Oliver Sacks, una mente para la escritura

Ene 30 • destacamos, Miradas, principales, Visiones • 6249 Views • No hay comentarios en Oliver Sacks, una mente para la escritura

POR JOSE JUAN DE ÁVILA

 

El domingo 30 de agosto de 2015 fue un mal día para la ciencia, la literatura y el cine, en suma un Gran Mal Día. La noticia pasó de portal en portal en todos los idiomas, como en una suerte de sinapsis: el neurólogo, catedrático y escritor británico Oliver Sacks había muerto en Manhatthan a los 82 años cortesía del cáncer de hígado. Sin embargo, pese a que desde el 19 de febrero previo Sacks ya había anunciado en su conmovedora carta del The New York Times, “My own life” (De mi propia vida), que su salud se deterioraba y que “había llegado el momento de enfrentarse de cerca a la muerte”, en los meses que “lo acercaron a su muerte” siguió haciendo lo que hizo durante toda su vida: escribir. Y alcanzó a ver publicado en abril un libro más, su número 13: la autobiografía On the move (En movimiento, Anagrama), que circula en las librerías de la Ciudad de México desde diciembre. Y además dejó en imprenta Gratitude (Gratitud), cuatro ensayos que aparecieron originalmente en The New York Times, descritos como “reflexiones de Sacks sobre lo que significa vivir una vida que valga la pena”.

 

En movimiento, un libro de casi 450 páginas, conmovedor y transparente, que como todos los escritos por Sacks atrapa de inmediato y uno termina leyéndolo de una sentada, no sólo es la autobiografía de un caso raro de hombre de ciencia y escritor cuya amenidad rebasa la complejidad de los padecimientos médicos o el lenguaje científico. También puede considerarse clave para entender el ars poetica de Sacks, un narrador natural, un animal pensante, un ser narrativo y sensible como él se describía.

 

“El acto de escribir es suficiente en sí mismo; sirve para clarificar mis pensamientos y sentimientos. El acto de escribir es una parte integral de mi vida mental; las ideas surgen y cobran forma en el acto de escribir”, dice Sacks al final de En movimiento, colofón de su intensa vida personal y literaria.

 

“Para bien o para mal, soy un narrador. Sospecho que esta afición a las historias, a la narrativa, es una inclinación humana, universal, que tiene que ver con el hecho de poseer un lenguaje, una consciencia del yo y una memoria autobiográfica”, explica en el volumen Sacks, a quien de niño apodaban Tintero.

 

Hijo de médicos, Oliver Wolf Sacks nació el 9 de julio de 1933 en Londres y se inició en la lectura, la escritura y la ciencia desde muy joven. Cuando niño le atrajo la química y esa afición se tradujo años después en su libro Tío Tungsteno: recuerdos de un químico precoz (2001), pero después fue abducido por la fisiología, la anatomía, la neurología, a la par que por las grandes obras científicas y literarias de todos los tiempos, desde Charles Darwin hasta Thomas Browne, desde William Shakespeare hasta Johnathan Swift y Wystan Hugh Auden. Sacks narra con fruición -y casi como si estuviera ahí de nuevo- su paso por bibliotecas como la Científica Radcliff de Oxford o la Queen’s College. En esa última descubrió a Browne y su opinión sobre los libros del autor de El jardín de Ciro bien puede aplicarse a unas de sus obras, como El hombre que confundió a su mujer con un sombrero: “¡Qué absurdos eran, pero qué lenguaje espléndido!”. Aunque en el caso de Sacks el absurdo es clínico.

 

El diario como género literario

 

Que un escritor decida publicar una autobiografía al final de una vida longeva nada tiene de extraordinario. Tal vez tampoco sea raro que un científico haga lo mismo, salvo que no siempre su prosa es tan estilizada y transparente. Pero en el caso de Sacks además sorprende cuánto material literario sirvió de ensayo para concretar un libro ameno e intenso que presenta a un hombre desde su dimensión más personal e íntima (las revelaciones sobre su homosexualidad eran inéditas), hasta explorar en sus preocupaciones y aficiones literarias, científicas e intelectuales, el germen de sus obras.

 

Sacks narra que escribió su primer diario a los 14 años y que al final de su vida contaba con alrededor de mil diarios. Entonces toda su vida pasó por la escritura. Todo en su vida pasó por la escritura.

 

“Mis diarios no están escritos para los demás, y yo tampoco los consulto casi nunca, pero son una forma específica e indispensable de hablar conmigo mismo”, señala Oliver Sacks en sus memorias.

