Orquesta de Cámara de Bellas Artes: 60 años
POR IVÁN MARTÍNEZ
“No me toca a mí calificar el desempeño de la orquesta, pero sí puedo decir que estamos en un momento muy interesante y fructífero”; dijo hace unos meses, en entrevista para EL UNIVERSAL, quien desde 2011 es director de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, José Luis Castillo. La orquesta salía entonces del país para hacer una gira por primera vez en quizá un decenio, “especulaba” él en esa charla (según una primera búsqueda por internet, catorce años). Si alguien pregunta por qué, la respuesta se ofrece en el pasado y la da Perogrullo: para qué, no había nada qué mostrar.
Hace unos días, en un boletín de prensa del INBA, institución que desde su fundación ha “cobijado” a este ensamble, se le refería a esta etapa bajo la batuta de Castillo como uno de los mejores momentos en las seis décadas de existencia de la orquesta. Quizá lo dijeron en el boletín de hace diez años, y en el de hace veinte. Pero este es efectivamente el más brillante y el concierto con que inició su temporada el pasado fin de semana, el jueves 28 de enero en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, fue una breve prueba de ello. En su resultado artístico, pero también en el de convocatoria (la sala a reventar); lo que no es gratuito y debería ser más frecuente: con conciertos así, la sede habitual de sus conciertos en jueves, la Sala Ponce del mismo Palacio, les queda chica.
En el breve inciso dedicado a la OCBA por Gabriel Pareyón en su Diccionario Enciclopédico de Música en México (2007, Universidad Panamericana), el investigador da cuenta de los datos oficiales: surgida en 1956 con el nombre de orquesta Yolopatli y auspiciada desde entonces por el INBA, se formaba por alumnos del Conservatorio Nacional y era dirigida por sus maestros, José Smilovitz e Imre Hartman, quienes además hacían atractiva carrera con el Cuarteto Lener. Luego pasaron como directores Novelo, Flores, De Elías, Saloma, Cedillo y Savín –es decir: buenos directores de la vieja escuela o grandes cuerdistas– en una época en la que el conjunto “recibió elogios de Casals y Rostropovich”. Se dedicó a tocar repertorio barroco, clásico y romántico y “especialmente” desde finales de los años ochenta –con el mando de un trompetista, un compositor y un joven director–, “entró en un periodo de decadencia artística”: en esa percepción está el dato histórico.
Desde entonces el ensamble se convirtió en el “patito feo” de las orquestas de México: lo mismo para el público, para la comunidad musical, para las instituciones que la descuidaron y para la prensa especializada. Sí, hubo destellos de ánimo, pero con nulos resultados artísticos: una visión de negocios, con Enrique Barrios, con quien viajaron mucho, una de llevar al ensamble por repertorios contemporáneos no siempre basados en la calidad, con Juan Trigos, y una de comenzar a revivir al ensamble de su aletargada inferioridad con buenos solistas nacionales y algunas nuevas obras mexicanas, con Jesús Medina, cuyos ánimos no alcanzaron. Ninguno de ellos tuvo el talento –ni la preparación– para escuchar desde el podio las necesidades técnicas que hacen la diferencia entre una veintena de músicos dispersos y desafinados, a un conjunto de cuerdas capaz de hacer, como hicieron hace una semana, la tremenda Metamorphosis de Richard Strauss:
Pieza para veintitrés solistas que sirve de referente a la nueva época que vive esta orquesta y que de tan simbólica manera se ha empatado en este primer programa del Sesenta Aniversario con la burlesca suite del Don Quijote, de Telemann y la simpática Sinfonía de Salzburgo no. 1, de Mozart, las dos obras con que se coronó aquel primer concierto del 18 de octubre de 1956.
Con una batuta más quisquillosa en lo técnico y, en buena medida, más curiosa por abarcar otros proyectos y repertorios, la musicalización en vivo de películas, la música posterior a la Primera Guerra, no sólo se ha convertido la OCBA en un ensamble ya escuchable, sino en un grupo de músicos animados con estas nuevas aventuras sin dejar de hacer el repertorio más tradicional para un ensamble de cuerdas. Ya es un sonido afable, convincente, y con cuerpo.
Ahora falta trabajar un poco ciertos detalles de fineza en el repertorio más tradicional para cuerdas, como los fraseos y articulaciones claras pero todavía no del todo transparentes, como se escucharon en la Sinfonía de Salzburgo no. 1 en Re, K. 136, que abrió su concierto; pieza a que también pudo ser más delicada en los matices de su Andante.
No es cuestión de la orquesta los tempi, un tanto pesados, tomados por Castillo para el Don Quijote de Telemann; pero sí de ambos, el nivel de comunión que han alcanzado en su relación director-orquesta para hacer ese intrincado Estudio para veintitrés cuerdas, Metamorfosis (1945), de Richard Strauss a la que dedicaron la segunda parte: lectura intensa, concentradamente cuidada, de resultados sobrecogedores.
*FOTO: Desde 2011, la Orquesta de Cámara de Bellas Artes es dirigida por José Luis Castillo. El inicio de temporada incluyó temas de Richard Strauss, Georg Philipp Telemann y Wolfang Amadeus Mozart/Cortesía: INBA.
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