Paul Verhoeven y la siniestrez violada

Feb 11 • destacamos, Miradas, Pantallas, principales • 6167 Views • No hay comentarios en Paul Verhoeven y la siniestrez violada

POR JORGE AYALA BLANCO

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En Elle (Francia, 2015), arrebatador filme 14 del reciclado exerotómano holandés aún violentísimo a sus 77 años Paul Verhoeven (Delicias turcas 73, RoboCop 87, El vengador del futuro 90, Bajos instintos 92, El libro negro 06), con guión de David Birke basado en la novela Oh… de Philippe Djian, la exitosa cuarentona fabricante de videojuegos Michèle Leblanc (Isabelle Huppert fragilísima) busca desesperada venganza al margen de la ley, tras ser agredida y violada en su propia casa por un enmascarado con pasamontañas de esquiador que luego la mensajea a través del celular, por lo que la mujer hurga y purga sin cesar una lista imaginaria de posibles culpables, tornando cada vez más acerbas las insensibles relaciones que sostiene con su indefenso hijo veinteañero Vincent (Jonas Bloquet) en trance de ponerle casa a una autoritaria embarazada Josie (Alice Isaaz) a cuyo yugo se somete; con su grotesca madre Irène (Judith Magre) que suele pagarle por sexoservicios a un Ralph vil (Raphaël Lenglet); con su exmarido Richard (Charles Berling) que ya se consuela con cualquier cretina joven Hélène (Vimala Pons) rompiendo pactos concertados; con su mejor amiga y subalterna supereficaz Anna (Anne Consigny) aunque ya no aguanta seguir tirándose de emergencia al amante pelón de ella Robert (Christian Berkel); con su padre monstruo infanticida a quien no ha visitado en prisión en 3 décadas; con el sospechoso empleado rubio Kurt (Lucas Prisor) que ha creado un cruel videojuego tomando como base la historia de su patrona; con su vecino Patrick (Laurent Laffite) al que intenta llegarle, y con su vecina iluminada por la fe católica Rebecca (Virginie Efira), hasta que el machista agresor brutal vuelve a acometerla, en flashback y en el presente, llevándose un clavado de tijeras en la mano para tornarse fácilmente identificable y establecer una peligrosa relación sadomasoquista con Michèle que culminará en una dramática liquidación in extremis, a todo lo que da la siniestrez violada.

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La siniestrez violada navega entre numerosos personajes de toda laya y procedencias, abriendo demasiados frentes aunque siga siendo discretamente híbrida y siempre se maneje con elegancia supragenérica, sorpresivos frentes narrativo-discursivos, sustanciales o colaterales frentes: el frente thriller criminal antipoliciaco (asedio criminal, deseo de venganza por sobre todas las cosas, indagatoria extrapolicial, identificación metafísica entre perseguidor y perseguido previa al formidable Neruda de Larraín 16), el frente videojuegos (la mejor película sobre este inabordable tema desde Demonlover de Assayas 02 y sus fuentes instintivo-intelectuales y sus retorcidas estrategias creadoras), el frente neogótico (el gato voyeurista, lovecraftiana referencia a La llamada de Chthulhu, descenso corporal a los inframundos de la prisión y del sótano y hasta de la multiacechada mansión a oscuras), el frente Síndrome de Estocolmo (la víctima erotomanobsedida por su verdugo a un nivel cercano al de la obra cumbre del género: Portero de noche de Cavani 74), el frente feminista (alusión a la sacerdotisa Simone de Beauvoir ya inspiradora de tesis literarias y de feligresas potencialmente destructoras, congraciamiento con la fragilidad masculina, traidoras o contradictorias complicidades y enfrentamientos varios entre féminas), el frente abominación (¿hasta qué punto fue la chavita de 10 años una participativa aliada de su padre asesino serial de niños), el frente hereditario (hija de tigre, pintita), el frente folletinesco (peripecias melodramáticas en abundancia), el frente irónico (villanos y héroes fundidos y confundidos), el frente imperial (una completa dinastía podrida de burgueses Leblanc que nada envidian al clan insigne del I, Claudius ¿o era Aygh, Claudio? del poeta-novelista histórico Graves en versión femenina del héroe relator con su agotamiento de incapacidades psicofísicas y su caligulesca línea de ancestros paridos con cesárea y su antepasada Livia y su Mesalina en versión fálica y lo que en el circo romano se junte esta semana), el frente familiarista/antifamiliarista (un homenaje ojete al dicho “Familias, os odio” de Gide), el frente truenacocos (con sordideces de Polanski/Fassbinder/Cronenberg/Lynch/Haneke que demuestran haber pasado por allí), y así, logrando triunfar a mucha altura en todos esos frentes.

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La siniestrez violada hace un acerado retrato de mujer que quiere y consigue ser más universal de lo intuible, inolvidable y malvado, con gélido gestual archisobrio la renovada diva Huppert en el mejor momento de sus gigantescos instantes de preciosista cálculo matemático, indestructible lengua destructora que goza escanciando calificativos hirientes e invectivas y cortones a sus otrora parejas sólo para encamarlas de emergencia como el ex marido o el galán de su mejor amiga) y felonías amatorias a sus amigas, inefable sonrisa depravada al provocarle un derrame cerebral a su madre por haber anunciado su próxima boda con el amante mercenario o al causar el ahorcamiento de su padre tras avisarle de su primera visita o al tronar el matrimonio de su hijo tras hacerle consciente que su hijo de rasgos afrofranceses no puede ser suyo, entre otras monerías impasibles.

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La siniestrez violada se asienta sin piedad en el virtuosístico formal y estético, a modo de juego de encuentros o de scrabble audiovisual, hecho de contundentes secuencias cortas, ritmo sostenido y elipsis raudas del editor Job Ter Burg, interpretaciones señoriales, anotaciones agudas, fotografía ambiental sin regodeos de Stéphane Fontaine, más al final pero no lo menos importante música insinuante de la compositora Anne Dudley, recurriendo de repente al involuntario auxilio de Beethoven/Mozart/Rachmaninov/Albinoni para contrapunto irónico de las dolorosas escenas clave.

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Y la siniestrez violada se fue caminando entre tumbas con su amiga deshecha, en nombre de todas las elle/ella y todas las ellas bajo el cielo despiadado.

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FOTO: Elle, de Paul Verhoeven, se exhibirá en la Cineteca Nacional hasta el 16 de febrero.

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