Oleanna: Mamet por Bichir

Mar 18 • Escenarios, Miradas • 4960 Views • No hay comentarios en Oleanna: Mamet por Bichir

Bruno Bichir dirige y actúa esta obra del prestigiado dramaturgo estadounidense sobre un cambio de roles entre una alumna y su neurótico profesor, convirtiendo el aula en un campo de batalla

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POR JUAN HERNÁNDEZ

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David Mamet (Chicago, Illinois, 1947) es uno de los autores clásicos del siglo XX, gracias a la contundencia de sus textos dramáticos, los cuales trascienden las modas y los gustos de las épocas, para ofrecer no sólo un retrato profundo de la condición humana, sino un estilo particular de la escritura teatral.

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Resulta difícil no pensar en el autor cuando se ve el montaje de una obra como Oleanna, en donde nos topamos con la dislocación de la estructura del texto, hecha a propósito por el autor, con la intención de exhibir la desnudez psicológica de dos personajes en un juego perverso de poder.

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El también ensayista, novelista, guionista y director de cine estadounidense crea una estructura textual neurótica, reflejo de su manera ver el mundo, al cual sintetiza en una obra que permite infinitas formas de aproximación e interpretación. No obstante la complejidad de su escritura, Mamet es contundente en sus intenciones y deslumbrante a la hora de señalar las motivaciones profundas de las acciones humanas.

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En Oleanna, estrenada recientemente en el Foro Shakespeare, con las actuaciones de Tato Alexander y Bruno Bichir, la presencia del autor se revela en cada palabra, en la sintaxis de un discurso de acotaciones precisas, silencios, tartamudeos y juego de roles perversos, que es pensamiento filosófico sobre la esencia del mundo y del alma humana.

La obra original de David Mamet se presentará en el Foro Shakespeare hasta el 30 de abril. /Iván Stephens/EL UNIVERSAL

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La puesta en escena, dirigida por Bichir, se realiza en uno de los escenarios alternos del Foro Shakespeare. Los actores están dentro de una caja rectangular, en donde su límite espacial está definido por un pizarrón, como telón de fondo. Dos bancas de salón de clases y un teléfono son suficientes para dar vida al drama de los personajes que se baten en un duelo de poder, dejando al descubierto la perversidad de la naturaleza humana.

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La trama es, en apariencia, simple. Una alumna acude al salón de clases a buscar al profesor universitario, para tener la oportunidad de aprobar la materia. El mentor, un hombre neurótico que busca comprar una casa con el dinero que recibirá del aumento salarial por la obtención de la titularidad en la Universidad, hace una crítica brutal al sistema educativo, del cual forma parte, para decirle a la estudiante que lo importante es aprender a pensar por sí mismo.

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Lo interesante ocurre cuando el autor hace giros inesperados en el drama y yuxtapone las intenciones, en otro nivel de realidad, de los personajes. Se trata entonces de una propuesta de pensamiento sin definiciones absolutas, que deja sobre la mesa un dilema, el cual es puesto, sin más, en las manos del espectador.

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De esta manera se “desautomatiza” la percepción del público (léase El espectador emancipado, de Rancière) y se le involucra en la definición del drama. Se le da al espectador la responsabilidad de terminar la historia, de definir quién, en ese tiempo-espacio del teatro —que es síntesis vida y verdad—, tiene la razón. En el veredicto individual se desvelará algo más que la naturaleza de los personajes: se desnuda la condición humana de quien observa, para hacerlo consciente de sí mismo.

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Es un juego inesperado que el autor utiliza como un mecanismo psicológico para ir más allá del planteamiento de una tesis a la cual se le dé solución en la escena. Por eso es que en Oleanna, el juego de los personajes es terriblemente perverso y manipulador. A David Mamet no le interesa decirnos quién de los dos tiene la razón; de esta forma la obra, diría Umberto Eco, queda abierta para ser terminada por un tercero: ese que regularmente se esconde en la oscuridad del foro, para observar pasivamente, en espera de una respuesta a sus preguntas.

“Oleanna” cuenta con las actuaciones de Bruno Bichir y Tato Alexander./Iván Stephens/EL UNIVERSAL

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Oleanna parece ser, a primera vista una crítica profunda al sistema educativo, a la figura de poder de los profesores, que no admite el pensamiento libre. Sin embargo, el asunto de las relaciones humanas, de acuerdo con el autor, es mucho más compleja, toda vez que involucra áreas ocultas de la psique. El profesor parece lograr su cometido: la alumna que ha permanecido pasiva durante casi toda la obra, somete al maestro con una argumentación contundente.

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Cambian los roles: el maestro se sienta en la banca de escuela y la alumna le da una lección inolvidable. ¿Quién tiene la razón? Las aspiraciones de uno y las razones de la otra son justificadas. En ambas posiciones hay un razonamiento incuestionable. De esta manera se abre la compuerta para hacer interpretaciones infinitas y es, en ese momento, cuando el dilema se convierte en un problema del espectador, quien en la resolución individual desnudará, ya no la psique de los personajes, sino la propia en su relación con los otros en el mundo real. Gran jugada de Mamet.

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Bruno Bichir actúa y dirige Oleanna (obra adaptada y llevada al cine por el autor en 1994), acompañado por la actriz Tato Alexander. La propuesta escénica apuesta a lo esencial y al trabajo actoral. El personaje del profesor le viene bien al actor, quien tartamudea, grita, se exaspera y busca dar solución al conflicto. Alexander construye al personaje a partir de la contención emocional y, finalmente, revela las intenciones reales de la estudiante, en un giro perverso de la trama, que no es otra cosa que la síntesis de las relaciones humanas en el mundo.

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FOTO: Oleanna, de David Mamet, traducción de Bruno Bichir y Tato Alexander, actuada por ambos y dirigida por Bichir, se presenta en uno de los espacios alternos del Foro Shakespeare (Zamora 7, Condesa), domingos, a las 13:30 horas. Hasta el 30 de abril.  Iván Stehpens/EL UNIVERSAL

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