La tierra de los muertos como libro abierto
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En este libro, Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2018, desfilan las voces poetizadas de los migrantes asesinados. Es un palipsesto que abreva lo mismo de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias que del modernismo norteamericano
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POR LEONARDO IVÁN MARTÍNEZ
Escribir sobre los márgenes de un libro siempre ha sido una necesidad de todos los humanismos, pero un acto todavía más necesario es escribir sobre los seres que pueblan esos márgenes; los hombres y mujeres que la historia arrinconó en la orilla, en lo más estrecho del territorio de una página. Centroamérica es una región estrecha del mapa, pero si estiramos cada uno de sus pliegues, encontraremos una amplia ánfora que acoge las riquezas intangibles de sus gentes. El Libro centroamericano de los muertos, del poeta chiapaneco Balam Rodrigo (recientemente ganador del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2018), es una múltiple y grata sorpresa para el lector de poesía consciente de los hechos que laceran nuestra historia actual.
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Como bien señala el autor desde las primeras páginas, este poemario es un palimpsesto; con distintos niveles de lectura que se superponen, pero que no impiden la apreciación de las líneas y los trazos de mayor profundidad. El primero de estos niveles de lectura, y tal vez el más evidente, es un ejercicio de intervención y ampliación en letra cursiva ―y empleados como epígrafes― de algunos fragmentos de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias de fray Bartolomé de las Casas. Con esto el poeta busca exponer al “Muy alto e muy poderoso Lector” que esa destrucción descrita por el padre dominico en 1552 no ha cesado: “Todas las cosas que han acaecido en México, contra los migrantes centroamericanos en tránsito hacia Estados Unidos […] entre éstas son las matanzas y estragos de gentes inocentes”. La sintaxis de los elementos paratextuales del poemario, [post]prólogo, posfacio y dedicatorias, se insertan también en este nivel.
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El segundo nivel es de carácter fotográfico y testimonial. Al inicio y al final del libro hay dos fotografías de familia; las acompaña un amplio y descriptivo poema que funciona también como pie de foto. Para estos poemas titulados “Álbum familiar centroamericano”, Balam Rodrigo no tuvo que ir a los archivos históricos, le bastó con abrir la colección de fotografías familiares para contar la vida de los migrantes, sus entrañables hermanos y amigos que “compartieron el café/ y las tortillas en la mesa de cedro de nuestra casa/ en Chiapas, entre 1981 y 1987”. Es muy probable que el trending topic de los últimos meses (la política migratoria de Donald Trump) haga pensar al lector mezquino o mal intencionado que estamos frente a un libro oportunista. Sin embargo, el tema de las migraciones es un fino cedazo que conecta, con mayor o menor profundidad, no sólo la obra poética de Balam Rodrigo sino su vida misma.
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En el tercer nivel del Libro centroamericano de los muertos se aprecia la coexistencia de distintas tradiciones poéticas. Balam Rodrigo toma, como dice Ángel Rama, esas fuentes nutricias para darles energía y sostén a esos muertos que levantan la mano y la voz a lo largo de su poemario. Por un lado hay un eco de la tradición del modernismo norteamericano. Al igual que Edgar Lee Master con su clásico Spoon River Anthology (1915), o tal vez como Juan Rulfo y su mítica Comala en Pedro Páramo (1955), Balam Rodrigo reordena las piezas y reproduce en primera y segunda persona las historias que escuchó desde su infancia. De este modo, la voz de los muertos se alterna con poemas de fuerte carácter autobiográfico en los que se presume el candor de un infante o adolescente (el poeta) que es testigo de la diáspora centroamericana que huía –primero de la guerra, después de la carencia y la violencia– a México y los Estados Unidos.
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Hay poemas que como título llevan un topónimo y sus coordenadas geográficas, pero la voz que se despliega en éstos es la de las víctimas de la violencia en nuestro país en su trayecto a la frontera norte. Desfilan las voces poetizadas de la mujer víctima de la trata de blancas, los migrantes asesinados por los narcos mexicanos o los maras salvadoreños, los cuerpos mutilados de los pasajeros que se encaraman a La Bestia; dicho de otro modo, son “autobiografías” post mortem, como las que Lee Masters escribió como epitafios en la necrópolis del ficticio pueblo de Spoon River. De este modo el Libro centroamericano de los muertos es también un mapa, una cartografía de la barbarie: “Entre los rieles de este libro yace mi lengua: descuartizada” (p. 67).
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Hay otro conjunto de poemas que llevan como título un nombre de pila. Estos son poemas que se acercan más a la biografía. En tiempo pretérito, la voz del poeta rememora las figuras de los centroamericanos que pasaron por su casa durante su infancia: “Busco los rastros de la infancia como quien busca/ una pepita de oro en la basura” (p. 66). De este modo el poeta se apropia de los dolores y las miserias que le han rodeado. Es por esto último, de la miseria de los hombres, que no es extraño encontrar la biografía de un exmilitar salvadoreño o la “autobiografía” de un sicario de la banda criminal Los Zetas: “Mi nombre comenzó a sonar desde que lo escribí con sangre en las paredes de la cárcel de Cojutepeque en El Salvador […] En México todas las fosas son comunes, y sin contar la mía, llené docenas” (p. 61).
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En este libro de Balam Rodrigo resuena también hondamente El Tajín (1965) de Efraín Huerta; poema que coloca a su lector en el umbral del reino de los vivos y el reino de los muertos. Lo que ya había logrado Juan Rulfo con Pedro Páramo (1955) y Huerta con El Tajín, Balam Rodrigo lo extrapola y lo jala a los márgenes, a los rincones de nuestra geografía y nuestras contradicciones como sociedad mexicana. “Y una orquesta de fuego y aire herido/ irrumpe en esta casa de los muertos/ – y un ave solitaria y un puñal resucitan”. Como esa ave solitaria, el libro más reciente de Balam Rodrigo resucita de entre los muertos, hace homenaje a las víctimas y victimarios, que son al mismo tiempo víctimas de la misma violencia.
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FOTO: Balam Rodrigo, Libro centroamericano de los muertos, Fondo de Cultura Económica-Secretaría de Cultura-INBA-Instituto Cultural de Aguascalientes, 2018, 142 pp.
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