Peter Brook habla de esperanza

Oct 7 • destacamos, Escenarios, Miradas, principales • 5181 Views • No hay comentarios en Peter Brook habla de esperanza

Con Battlefield, este creador escénico provoca el desasosiego
de la razón, con una mirada aguda sobre la condición y la naturaleza humanas

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POR JUAN HERNÁNDEZ

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Referirnos al espacio vacío, cuando se hace referencia a la obra del director inglés Peter Brook, quien ha legado a la cultura occidental una forma profunda de pensar el teatro, parece un lugar común. No lo es, en absoluto, cuando reflexionamos sobre la complejidad de aquel concepto, que flota alrededor de su grandeza creativa, cuando se forma parte de ese lugar sagrado en donde el artista convoca a la vida, y el espacio virgen se va llenando de energías nuevas, que se suman al mundo como un milagro.


A sus 92 años, el creador escénico provoca desasosiego a la razón, con su mirada agudísima sobre la condición y la naturaleza humanas. Su razonamiento filosófico llevado al teatro, trastoca la superficialidad del pensamiento ordinario, obliga a pensar la existencia no sólo desde la preponderancia del hombre, sino a partir del lugar que éste ocupa en la imposible comprensión del universo, que de tan inmenso se convierte en nada.


En Battlefield, puesta en escena basada en El Mahabharata, la obra mítica y épica de la India, y el libro homónimo del francés Jean-Claude-Carriére –guionista de la película El tambor de hojalata, dirigida por Volker Schlöndorff, sobre la novela de Gunter Grass–, el director de escena recrea el mito de la creación, por medio del cual se reflexiona sobre las preguntas sin respuesta, en relación con el sentido de la vida. Una vida que no se circunscribe a la existencia humana, sino que abarca a otros seres, a un planeta y al cosmos en su inmensa imposibilidad de aprehensión.

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Brook conjunta formas de pensamiento: el racional y el inconsciente. La racionalidad está ahí sólo para ser trastocada por los enigmas no resueltos de la condición humana. No hay respuesta. Hay reflexión crítica, reconciliación con aquello que está fuera de todo entendimiento, perdón y, desde luego, esperanza.
En Battlefield se parte de una masacre. Tras una batalla sangrienta, dos tribus o comunidades, descubren que eran una sola familia. Viene el perdón, tras el entendimiento de aquella batalla como algo inevitable para la evolución del mundo, que ha vivido esa destrucción una y otra y otra vez.
La naturaleza se manifiesta. El planeta habla. Los animales tienen voz y se expresan con profunda sabiduría. El hombre no está sólo y es únicamente un elemento de la inconmensurable cadena de energía que constituye el cosmos.


La reflexión sobre el bien y el mal trasciende su concepción judeo-cristiana. Se hace a un lado el razonamiento maniqueo, para entender que la violencia y la capacidad de destrucción es parte de la naturaleza del hombre, como la de la víbora que pica y envenena sin ser culpable. Es el destino, ni siquiera la muerte la responsable. La muerte que está ahí, sólo para acoger a la materia que retorna a la pira original. Sin embargo, en Battlefield se desvela una forma de consciencia inmortal, eterna.
En el escenario hay casi ningún elemento escenográfico. El actor de Brook recurre a la palabra que, al pasar por su ser, se convierte en verdad. Las pausas adquieren un significado espacial visible; constituyen un discurso que da a luz la vida en el teatro.


Los actores son seres míticos, hablan con la naturaleza, piensan como seres divinos, dudan como hombres, pero resuelven los cuestionamientos con sabiduría. El rey aspira a la justicia, aunque hacer justicia implique el sacrificio del justo. Los viejos regresan al bosque, que podría figurarse como la proyección del inconsciente, a donde van a enfrentarse a la finitud, al fuego primigenio para volver a ser uno con la tierra.
Battlefield funciona como parábola, desarrollada a partir de una narración simbólica, que lleva a un replanteamiento que pone en jaque la moral de la civilización, como la entendemos en la contemporaneidad.


El de Brook es un teatro esencial, que busca la pureza del lenguaje, con base en el trabajo del actor, que no está ahí para interpretar, sino para ser. En la actoralidad que es acción, a veces imperceptible por la sutileza con la que se realiza o por suceder en el espacio interior del histrión, recae el misterio de la concepción de la obra que no está hecha de una vez y para siempre, sino que nace cada vez en el instante.


El director de escena lleva la razón al límite y ahí, en donde no se puede seguir con el pensamiento racional, parece que se desvelará el sentido esencial de la vida, sólo para permanecer como el gran secreto de la divinidad. La divinidad, que se asoma a cada instante, en la verdad que componen actores, público y el músico que cimbra lo más profundo de las entrañas con el sonido del tambor en escena.


Brook lleva la búsqueda de la verdad a la nada. Y de la nada vuelve otra vez a la angustiante vida, para permanecer como una experiencia indescifrable. Esa es la verdadera batalla, la del espíritu, que se libra apenas un instante antes de enfrentar el destino seguro: la finitud. Mientras tanto, Brook parece decirnos: “No seas impaciente, aún queda lugar para la esperanza”.

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FOTO: Battlefield, adaptación y dirección de Peter Brook y Hélene Estienne, puesta en escena basada en El Mahabharata, obra mítica de la India y en el libro homónimo del francés Jean-Claude-Carriére, con las actuaciones de Karen Aldridge, Edwin Lee Gibson, Jared Mcneill y Sean O´Callaghan, y música de Toshi Tsuchitori, se presentó en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”, 5 y 6 de octubre.

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