OFUNAM: 80 años

Mar 26 • Miradas, Música • 2711 Views • No hay comentarios en OFUNAM: 80 años

POR IVÁN MARTÍNEZ

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La Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM), emblema del proyecto cultural de la Universidad Nacional, llega este año a los 80 de vida. Lo hace sin una batuta titular; dirección artística que, se ha anunciado, no se llenará este año. Para la conmemoración del aniversario se anunciaron tres programas especiales centrados, cada uno, en una nueva pieza mexicana comisionada por la orquesta, y la presencia de solistas excepcionales. El primero ocurrió el fin de semana pasado, con el violinista Vadim Repin como solista y con Bojan Sudjic como director huésped, y el estreno de Ríos y vertientes de Samuel Zyman, en un programa configurado –salvo la pieza concertante– por obras ligadas a la tradición y el espíritu universitarios.

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Sudjic empuñó la batuta para abrir el concierto con la Obertura académica festiva, op. 80, de Brahms, ese popurrí de temas populares estudiantiles de los universitarios alemanes que compuso para la Universidad de Breslau y que pronto se convirtió en himno serio de la academia. Su lectura no emocionó. Desde la anacrusa fueron evidenciadas algunas debilidades de este director, las más importantes: un miedo tremendo a los pianissimi y una falta importante de cuidado en los detalles, que llegó a un punto de obviedad en la repetición del motivo principal del primer tema entre el primer oboe, la primera flauta y el primer clarinete, todos tocados con articulación diferente. Tampoco ofreció un fraseo amplio en los secciones escritas en maestoso. Técnicamente, los cornos se escucharon especialmente descuidados como sección y las trompetas, por el contrario, precisas y brillantes, lo que permitió un final decisivo.

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El Concierto para violín y orquesta no. 1, en sol menor, op. 26 de Max Bruch que continuó, con Vadim Repin como solista, fue sorpresivo y ha generado un poco de polémica. Como muchas veces, la razón tiene que ver con lo que ciertos públicos esperan (esperamos) de cierto artista en particular: en el caso de Repin, se escuchó un sonido notablemente de menor proyección que lo conocido, una ejecución tímida, que pudo sonar rara, hasta cierto punto fuera de estilo, en actitud de desinterés; que también puede deberse al trabajo con el director, pues con él ofreció dos concepciones diferentes de la pieza. Mientras a Repin puede cuestionársele que no estuviera al cien por ciento de lo que se le ha escuchado antes, a Sudjic se debe dirigir la crítica sobre la poca pericia de adaptarse a su solista. Su acompañamiento fue burdo, técnicamente inestable, descuidado, con demasiados pasajes desafinados en las maderas y más de un detalle sutil que pudo ayudar a una interpretación al menos más segura de la obra: el más claro, el final del segundo movimiento, que no pudo tener sonoridad más dispar.

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Repin regaló luego, acompañado por las cuerdas de la orquesta, unas simpáticas variaciones, al parecer improvisadas, sobre El carnaval de Venecia que fueron mejor recibidas.

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Tras el intermedio, no hubo sorpresa en la nueva pieza de Zyman, Ríos y vertientes, es una clásica pieza festiva, épica, dentro de ese estilo neoclásico de lenguaje tan propio, con sabor anglosajón lleno de colores, ritmos y de estructuras y formas perfectas que caracterizan a su compositor. Se trata de dos temas externos desarrollados intuitivamente que cobijan una breve sección introspectiva con bonitas líneas solistas de los instrumentos a los que más se ha acercado fuera del tratamiento orquestal: la flauta, el violín y el violonchelo. De particular belleza es el solo de corno inglés con que inicia, con un acompañamiento discreto de dos arpas que, lamentablemente, dieron la nota roja en esta primera ejecución: ¡qué manera tan burda, la de la arpista de este ensamble, Janet Paulus y de su alumna al lado, de arrasar con articulaciones tan grotescas y con volumen tan sobreexpuesto, el solo del oboísta Patrick Dufrane!

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Continuó el Danzón no. 2 de Márquez, pieza que –olvidó el anotador en el programa de mano– integra la enorme lista de comisiones que ha encargado la OFUNAM. Puede ser que su ejecución no necesite más que una orquesta que conozca la pieza, ninguna como este ensamble, pero puede estropearse por partes si un director empuja algo que no debe: en este caso, los matices. Si es verdad que Sudjic encabeza la carrera para hacerse de esta orquesta, debería confiar más en sus posibilidades artísticas: es una orquesta que sabe tocar piano, que puede hacer sutilezas si tiene una batuta que las sabe pedir. La Nezahualcóyotl es, además, el lugar perfecto para probarlo. Por lo demás, los solos del clarinetista Manuel Hernández, el pianista Duane Cochran, el violinista Manuel Ramos y el fagotista Manuel Hernández, se tocaron deliciosamente.

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El programa cerró con las Goyas de Márquez, otra partitura comisionada en el pasado por la OFUNAM; una pieza de menor fortuna estructural e inventiva. Se trata de una pequeña marcha a lo Star Wars-a lo Danzón, que concluye, emocionante, en un natural ¡Goooya! de orquesta y público que, con esta batuta, resultó incómoda. Ya en ánimo celebratorio, todavía se regaló una lectura desaliñada del Huapango de Moncayo que pecó, principalmente, por la pobreza en la paleta de matices, siempre entre forti y fortissimi, y los extraños tropiezos de la percusión en la segunda sección.

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*FOTO: El Concierto para violín y orquesta no. 1, en sol menor, op. 26 de Max Bruch fue interpretado por el violinista Vadim Repin/ Especial.

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