Pedro Friedeberg, ante el acecho de la amistad: entrevista a Liora Spilk

Sep 23 • Conexiones, destacamos, principales • 2119 Views • No hay comentarios en Pedro Friedeberg, ante el acecho de la amistad: entrevista a Liora Spilk

 

Durante diez años, la cineasta acompañó al artista plástico y autor de la Mano-silla; un documental que desborda los límites biográficos para convertirse en un retrato íntimo de las rutinas y manías de este inclasificable creador

 

POR DONOVAN KREMER
Persistencia. Es el calificativo que describe el trabajo documental de Liora Spilk Bialostozky en Pedro, ópera prima que se estrenó recientemente. Una aproximación al artista plástico Pedro Friedeberg, quien niega ser considerado el ilustre de algún reino, menos si se trata de uno con escaleras laberínticas y arquitectura minimalista; también rechaza que lo llamen “el último surrealista”, a sabiendas de ser un artista contemporáneo fundamental, cocreador irónico del chinchismo y creador a regañadientes de la Mano-silla, pues dice detestarla.

 

En el documental, Friedeberg es seguido por una joven Liora que la atosiga con una cámara, a través de cartas y llamadas, donde no haya respiro; es el acercamiento extraño que con el tiempo y la insistencia dulce llega a ser una amistad. Pedro resulta una obra cinematográfica íntima, cargada del humor de la personalidad del pintor mexicano con ascendencia judía, que es visto en su taller manos a la talacha, en plena sobremesa con sus amigos y familia, perseguido por una serie de preguntas que resultan periodísticas y, otras, de carácter personal.

 

Personal es otro calificativo que hace de esta cinta algo más que una mera biografía o un seguimiento a los hechos (estos se dan tan naturales como el guiño; se registran momentos históricos, como el encuentro entre Pedro y José Luis Cuevas en 2016, un año antes de su muerte; o una celebración en Veracruz en casa de la crítica de arte del siglo XX, Ida Rodríguez Prampolini La Chacha, en 2020). Tampoco se trata de una cineasta oculta tras la cámara. La desafía y se entrega al escrutinio como coprotagonista que duda e ignora.

 

Liora Spilk (Ciudad de México, 1989) comenzó este proyecto en 2012, a sus 22 años, cuando a su abuela le preguntó por un cuadro de Leonora Carrington colgado en las paredes de su casa y que contiene una nota donde aparece el nombre de Pedro Friedeberg. Una cosquilla siguió a la otra. La cinta ha desfilado por el Ficunam, el Festival Internacional de Cine Guanajuato, por la Gira Ambulante y compitió la semana pasada en los Ariel, nominada a “Mejor ópera prima”.

 

En las vísperas de la premiación, Liora Spilk conversa sobre este film, propiciado del entusiasmo de una estudiante y a través del cual la realizadora creció: en edad y creatividad.

 

La cinta está nominada a los Ariel. ¿Qué sensación aparece?

 

Me siento honrada de formar parte del equipo de mujeres que están nominadas, es una edición que está cargada de poder femenino y pienso que todas las películas son increíbles, con una voz única.

 

¿Cuál era tu expectativa al comienzo del documental versus a la entrega?

 

Cuando uno empieza a hacer cine va con la idea de que el cine es algo gigante: luces, cámaras, micrófonos, ambientación, utilería, acción, Hollywood, y tenía esa pretensión: una película enorme que contara todos los hitos biográficos de Pedro y condensara toda su obra para resaltar la importancia histórica de su persona; como crecí, porque crecí con la película, me di cuenta que el cine también puede ser una cosa chiquita, personal, íntima, que uno puede ir con su camarita y eso le sucedió a esta película. Me di cuenta que Pedro se sentía mucho más cómodo, chistoso, divertido y refunfuñante si me incluía en la historia, entonces poco a poco me sumergí. Un maestro de documental me recomendó que grabara todo, entonces el camino fue hacer un film más íntimo. También en el cineasta joven existe la idea o el mito de que hay una máscara, y piensa: al personaje le voy a quitar esa máscara. Lo que descubrí es que hay muchas máscaras, hay muchos Pedros, y yo logré retratar a mi Pedro, quien me dejó acompañarlo y perseguirlo por 10 años; al final se acabó contando algo más allá de una biografía: la historia de una amistad.

