Peter Brook, una apertura revolucionaria del color de la piel
La muerte de Peter Brook el pasado 2 de julio permite al autor reflexionar sobre las revoluciones estéticas del cine y del teatro en la época de posguerra
POR HUGO ALFREDO HINOJOSA
I. En la década de 1960, Peter Brook fue parte de esa generación de grandes nombres del teatro de occidente, formada por Peter Weiss, Jerzy Grotowski, Jan Kott, Peter Stein, entre otros directores, pensadores y autores que revolucionaban la escena contemporánea. Heiner Müller estaba presente desde otro escenario como también Jean-Claude Carrière, Botho Strauss, Caryl Churchill, Peter Hanke, Harold Pinter, Edward Bond, Ingmar Bergman y Samuel Beckett, todos en distintas edades e intereses, sólo por mencionar a algunos.
II. De esa época de amor y paz, de posguerras y guerras presentes, se rescatan revoluciones estéticas subversivas. El espacio creativo entre Asia y Occidente se redujo, se compenetró hasta generar una sola tradición escénica que perdura hasta la fecha más allá de los puritanismos propios de cada cultura. El teatro contemporáneo es ya una mezcla de técnicas extraídas de los rincones más inesperados del orbe.
III. Durante mi época como estudiante de teatro, en una de mis lecturas (no recuerdo si fue en Teoría teatral de Vsévolod Emílievich Meyerhold o en otra publicación de biomecánica teatral) se proponía qué color de piel y fenotipo deberían tener los actores que representaran tanto las obras de William Shakespeare como de otros autores de occidente. Por supuesto, Hamlet debía ser alto, de ojos azules, barbado… y recuerdo que en nuestro país siempre es un tema de debate cómo tiene que ser Hamlet físicamente, mejor dicho todos los personajes occidentales; impensable que fuera un moreno. Este tipo de discusiones para mí siempre han sido demasiado ociosas. ¿Qué más da el físico de Hamlet, por ejemplo, cuando lo que importa es el drama y la construcción de la tragedia? ¿Acaso en esa ruta trágica el príncipe de Dinamarca no puede ser el príncipe de Nigeria? Hoy en día, sobre todo al ver teatro en inglés, cuna del bardo, Hamlet es lo mismo un negro que un hindú o que un árabe. Rescatan el drama no el físico, pero me sorprende bastante el asombro de los directores de mi generación que piensa en la revolución racial que se logra desde la escena; parece que no conocen la historia del teatro mundial.
IV. Si hablamos de la herencia del teatro de Peter Brook, más allá de su espacio vacío y sus consideraciones del drama, la dirección y la dramaturgia, lo que más interesa fue su rompimiento con el puritanismo occidental y la inclusión de actores, de diferentes tradiciones, colores de piel, lenguas y sueños. La conformación icónica en su momento de la compañía internacional de Peter Brook, se debe en parte a Jean-Louis Barrault y a su Teatro de las Naciones, que llevaba a cabo un trabajo plural donde las tradiciones del mundo se reunían en una sola voz, síntesis creativa que intuyó y comprendió Brook de inmediato.
V. Pienso que la consumación y rompimiento del canon del teatro occidental lo propició Brook con su puesta en escena del Mahabharata, que luego fue película en versión de Jean-Claude Carrière, en la que colaboraron Ciarán Hinds, Ryszard Cieslak, Hélène Patarot, Yoshi Oida, Tapa Sudana y Erika Alexander, entre otros grandes actores multiculturales. Por supuesto, se puede argumentar que no fue Brook si no Barrault, o el propio Eugenio Barba, o el que la crítica desee, quienes de alguna forma generaron también esta revolución, sin embargo, el alcance internacional de Brook no tenía parangón y el ejemplo a seguir fue él.
VI. Durante mi estancia en el Royal Court Theatre aún noté cierto tradicionalismo cultural y sajón donde el teatro de Shakespeare, por lo menos, era cuasi sagrado y lo era aún más la repartición de sus personajes entre actores de prestigio (ni qué decir del teatro contemporáneo). Para mi sorpresa, vi en el Old Globe una representación del Romeo y Julieta con una actriz negra. Ahora, más de una década después, se ha comenzado a romper el paradigma de la piel. ¿Qué más da quién interprete a Macbeth, a Coriolano, a Hamlet? Mientras que el actor tenga buena factura, lo demás no importa… es una idea, ya que el tradicionalismo siempre estará presente.
VII. Como suele ocurrir, lo que hoy se presenta como vanguardia se viene gestando hace más de seis décadas. Por supuesto, de ese Mahabharata entusiasmaba más la pluralidad actoral que claramente daba juego a una puesta en escena infinita. Los paradigmas que se rompen en pleno siglo XXI acerca de la representación escénica y sus posibilidades invitan a mantener con vida no sólo al teatro clásico sino a revalorar y dimensionar, por ejemplo, el drama desde la fabulación que atrae o repele al espectador. Por supuesto, hoy resulta anacrónico el que desee un Hamlet rubio.
VIII. Lo que más extrañé de Brook en su carrera fue su cine; sencillamente no encontró en ese lenguaje la posibilidad que le daba la escena, además de argumentar el proceso largo y costoso que significaba una película. Entre El señor de las moscas, El rey Lear, Marat/Sade, Seven Days… Seven Nights…, Marat/Sade fue sin duda la cumbre de su cine, fue la cuna, mapa y territorio para un estilo de cine europeo donde el peso del trazo escénico marcaba tanto la diferencia entre directores meramente cinematográficos y directores escénicos llegados al cine. Ambos estilos gestaron grandes obras. ¿Quién diría que Persona de Ingmar Bergman era anquilosada por ser tan teatral? O inclusive El huevo de la serpiente. Vale la pena decir que el lenguaje teatral de Bergman y Brook era uno de cuadro a cuadro, gestar la plástica y contar la historia, como también lo hizo Stanley Kubrick, sobre todo en The Killing, y luego en Barry Lyndon. Hoy, el cine parece encorsetado; todo sabe a lo mismo.
IX. Sin duda alguna, el teatro contemporáneo le debe mucho a Peter Brook. Él se encargó de eliminar el peso racial de la escena europea; hoy, teatro y cine ha entendido hasta cierto punto que, así como la demografía cambia las historias contadas en las tablas o en la pantalla, debe apelar por fin al público, a ese que debe reconocerse y ser uno con la tragedia y la comedia sobre el escenario. El puritanismo no puede existir en las artes como tampoco un apartheid por colores de piel, fenotipos o acentos del lenguaje. Entendamos de Brook el cosmopolitismo propio del arte, pero, dicho sea de paso, los creadores también deben alejarse del victimismo…
Mucho que pensar.
FOTO: Imagen de Marat/Sade, de Peter Brook / Especial
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