Oualid Mouaness y la jornada ominosa
La cotidianidad dentro de una escuela de Beirut se verá trastornada de manera intempestiva por el inicio de la guerra, que coartará las ilusiones y libertades de las víctimas
POR JORGE AYALA BLANCO
En 1982: el año que cambió el Líbano (1982, Líbano-Noruega-Francia-Qatar, 2021),enternecedora ópera prima como autor total del prolífico productor multigenérico de origen liberiano pero entre Líbano y EU formado Oualid Mouaness (cortos previos: Santo en el sol 02, El rifle, el chacal, el lobo y el niño 16), el tímido e hipersensible escolar de colegio privado con potencial talento como dibujante historietista de once años Wissam (Mohamad Dalli con prominente labio inferior) está perdidamente enamorado de su linda compañerita a medias francesa Joanna (Gia Madi) que le gana en todas las materias bilingües angloárabes menos en matemáticas y reside en la parte occidental de un Beirut cuyos cruces entre sus dos hemisferios urbanos en pugna cada vez se restringen más, a medida que las tropas israelíes bombardean e invaden el sur del país al parecer rumbo a la próspera capital cosmopolita, por lo que, sin importarle las dificultades de pertenecer a dos estratos sociales en territorios distintos, el pequeño Wissam goza deslizándole a la joven dama de sus pensamientos, dentro de su locker del salón de clases, una anónima carta de amor con dibujitos en demanda de un beso, para disgusto del juguetón mejor amigo viril con gafas Majid (Ghassan Maalouf), pero desde muy temprano en ese día de exámenes finales para graduarse, la rotunda maestra aún guaposa al frente del grupo Yasmine (Nadine Labaki también célebre actriz-realizadora de Caramel y Cafarnaúm) debe reclamarle a su hermano fanático católico George (Said Serhan) la peligrosa iniquidad de volver a enrolarse en la milicia, a la madre por sus estresantes desahogos telefónicos y a su novio el archipolitizado profe Joseph (Rodrigue Sleiman) la poca atención que le presta, pero todo habrá de entrar en crisis y derrumbarse paulatinamente cuando los convoyes del ejército libanés desfilen exacto a un lado de la escuela, los aviones de guerra israelitas surquen el cielo y de súbito protagonicen fulminantes combates aéreos a la vista, los aterrados familiares de algunos compañeritos pasen a recoger a sus vástagos a la carrera, el cierre de fronteras citadinas sea total, y directivos colegiales como la obesa despistada Leila (Aliya Khalidi) y el reticente director inglés Brown (Alistair Brett) decidan suspender las actividades, para intentar la ordenada evacuación inmediata de sus pupilos en los autobuses de la escuela, desde las afueras de Beirut donde se encuentran, hacia el sector oriental, y sin embargo el pequeño Wissam se juegue heroicamente el pellejo, bajándose del transporte a última hora, para exigir en la dirección y lograr el rescate de su adorada Joanna, en la incierta reunión sin término ni vuelta atrás de esa jornada ominosa.
La jornada ominosa equivale a decir la disociación originaria, la tragedia prístina o el big bang amenazante o el fiat lux postrero, el punto exacto de la invasión del Líbano, la guerra que cercenó todas las ilusiones, el fin de las sagradas pulsiones básicas, el cercenamiento de las libertades y el bloqueo del crecimiento espontáneo, la chispa primigenia de la invasión bélica vivida como injusta, desde la perspectiva de las víctimas inocentes, sin rencor, pero generalizable a las víctimas de cualquier guerra.
La jornada ominosa consuma así el prodigio de sintetizar toda la tragedia de la intempestiva guerra instantánea, el derrumbe, la destrucción y el desmantelamiento psicosocial dentro y alrededor de un salón de clases de quinto año de primaria, sus últimos exámenes de graduación inconclusos, sus afanes, sus incipientes romances, sus conflictos irresolutos, sus mínimos rescates apoteóticos, sus temores bien fundados, sus desconciertos desazonantes, sus incomprobables sospechas equivocadas, sus cruciales riñas por la intriga de la omnirrepudiada amiguita chismosa Abir (Lelya Harkous) de pronto vueltas insignificantes, sus refugios y minimizaciones instintivas (“¿Qué pasa?”/ “No es nada, está muy lejos, regresen a sus exámenes”), sus “adioses irremediables con que hemos de embalsamar al futuro” (Novo).
La jornada ominosa se expresa, sin palinodia ni autoconmiseración victimológica, a partir de la polarizada inclusión que parece extremista de imágenes idílicas del autobús en el vergel montañoso, agitados planos cerradísimos de los hermanos adultos discutiendo, envolventes colores pálidos del saludo a la bandera y enfoques apacibles de la quietud reflejante de la piscina común para primaria y secundaria, pero también la tinta roja del plumón derramado en el suelo y embarrado en la oreja, el atisbo fractal en situación de la noviecita pianista Nisrine (Cynthia Kassis) del comprensivo hermano mayor Nadim (Fidel Badran) para que lo apoye en su propio romance particular, el avistamiento de los bombarderos cual si fueran episodios del arcaico Atari o del inmortal videojuego de los Space Invaders, los codiciables casetes diseminados por el suelo del autobús a consecuencia de un pleito por los lugares ocupados por mochilas, la revisión los cuadernos dibujados por el amiguito para comprender sus sentimientos y agradecer en silencio sus afanes salvadores, y por encima de todo la fulgurante materialización final del imaginario infantil en la efigie celeste y ultracolorida de sus monstruos y sus superhéroes, con un olvidado Tigrón hiperpoderoso dominándolo todo y echando rayos en primer término, para hacer tambalearse ipso facto la realidad insoportable bajo los embates del más desencadenado pensamiento mágico.
Y la jornada ominosa culmina su irremediable elegía con la visión de una parvada de palomas aposentadas en el desertado desierto salón de clases, porque esos universales símbolos eternos de la paz se han convertido en aves de mal agüero y fatídicos motivos recurrentes, mientras el mundo se incendia en llamaradas rojas más allá de los ventanales, abiertos tal como pedía un chavito para que no se quiebren los cristales en caso de caer bombas cerca, franqueados hacia ninguna parte.
FOTO: La guerra del Líbano inició cuando las Fuerzas de Defensa de Israel invadieron el sur del Líbano con el objetivo de expulsar a la Organización para la Liberación de Palestina/ Especial
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