de un hecho violento pierde toda su fuerza y sentido en la propuesta escénica. La teatralidad sucumbe frente a un recurso que, utilizado de esta forma, se asemeja a los despliegues mediáticos que han convertido al horror en entretenimiento.
Algunos chispazos de dramatismo que no llega a concretarse, momentos de humor involuntario y otros de uno muy voluntario de poca efectividad escénica, convierten a Noreste en una obra que no desvela misterio alguno sobre el alma humana.
La apuesta del director Ignacio Flores de la Lama está por completo en la fuerza del suceso violento que cuenta la obra de Buschsteiner. El texto se despliega con generosidad, los actores se ciñen a él, y la teatralidad ausente pierde la gran oportunidad de poner el dedo sobre la llaga respecto a uno de los problemas más dolorosos de la humanidad.
El planteamiento de la obra es contundente, la guerra como un sinsentido de la historia. La violencia como un mecanismo que atrapa a quien la ejerce en un círculo del que no habrá de salir nunca, a veces como agresor, otras como agredido. El desarrollo a través de la puesta en escena, sin embargo, desdeña la posibilidad de ir más profundo y de conmocionar al espíritu al enfrentarlo sin tapujos con el rostro del horror de la guerra que arrasa con la dignidad humana.
Noreste, de Torsten Buchsteiner, dirigida por Ignacio Flores de la Lama, con Claudia Ríos, Aurora Gil, Paula Watson y Alberto Rosas, se presenta en el Teatro El Granero, Xavier Rojas, del Centro Cultural del Bosque (Reforma y Campo Marte s/n), jueves y viernes 20 horas, sábados 19 horas y domingos 18 horas, hasta el 29 de septiembre.
*Fotografía: Cortesía INBA
« Trocar, un inteligente disco sobre Bach Leonora Carrington: fantasía zoológica »