 

Gracias a En movimiento, uno comprende así la metamorfosis de sus diarios a libros, no sólo aquellos vinculados con su biografía y enfermedades personales (Tío Tungsteno, Migraña, Con una sola pierna, Los ojos de la mente, Alucinaciones), sino también obras como Despertares, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Un antropólogo en Marte, La isla de los ciegos al color o Veo una voz, inspirados en diarios ajenos –los historiales clínicos de pacientes– que luego hacia públicos en libros.

 

Aunque Sacks comenta que no revisó sus diarios para escribir En movimiento, su autobiografía sin duda es la versión sofisticada y sublimada de aquéllos. Resulta curioso que el único diario que publicó como tal atañe a México. La National Geographic Society editó en 2002 Journal to Oaxaca (Diario de Oaxaca, Océano 2003) sobre el viaje que hizo Sacks con la American Fern Society dos años antes al estado mexicano para buscar helechos. Una aventura “maravillosa” para el neurólogo, quien trata de explicar en el prólogo de esa obra qué significan para él los diarios, muchos de ellos sobre sus viajes

 

“Ninguno de estos diarios pretende ser exhaustivo ni erigirse en una autoridad sobre el tema abordado. Por el contrario, son textos ligeros, fragmentarios, impresionistas y, sobre todo, personales. ¿Por qué llevo diarios? La verdad es que no lo sé. Es posible que el motivo principal sea aclarar mis pensamientos, organizar mis impresiones en una especie de narración o relato, y hacer esto en tiempo real y no en retrospectiva, ni tampoco transformando imaginativamente, como sucede en la autobiografía o la novela. Escribo estos diarios sin pensar en la publicación…”.

 

Homosexualidad, motos y drogas

 

La prosa de un hombre de 82 años puede sorprender por su frescura. Así ocurre en En movimiento. El relato que hace Sacks del descubrimiento de su homosexualidad, de la pérdida de su virginidad con un desconocido en Ámsterdam, de su adicción a las anfetaminas y otras drogas, de sus relaciones y del hallazgo del amor a los 77 años parecen transcurrir justo en tiempo real y sin juicios morales o culpas.

La homosexualidad del neurólogo está presente en cada capítulo del libro. Narra Sacks que un día su padre le hizo la observación de que no parecían interesarle mucho las mujeres y le preguntó si prefería a los hombres. El futuro escritor confesó sin más que sí prefería a los hombres, pero le pidió que no se lo contara a la madre, lo que sí hizo aquél. Entonces ella recibió muy mal la noticia, lo buscó y le dijo: “Eres una abominación. Ojalá no hubieras nacido”. Le dejó de hablar unos días y nunca más volvieron a tratar el tema. También cuenta cómo en un viaje a Amsterdam se embriagó una noche tanto en un bar que no supo más de él y amaneció en la cama de un desconocido, quien luego le contó que lo halló tirado en la calle, se lo llevó a su casa y ahí lo sodomizó. ¿Y qué tal estuvo?, preguntó Sacks. Muy bien -contestó el hombre- lástima que estuvieras tan borracho como para no poder disfrutarlo. También conmueve la descripción que hace de su último amor, Billy Hayes, a quien está dedicada la autobiografía y con quien salió desde 2008, después de 35 años de celibato y abstinencia sexual.

Otra constante de En movimiento es el amor de Sacks por la natación, la halterofilia y las motos, a pesar de que sufrió varios accidentes en éstas. De hecho, en la portada aparece él jovencísimo, en una foto de 1961 en Greenwich Village, NYC, muy al estilo Marlon Brando, y presumiendo su “amada BMW R60 nueva”. Sacks recorrió EU y Canadá en moto. Y el libro documenta cada una de sus motos.

Toda esa intensidad de vivir la resume Sacks: “Mi sentimiento predominante es la gratitud. Amé y fui amado. Me han dado mucho y he dado algo a cambio. Por encima de todo, he sido un ser sensible, un animal pensante, en este planeta hermoso, y eso en sí mismo ha sido un enorme privilegio y aventura”.

Tal vez por eso Sacks inicia su autobiografía En movimiento con un epígrafe de Kierkegaard: “La vida hay que vivirla hacia adelante, pero sólo se puede comprender hacia atrás”.

 

*FOTO Oliver Sacks, En movimiento, México, Alfaguara, 2015, 378 pp/Especial.

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