 

En varias escenas, Pedro hace comentarios alusivos a su muerte. ¿Qué hubiera pasado si durante la grabación Pedro falleciera, el documental saldría?

 

Qué dura pregunta… Durante los 10 años que estuve haciendo la película, me despertaba con el terror de que algo le pasara y que él no pudiera acabar de ver la cinta, me sentí con la responsabildad histórica de retratar a un personaje que nunca se había dejado retratar. No sé si él me considere su amiga, pero yo sí lo considero mi gran amigo, así que la responsabilidad también era hacia él. Otro de mis miedos era que el documental no le gustara (se ríe nerviosa). Eran dos miedos paralelos, pero gracias a Dios es un hombre muy fuerte y vital, que sigue pintando cinco horas al día y refunfuñando y riendo, como la contradicción que es.

 

El documental es valioso como archivo histórico. Por un lado tienes el encuentro entre José Luis Cuevas, un año antes de su muerte, y la reunión con Ida Rodríguez Prampolini. ¿Qué te traen ambos momentos?

 

Uno de los objetivos fue hacer al espectador parte de esos momentos, que también sintieran el privilegio de conocer a esos grandes artistas y críticos como personas fuera de lo noticioso, que están ahí sentados y comen un pedazo de pastel mientras beben café. Por otro lado, es un homenaje a esa generación; hay cíclos históricos con sus artistas relevantes. Justo la generación postsurrealista, postruptura, es una cuya importancia histórica no se la hemos dado, y si lo hacemos, no es desde la vejez, y para mí esta etapa es muy importante, las amistades intergeneracionales cada vez son menos frecuentes, es decir, la distancia es mayor, y tratar de cerrar esta distancia es algo que procuré. La ética también estuvo presente: a la hora de retratar a La Chacha o a José Luis, pensé en mostrarlos lucidos, conversadores, sonrientes. No quería dar la imagen del “Viejito, ay mira cómo está”. Que veamos cómo son traviesos.

 

¿Qué tanto influyó en tu proceso creativo visualizar a Pedro Friedeberg dibujar o pintar? ¿Fue determinante en la composición de tus imágenes?

 

En el proceso y en la posproducción mi directriz fue: “Esto es algo que haría Pedro”, “Se asemeja a lo que hace Pedro”, porque es un artista de oficio que es bastante artesanal, pero cuando ves sus imágenes acabadas parece que las hizo en un programa de computadora. Él está sentado con regla, con lápiz o pluma, y ese sentido de ser artesanal es algo que traté de replicar. Por ejemplo, la primera animación donde lo estoy persiguiendo por sus cuadros es una metáfora de la película: yo persiguiéndolo por su mundo, y no sé si lo alcanzo o no, pero le sigo la pista, y es una animación que se hizo cuadro por cuadro, con recortes, con papel, es una técnica súper artesanal. Las cartas que ambos nos mandamos también son una forma artesanal de comunicarse, haciendo homenaje a la melancolía que él siente, pues tanto él como yo nos sentimos fuera de nuestra época; entonces todo trató de ser congruente con Pedro, y no hacer un documental biográfico tradicional al estilo: “Nacido en 1936”, pues él dice que nació como una ardilla, lo partió un rayo y de ahí nació Pedro. Busqué congruencia con su estética, metodología y carácter.

 

Con el carrusel de entrevistas vas entendiendo el tedio de Pedro a que le pregunten lo mismo, o a lo mejor lo desentiendes…

 

Más bien, han sido sopresas. La pregunta sobre qué hubiera pasado… me dio mucha tristeza, pero fue algo nuevo que agradezco que me recuerdes, que lo tengo que seguir valorando, y lo sigo frecuentando. Aunque el otro día fui a jugar ajedrez con él y jugué tan mal que me dijo que tenía que volver a jugar 20 veces porque era pésima.

 

Después de que entregas el proyecto, normalmente la pregunta obligada es ¿qué sigue?

 

Esta es mi primera película como directora, pero soy montajista de oficio, y tengo mucho trabajo de montajista y editora, que es tardado y toma tiempo, como el trabajo de Pedro, hay que imprimirle mucha dedicación. Sí me gustaría seguir dirigiendo documental: ojalá se me ocurra otra película.

 

 

 

FOTO:  Liora Spilk (1989) estrenó su ópera prima Pedro en la Cineteca el pasado 14 de septiembre; la cinta fue nominada a los Ariel.  Crédito de imagen: Cortesia Calouma

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