Pliegues: el cuerpo poético
JUAN HERNÁNDEZ
El cuerpo como objeto de culto en la cultura contemporánea es uno de los ejes medulares de la coreografía Pliegues, de Miguel Mancillas (Hermosillo, Sonora, 1963), en la cual se vinculan creativamente dos aspectos esenciales: la pasión y el pensamiento.
La pieza, escenificada el fin de semana pasado en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario, con la compañía Antares Danza Contemporánea, se desarrolla sobre la tesis de que la danza no sólo se siente, también se piensa, y es expresión humana que refleja el estado del ser y del mundo.
El coreógrafo crea una obra provocadora, que transgrede los clichés de la acción corpórea en la cotidianidad e invita a reflexionar acerca del valor del cuerpo social, político y poético. Es decir, el cuerpo creador de símbolos, que se coloca en el centro de los debates esenciales en el devenir histórico de la humanidad.
No se trata más del cuerpo como instrumento para la satisfacción de las necesidades materiales de supervivencia, sino del vehículo por el cual se expresa el espíritu. La búsqueda de identidad, de sentido de la vida, se experimenta —parece decirnos Mancillas en Pliegues—, a través de la conciencia de que el cuerpo es lo que somos y que no estamos separados de él.
La coreografía hace una crítica severa con respecto a los prejuicios alrededor del cuerpo. Desde los atavismos religiosos hasta las pesadas cargas que descansan en él, debido a los modelos de belleza establecidos por la publicidad y el mercado; así como el lugar que se da al cuerpo reificado —despojado de su característica humana y dotado de la naturaleza de las cosas— en el sistema de consumo.
En ese sentido Pliegues es una obra que no parte de la intuición, es sobre todo pensamiento. Expresión de ideas que se manifiestan a través de los cuerpos de los bailarines que realizan un proceso de introspección. Los intérpretes trabajan con sus emociones y, sobre todo, con su capacidad para intelectualizar sus acciones en escena.
Mancillas es un coreógrafo riguroso, que maneja una estética preciosista, amante del modelo clásico que se refleja en los cuerpos proporcionados y de músculos fuertes de los bailarines. Junto a los intérpretes consigue un lenguaje que aspira a tener identidad. Lo logra. Su discurso es coherente y la creación de la obra es manifestación poderosa de la imaginación y la capacidad de abstracción.
El despliegue de recursos en escena busca lo esencial, una asepsia visual que se logra a través del rigor con el cual se teje cada una de las partes de la coreografía. Toda la composición en Pliegues parte de los cuerpos de los bailarines, son ellos los que brillan y visten la escena, son sus torsos, piernas y brazos, la expresión de sus rostros, así como la coloratura emocional de sus interpretaciones, lo que da sentido a la propuesta escénica.
Es el cuerpo en el que se busca el sentido de identidad, en el que se libran las batallas del placer y de la culpa, el que consume pero también es ofrecido para ser consumido en el mercado voraz. El cuerpo como objeto de debate en esta época, en la que se vive un estado de emergencia en relación con la pérdida de identidad y la crisis del espíritu.
La fascinación que el coreógrafo Miguel Mancillas ha manifestado por el cuerpo como creador de símbolos y de universos poéticos, se expresa de manera consistente en Pliegues, su más reciente creación dancística; obra de madurez, en la cual el artista consigue sintetizar sus preocupaciones sobre la dimensión inconmensurable de la significación corpórea.
El coreógrafo es, ante todo, un pensador; como lo son los bailarines que se comprometen de manera entrañable con el objetivo de la puesta en escena. Y es que Pliegues no es danza en el sentido tradicional —en la que los intérpretes bailan basados únicamente en la técnica—, por el contrario exige a los bailarines despojarse de lo aprendido para crear nuevos códigos de movimiento y, por lo tanto, de expresión.
Resalta sin duda Isaac Chau, bailarín-creador veterano, de cualidades técnicas e interpretativas excepcionales, creador de lenguaje y de discurso, conocedor de su cuerpo, al cual lleva a transgredir sus límites. Riguroso es también el trabajo de los bailarines Tania Alday, Ulises Corella, Joel Durazo, Paula Ornelas, Omar Romero, David Salazar y Diana Salazar, quienes junto con Mancillas permiten que Antares Danza Contemporánea se mantenga como una de las compañías consolidadas y reconocibles en la escena nacional e internacional.
*El cuerpo como objeto de culto en la cultura contemporánea, uno de los ejes de “Pliegues”, de Miguel Mancillas/Manuel Mendoza/Danza UNAM.
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