Otros modos de coleccionar
/
Si la literatura es una oportunidad para visitar nuevos territorios, los ensayos reunidos en Cuaderno de faros, de Jazmina Barrera, son una lectura lúcida, informativa y poética, una guía necesaria para las topografías interiores
/
POR NATALIA DE LA ROSA
/
¿En qué momento el coleccionista se reconoce como tal? ¿Cuándo llega el reconocimiento de que habrá que darse por vencido o, bien, dejarse llevar hasta las últimas consecuencias? ¿En qué instante afortunado nuestra colección de lecturas y viajes da paso a la escritura?
/
Cuaderno de faros (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2017) de Jazmina Barrera es el registro de dos peregrinajes, el íntimo y aquel que sí se registra en los mapas, del intento de la autora por coleccionar faros. También se trata del recuento de su búsqueda y la reflexión de su deseo por querer asir al cíclope vigilante del horizonte, del mar y el tiempo: el faro.
/
En esta colección de cinco ensayos más un cuaderno de viaje, Barrera se mueve con una voz lúcida, informativa y luminosamente poética por la anatomía del faro. El faro como construcción y símbolo; el faro como motivo literario y objeto de deseo; el faro como ese otro inasible; el faro y el farero; el faro y el recuerdo de cada uno de los viajes de Jazmina para contemplarlo; el faro y su luz que se proyecta al horizonte; el faro y la mar; el faro y su belleza perenne, enigmática y distante, retraída del mundo, que decae en el cumplimiento de su propósito, al paso del tiempo y el cambio; el faro y su intrincada historia; el faro y el lenguaje de su luz, que canta, con voz brillante y muda, a los muertos que yacen en esa tumba infinita que es la mar.
/
En estos apuntes de coleccionista, Jazmina Barrera se refrenda como una ensayista brillante y sensible. En Cuerpo extraño (Literal, 2013), la ópera prima de la autora, sus ensayos recorren los recovecos íntimos de su cuerpo, diseccionando y tejiendo a base de lecturas y reflexión ese otro cuerpo ensayístico que vive en las letras, moldeado con el barro y la vitalidad de la escritura. En esta segunda entrega, Barrera se aboca a construir otro cuerpo, ya no el propio sino el del faro, en un corpus fragmentado, lleno de saltos y contrapuntos, que van desde el zoom magnificado de sus obsesiones hasta la amplitud de la contemplación paisajística, tal inherente al faro.
/
En Cuaderno de faros está el yo de la escritura que se construye en el tiempo de la narración, un yo que, además de coleccionista de faros, se asume como coleccionista de lecturas, referencias y experiencias de lectura. “Yo estaba comenzando a leer To The Lighthouse. No recuerdo si fue por azar o si decidí leerlo por que sabía que iba a un faro y forcé la coincidencia,” explica la ensayista en el primer ensayo que compone el libro, “Yaquina Head”.
/
Así, este cuaderno es un conjunto de faros y la memorabilia viajera alrededor de éstos y, también, el resultado de esa otra colección literaria de faros que desborda fuera del mapa mental de la autora y, hacia el final de su colección, goza de una existencia limítrofe. En el último ensayo “Blackwell” y el cuaderno de viaje, Jazmina Barrera recuenta en pasado su estancia en España y su visita al faro de Tapia mientras que Sir Walter Scott recorre, en el tiempo presente, los faros de Escocia al lado del abuelo Stevenson, a bordo de un buque faro, llamado, por supuesto, Pharos. Aquí, el faro se multiplica y desdobla, brillando como un prisma. Tenemos, en primer lugar, los faros de “carne y hueso” que vivieron en el tiempo de Scott, como el de Bell Rock. Luego están los faros que el mismo Scott da cuenta en su diario, en su bitácora de viaje. Más arriba están los faros que visita a lo largo del libro y durante su estancia en el Palacio, empezando por Yaquina Head hasta cruzar el Atlántico, con los faros de Tapia y de San Agustín. Después están los faros literarios que la autora entreteje en su cuaderno, siempre con cierta nostalgia, en una segunda colección, ésta compuesta de autores: Woolf, Joyce, Whitman, Poe, Verne, Mishima. Finalmente, está esta colección que se rinde al lector, en un binomio de cuerpo tangible y ensayístico, que es Cuaderno de faros.
/
“Un ensayo es una ‘verdad corpórea’, la intersección de la experiencia y el significado, de la idea y la forma (o cuerpo)”, dice G. Douglas Atkins en Tracing the essay. Por otro lado, la ensayista Vivian Abenshusan escribe sobre la jornada del escritor en Escritos para desocupados: “Pero en realidad escribir exige una enorme capacidad de incertidumbre, la posibilidad de perderse a través de vastas topografías interiores, si es que se quiere llegar a algún lugar en la mesa de trabajo, y aún más allá: un lugar fuera de aquí”.
/
En Cuaderno de faros, Jazmina Barrera decide no llevar su colección hasta las últimas consecuencias, consciente de su empresa imposible que ya ha sido filtrada a través de le experiencia y la introspección de la escritura, ahora materializada en una forma (el ensayo) y un cuerpo (el libro). La autora, aislada en su torre de escritura con sus faros y recuerdos, camina en los lindes de la mar y la tierra firme, de la ficción y la realidad, alimentándose del silencio de las olas y guiada por la luz del faro. Hacia el final, Barrera decide “encontrar las fuerzas y adentrarse en el continente.” Hay colecciones que nacen para nunca ser completadas pero no por ello son fatuas. El arte de coleccionar –faros, lecturas, viajes– horada la topografía interior, limándola, transformándola y, en algún punto del camino, dejamos de ser aquel que fuimos al momento de comenzar la empresa. “Lo esencial era el verbo coleccionar, no el sustantivo colección”, reflexiona. La escritura de Cuaderno de faros navega por la topografía del faro al tiempo que transforma la interior, esa que vive y experimenta en el cuerpo presente, pero que también, en un acto de supervivencia, pervive en un lugar fuera de aquí.
/
/
FOTO: Cuaderno de faros es una memorabilia viajera alrededor de cinco faros. /Tomada del perfil de Facebook de la autora.
« La mirada opaca de los peces Otras estrellas de El Diván de sábado »