Othli: teatro del otro México

Ene 6 • Escenarios, Miradas • 4672 Views • No hay comentarios en Othli: teatro del otro México

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La visión que los niños indígenas tienen de su universo sagrado es rescatada en esta producción escénica que hace uso de recursos teatrales y dancísticos en un discurso de dimensiones poéticas

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POR JUAN HERNÁNDEZ

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La Paradoja del Gato y Kaizen Danza Compañía son dos agrupaciones con un interés común: dar voz a quienes han sido marginados por la cultura predominante. La más reciente de sus producciones escénicas, Othli. Camino, dramaturgia y dirección de Jennifer Moreno, es la síntesis teatral de una investigación sobre la marginalidad, condición en la que viven los indígenas en el país.

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Es el otro México. El que deambula por las calles como minoría invisible. El que supervive con sus usos y costumbres, y se adapta a la cultura dominante cuando es necesario, para disminuir su segregación.

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Los niños indígenas asisten a escuelas en donde se les enseña en una lengua distinta a la suya y se les impone una manera de percibir el mundo. En ese sentido, Othli. Camino es una pieza presentada con la estructura de un juego: inocente, cruel y violento.

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Es la otredad enfrentada a un universo incomprensible. En esa dinámica escénica, los personajes representan a esos otros habitantes, cuya relación con la naturaleza es aún sagrada. Una postura que se contrapone a la educación positivista de la cultura dominante de occidente.

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Buscar en el español las palabras para decir lo mismo que en su lengua materna, resulta una tarea dolorosa porque no hay manera de hacerlo, cuando para los indígenas el agua tiene vida, y no una vida cualquiera, sino divina, expresión de una fuerza superior.

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La dirección escénica de Othli. Camino se sostiene en el trabajo corporal de un grupo de actores-bailarines comprometidos con la dimensión poética del discurso. Se proponen recrear el universo de los niños indígenas que acuden a las escuelas monolingüísticas. Evitan la expresión ridícula de la infancia. La infancia, en esta puesta en escena, está en el espíritu, en la capacidad para aprehender e identificarse entre sus pares y descubrir las diferencias en relación con los otros: su espejo.

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El espacio escénico es transformado en aula, en patio de juego, en el camino por el cual se observa el infinito. El discurso está enfocado en resaltar la presencia de esa minoría que deambula frente a la mirada indiferente de occidente. Son los pequeños pájaros grises de la ciudad que no son tomados en cuenta, pero que están por todos lados.

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Los creadores escénicos esquivan el bosquejo lastimoso o paternalista; sólo muestran una realidad: un conflicto sobre la identidad del ser mexicano aún no resulto. ¿Soy indígena? ¿Cómo definir si lo soy o no? Esas dos grandes preguntas se ponen sobre la escena, frente a un espectador activo y consciente de la problemática que divide al México originario del México asimilado por completo a la cultura occidental.

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Othli. Camino es producto de un laboratorio escénico en el cual se buscó la expresión teatral poética. Es “una puesta en escena para cuatro cuerpos y muchas voces”; cuerpos en una danza intermitente, emisores de sonidos primigenios, de lenguas originarias amenazadas frente a la censura que impone sobre ellas la cultura predominante.

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Se trata de una obra dolorosa sobre la condición de marginación en la que viven miles de indígenas en las grandes ciudades, a las que emigran para supervivir, lejos del hambre o de la violencia de sus lugares de origen. Desarraigados, cargan con ellos una cosmovisión particular, una lengua de sonidos únicos y acallada; una consciencia reprimida y una identidad que se oculta.

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Para llegar a esta puesta en escena, los actores-bailarines tomaron clases de náhuatl e hicieron una investigación antropológico-social para luego ponerse en los zapatos de los otros y construir una puesta en escena verosímil, poderosa y, desde luego, lúdica.

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Desde la escena, este colectivo de creadores obliga a mirar la otredad, a pensar en ella no desde la comodidad y el privilegio, sino a partir de la comprensión del otro como una parte del universo propio.

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En el montaje no hay uso de grandes elementos escenográficos. El vestuario es cotidiano. Hojas de papel, un pizarrón improvisado y el piso desde donde se observa y aprehende, en la escuela a la que asisten los niños indígenas, esa otra lengua, en cuya esencia se halla una manera particular de entender los significados de una cultura ajeno.

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Resalta un juego: los niños en el patio, en círculo, se pasan una hoja de papel, que escénicamente es la representación de uno de esos pájaros grises de ciudad. Lo presionan con las manos, mientras cuentan, en su lengua originaria y en español, hasta que el ave muere. El ave asfixiada es la metáfora de la otredad aprisionada, el otro México, elemento clave de este potente montaje teatral.

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La obra de La Paradoja del Gato y Kaizen Danza Compañía, apoyada por el Fonca, se presentará en este 2018, en espacios no convencionales, con la intención de llegar a todo tipo de público y ponderar el discurso artístico, que le garantiza una larga vida a esta puesta en escena.

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FOTO: Othli. Camino, dramaturgia y dirección de Jennifer Moreno, con La Paradoja del Gato y Kaizen Danza Compañía, apoyada por el Fonca, realizó función única en la Sala del Centro Cultural del Bosque, el 14 de diciembre; y ofrecerá funciones, aún por definir, en distintos espacios, en el 2018. /Cortesía de la producción.

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