Placeres y peligros de las drogas
El escritor Huberto Batis comparte su experiencia con algunas sustancias prohibidas, cosa seria y placentera que pierde su misticismo cuando se pierde la dimensión de la saciedad e interviene la codicia del mercado
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POR HUBERTO BATIS
Llevo dos semanas fuera del hospital Médica Sur, en donde pasé mis “vacaciones”, unas vacaciones dolorosas, con muchas molestias por neumonía, ya que te hacen respirar con oxígeno a presión muy elevada, y ahora me entero que en la Universidad hay una guerra entre narcomenudistas por el control del nefasto negocio. Ha habido muertos porque se están balaceando entre ellos. Se dice que el cártel de Tláhuac se ha apoderado de la Ciudad Universitaria. El rector Enrique Graue ha puesto en el tablero electrónico del Estadio Olímpico la frase “Fuera narcos de la UNAM”. Da mucha pena ver el peligro en el que hoy están los jóvenes.
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Tengo que confesar que la primera vez que probé la mariguana era chavito. Fue una experiencia muy desagradable. Mucho tiempo después, por ahí a inicios de los años 80, me visitaron unos alumnos y me invitaron a probar una sustancia con la que tuve una experiencia muy extraña. Cuando yo decía algo, alguien me contradecía. Yo volteaba para atrás y quien me contradecía era yo mismo, desdoblado, que me decía: “¡Mentiroso! ¡Exagerado!”
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En otra ocasión me fui de paseo con otros alumnos. Uno de ellos llevaba una gomita verde, yo creo que era hachís. Sacó una lata de Coca Cola, se la echó y la disolvió ahí, nos la tomamos y agarramos la carretera. Fue un viaje muy placentero. Íbamos rumbo a Cuernavaca, muy felices, cantando. Antes de llegar a Tepoztlán, al pasar por las grandes moles de roca de los que quizá fue un antiquísimo volcán, los peñascos enormes que se levantan tomaron vida y comenzaron a amenazarme. Me decían: “Te vamos a aplastar cuando pases”. Yo sólo cerraba los ojos y aceleraba.
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Una vez que llegamos al paraje placentero me subí a una enorme piedra caliente. Fue una experiencia tan agradable que empecé a quitarme la ropa. Mis amigos se unieron a esta aventura nudista. Así disfrutamos el atardecer. Yo veía cómo cada plantita adoraba al sol, cómo las arañas, los gusanos, las orugas, los chivos, los burros, todos adoraban al sol. Experimenté la divinidad del sol que nos revelaba el hachís.
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De ahí nos fuimos a Cuautla y le dimos la vuelta al volcán Popocatépetl. Así descubrí que por detrás no tenía nieve, que en la época en la que el sol está fuerte se derrite. Luego fuimos a cenar a la plaza de Puebla y regresamos a la Ciudad de México. A nuestra llegada vimos la ciudad llena de luces en medio de toda la oscuridad. Fue una experiencia maravillosa. Teníamos alterados los estados de la mente, la sensibilidad. Me pregunto ¿qué es la belleza? Pues es la apreciación del orden natural, y la organización del mundo captada a través de los sentidos y llevada a la inteligencia.
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Ya he platicado de otros días felices que tuve bajo el influjo de las drogas, el goce prudente que experimenté con sustancias que algunos alumnos manejaban y me llegaron a invitar. Si un joven quiere conocer las drogas debe acercarse con precaución, asistido por maestros que lo instruyan en su uso. No recomiendo a nadie tener este tipo de experiencias si no van de la mano de guías, como cuando se visitan parajes peligrosos en la montaña o en las riveras de los ríos o aguas termales, de las grutas, por ejemplo de Cacahuamilpa.
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Hoy se habla de la mariguana con mayor tranquilidad. Cuando llegué a la Ciudad de México en los años 50 no se mencionaba siquiera. Sus consumidores eran outsiders. Mis amistades empezaron a hablar de la mariguana ya hacia los años 70. Yo tenía colaboradores del suplemento sábado que diario le atizaban a la mariguana. Lo curioso es que todos a los que yo conocí y que se drogaban con más frecuencia han muerto. A la larga, si eres un consumidor habitual, te pones en peligro y se reduce tu esperanza de vida.
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Ciertamente en la Universidad nunca hubo tanto peligro como hoy. Los líderes del narcomenudeo se disputan las ganancias fuertes y entonces se recrudece el peligro. Lo grave es cuando ya se dan balaceras. Eso quiere decir que es un momento riesgoso. Todos los días han estado agarrando criminales en Ciudad Universitaria y ya hubo dos muertos que por fortuna no eran estudiantes. Esta es una época turbulenta. Ahora es cuando hay que buscar tiempo para agarrar a esas sabandijas que dañan la salud de los estudiantes.
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Si legalizaran la mariguana se reducirían los peligros para los consumidores. Habría mayor supervisión sobre su comercio y los consumidores no tendrían por qué acercarse a malas compañías. Sí soy partidario de que, así como en Estados Unidos hay estados que lo han hecho, en México se vaya aprobando la legalización de la mariguana, empezando por la cantidad que cada persona podría portar para su consumo.
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FOTO: Huberto Batis degusta un destilado a inicios de los años 60. / Cortesía Huberto Batis.
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