Otra numerología

Ago 28 • Reflexiones • 3173 Views • No hay comentarios en Otra numerología

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La colección 21 de 21 aglomera “lugares comunes” de diversas colecciones del Fondo de Cultura Económica y títulos que se encuentran ya disponibles en el sitio de la Brigada para Leer en Libertad, por lo que su contenido es poco ingenioso  

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POR TOMÁS GRANADOS SALINAS 
En el mundo del libro acaba de romperse la devoción del actual gobierno por los números redondos, quizá sólo para dejar paso a un juego semántico más que obvio. El miércoles pasado el presidente de la república afirmó que la más reciente colección del Fondo de Cultura Económica estaba relacionada con “los 700 años de la fundación de México, con los 500 años de la invasión extranjera y con los 200 años de nuestra Independencia”, pero hasta ahí llegó la afición por las centenas: 21 para el 21 es la nueva serie de la casa editora del Estado, con un guarismo repetido que no tiene otra gracia que el paralelismo con el año en curso, pues sólo de refilón se refiere a aquellos hitos.

 

Una colección de libros expresa una idea, de preferencia muy simple, que los lectores puedan comprender con facilidad. Para que funcione como aglutinante editorial, esa idea debe servir para trazar las fronteras entre el adentro y el afuera de la serie; ese límite puede ser un tema o el propósito que busca cada obra, en ocasiones la fórmula editorial (el formato, el número de páginas, el precio) e incluso la historia de las ediciones previas (como cuando se eligen sólo clásicos o “rescates”). No hay en 21 para los 21 ninguna argamasa: tenemos obras literarias (más de la mitad, en su inmensa mayoría de autores del siglo pasado), tres estudios históricos (el de Valadés, sobre un momento no incluido en las celebraciones oficiales, y los de los Luises: Villoro y González), selecciones de obras más amplias (un extracto de El libro rojo, unas crónicas de Guillermo Prieto), varios textos de lectura escolar obligada (El laberinto del caudillo y La sombra de la soledad, ¿o cómo se llamaban?), relatos emocionantes sobre hechos históricos (Canek, Tomóchic) sin vínculo alguno con los hitos a los que se refirió López Obrador. No es una reivindicación de escritoras (ellas son apenas poco más de un tercio) o de obras poco difundidas (salvo las simpáticas Noticias biográficas de insurgentes apodados), ni una invitación a reinterpretar acontecimientos históricos (como sí hacen con tino otros trabajos recientes publicados por esta editorial, como La batalla por Tenochtitlan de Pedro Salmerón). Abundan los lugares comunes del propio Fondo (Balún Canán, Los de abajo), que previamente habían aparecido en dos y hasta tres colecciones de la casa, como Lecturas Mexicanas (6 casos), Popular y la conmemorativa por sus 70 años. Varios títulos se consiguen de manera gratuita (y legal) en internet (los de Carballido y Abreu Gómez en el sitio de la Brigada para Leer en Libertad).

 

También las colecciones pueden definirse por los lectores a los que se dirigen. Como no existe el “público en general”, los editores suelen segmentar a los destinatarios con algunos criterios, como el perfil demográfico, la ocupación, la atención que les exigirá la lectura. El cajón de sastre de los títulos elegidos tiene un correlato en la descripción de quienes sacarán provecho de estos textos: jubilados, miembros de la milicia, alumnos de escuelas perdidas o de ciencias del mar, beneficiarios de programas piloto de fomento a la lectura. Todos y nadie, pues. Y no es cierto que ésta vaya a ser “la operación más grande de distribución que ha habido en la historia de América Latina de regalo de libros”. Téngase en cuenta que cada año la Conaliteg desplaza cincuenta veces más ejemplares y recuérdese que los célebres Periolibros, coordinados desde el propio Fondo, llegaron en la década de 1990 a millones de lectores (Adolfo Castañón calcula que rondarían los 180) por medio de una veintena de diarios de todo el continente.

 

Para la edición de estos 2.1 millones de ejemplares (100 mil por título) se destinaron 45 millones de pesos. Sería estupendo conocer al detalle lo invertido en producción y derechos de autor, así como enterarnos de cómo se logra movilizar esa cantidad de papel por todo el país con un “microcosto de distribución”, según informó el director del Fondo, Paco Ignacio Taibo II. Se dirá que este presupuesto no afecta la acción gubernamental en favor del libro en México, pues provino de los recursos que recupera el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, pero el monto destinado a sólo 21 títulos podría haber servido para estimular muchos de los eslabones de nuestra famélica cadena del libro, expresamente abandonada por la Secretaría de Cultura (su principal intervención en el sector ha sido la polémica Ley General de Bibliotecas).

 

¿Puede alguien lamentar que obras de calidad lleguen a algunos lectores? No, desde luego. Pero una inversión de esa magnitud, orientada a bibliotecas, con muchos más títulos pero con menor tiraje —de manera que muchos más lectores hallaran lo que les interesara a ellos, y no a quienes determinaron esta lista—, merecía emplearse de una forma más creativa. Quizá lo más ingenioso de esta iniciativa sea que el costo unitario de estos ejemplares también involucra al 21.

 

FOTO: El presidente Andrés Manuel López Obrador y el director del FCE, Paco Ignacio Taibo II, presentan la colección de libros 21 de 21/ Crédito: Carlos Mjeía /El Universal

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