Paolo Sorrentino y el retiro estragador
POR JORGE AYALA BLANCO
En Youth (La giovinezza, Italia-Francia-RU-Suiza, 2015), melancólico opus 7 otra vez como autor total del lírico napolitano de apenas 45 años Paolo Sorrentino (tras sus obras maestras El divo 08 y La gran belleza 13), el octogenario director de orquesta famosísimo aunque esencialmente frustrado como compositor infrastravinskiano Fred Ballinger (Michael Caine todavía con un lejano dejo apático de su mujeriego abyecto Alfie) vegeta en estragador retiro voluntario vacacionando dentro de un lujoso hotel-balneario de los Alpes suizos sólo para celebridades, en compañía de su hija botada por el marido en beneficio de una cantantita pop a causa de su torpeza sexual Lena (Rachel Weisz aún tan enceguecedora como su galana Miope seduciendo al aspirante a La langosta) y de su decrépito consuegro director de cine intentando salir de un póstumo bloqueo creativo Mick (Harvey Keitel aún clavando una grandiosa taciturna Mirada de Ulises), pero hasta allí llegarán para inquietarlo un afligido Emisario de la Reina de Inglaterra (Alex MacQueen) que intenta en vano contratarlo para dirigir una de sus apreciadas Canciones Simples en el concierto anual del Palacio de Buckingham y la Miss Universo brasileña Madalina Ghenea (ella misma) que atraviesa traviesamente desnuda la piscina para excitar en forma trastornante a esos inmóviles ancianos desmovilizados, mientras la moralmente devastada Lena decide recuperarse sexomoralmente al lado del barbudocanoso instructor de alpinismo infantil Luca Moroder (Robert Seethaler) y el acabado mejor amigo cineasta Mick sufrirá un bárbaro desaire laboral de su cruel estrella-fetiche decadente Brenda Morell (Jane Fonda todavía confundiendo a Barbarella con Vulgarella) para optar por un misericordioso suicidio que terminará por socavar el ánimo del héroe ya en honda crisis.
El retiro estragador representa la integración a un pequeño Apocalipsis íntimo, porque se trata de un retiro amurallado, acorazado, letárgico y sonámbulo como una entelequia del idealismo subjetivo, homologando y llevando a sus última consecuencias depuradas los hallazgos de la fantasía visual neofellinesca de Sorrentino en sus anteriores filmes, a niveles arrolladores de enérgica firmeza viril e invención intempestiva, con fotografía preonírica de Luca Bigazzi plena de impávidos deslizamientos en dolly lateral, una afelpada edición procelosa de Cristiano Travaglioli y diálogos intelectuales de inmediato puestos en irrisión por el reproche o la retraída experiencia plurisexual (“Le diste todo a tu música”), porque en esta contradictoria meditación sobre las contradicciones de la vejez, tan finamente satírica y elíptica que jamás cae en la complacencia lamentosa ni en el melodrama, pues ahí está siempre actuante el factor dinámico de esa realidad estancada del hotel como un fluir psíquico que abarca tanto a la cinta como al protagonista y sus aláteres, a través de rituales fijos, nostalgias sobrenatura y fugas por medio del sueño emancipado, removedor como ese cruce de la gloriosa campeona de belleza humillada, o como la bofetada súbita de la pareja silenciosa, o la cópula espiada en el bosque, que debe remitir a alguna olvidada estrofa crucial de la Canción de la vida profunda del colombiano Porfirio Barba Jacob, ya que “Hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos/ que nos depara en vano su carne la mujer:/ tras de ceñir un talle y acariciar un seno,/ la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer”.
El retiro estragador añora y adora la juventud como un valor absoluto, con la vehemencia de cualquier relato decadente que se respete y al igual que los libertinos o los impotentes veneran la pureza, pues aquí no se trata de cualquier tipo de juventud de videoclip pesadillesco de Paloma Faith (precisamente por ella estallado y así neutralizado en lo conceptual), sino de la Juventud que representa esa activísima discreta Masajista casi infantil de espectaculares frenillos aversivos (Luna Mijovic) nunca enredándose con palabras porque apenas sabe hablar y por ello se la pasa practicado pasos de baile mediante una especie de dancístico karaoke didáctico portátil, una juventud que acecha cual ronda omnipresente, una juventud que al fin y al cabo paradójico puede recuperarse como premiosa revuelta senil y premiada declaración de Libertad, juventud reconquistable y en marcha gracias al espolón del Deseo inagotable, esa juventud a través de la cual todas las criaturas presentes pueden resarcirse en forma milagrosa, sea un dizque Maradona monstruoso con Karl Marx tatuado en la espalda pateándole y recibiendo balones del cielo, sea el viejo monje budista consiguiendo al fin levitar ante un horizonte magnífico (oh descendente travelling monumental sublimando la figura acuclillada), sea el omnirreflejante actor megalómano Jimmy (Paul Dano aún tan desbordable como su amo inaugural para 12 meses esclavo) haciendo su khátarsis al encarnar exitosamente a Hitler, o sea la deleznada hija Lena balanceándose en un cable eróticamente abrazada por su nuevo comprensivo galán ruco desinhibidor.
Y el retiro estragador sólo puede culminar al estilo de una parábola abierta, un cuento filosófico tal como ya lo era La dulce vida de ¡otra vez! Fellini (60) y también tras el suicidio de un amigo-chivo expiatorio, con una decisión tan anunciada cuan previsible y sagrada de nuestro socavado músico Fred visitando en Venecia el asilo de su zombiesca esposa petrificada Melanie (aterradora Sonia Gessner de La gran belleza) y, al término de un rápido suspenso leído en los ojos del Emisario, apareciendo triunfal en el escenario de la realeza para dirigir aquella Canción Simple propia cuya exclusiva vocal pertenecía a la asilada, ahora en viva voz de la soprano coreana Sumi Jo (ella misma), rejuvenecida por un solo de la legendaria violinista virtuosa excusa disidente Viktoria Mullova (ella misma) e interminables adornos minimalistas de David Lang, por encima de todo desgarramiento culpable.
*FOTO: Youth, con las actuaciones estelares de Michael Caine y Harvey Keitel, se exhibirá hasta el 12 de mayo en la Cineteca Nacional/ Especial.
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