Ni arlequines de la crisis, ni miembros de la Orquesta del Titanic
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La emergencia sanitara acentuó las carencias en la cultura, un sector que más que recetas y discursos necesita acciones transversales entre secretarías de Estado
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POR CARLOS LARA G.
La crisis provocada por la emergencia sanitaria del Covid-19 rebasa por mucho a la Secretaría de Cultura y a la secretaria de Cultura. Su impacto no solo está siendo en el desarrollo del arte y la cultura, sino en la generación de empleos directos e indirectos, en la derrama económica y en la ocupación hotelera que generan festivales, presentaciones de libros, cursos, conferencias etcétera. Por si fuera poco, han desaparecido instituciones culturales y viene un presupuesto recesivo para el sector, un sector que no es prioritario en este gobierno.
Lo anunciado hasta el momento por la Secretaría es, en el mejor de los casos, un programa para ayudar a los creadores a pasar la setentena. Lo solicitado, por algunos miembros de la comunidad cultural, quitando adeudos y cancelaciones, es una especie de bono por ser artistas. Si la Secretaría de Cultura actuara como Secretaría y no como Conaculta, estaríamos ante otro escenario. Pero parece no tiener siquiera un estimado del impacto que generará la emergencia sanitaria, se ha limitado a dar a conocer una reunión entre titulares de Cultura de los estados ¿para qué? ¿Para hablar del poder de la cultura, de la cohesión y el tejido social…? La posible solución no está en la nomenclatura cultural del país, ahí está el problema en todo caso. La posible solución está en la transversalidad de las acciones que pueda generar con sus homólogos de Hacienda y Trabajo, en el corto plazo, y con Educación, Economía y Turismo en el mediano. Es penoso ver que la única acción transversal que han implementado es la de aplaudir los caprichos presidenciales en Twitter.
Contigo en la distancia
La iniciativa es buena. Producto de la presión generada en redes sociales y diversos medios de comunicación. Sin embargo, invitar a los artistas y creadores del país a dar mensajes de esperanza a través de las redes, agrupar contenidos televisivos y auditivos generados por medios públicos y diversas instituciones culturales nacionales y una cartelera de cine, música y literatura, para hacer más llevadero el mensaje #QuédateEnCasaYa, si bien no es suficiente, podría servir para que los artistas, creadores y promotores culturales, en la nueva normalidad, pasen de ser los arlequines de la crisis, a prestadores de bienes y servicios culturales.
Esperemos que su situación económica y social cambie después de todo esto, porque son quizá los agentes más generosos después del ejército de médicos, enfermeras y emergenciólogos. Son ellos, una vez más, quienes trabajan al día, sin derechos ni garantías laborales, quienes han estado ahí, en la segunda línea de contención dando el do de pecho. Alegrando el momento, animando, cantando, leyendo y motivando el espíritu ciudadano, con mensajes de esperanza. Si después de esta crisis no hay una revaloración social de la vida cultural, de las condiciones laborales de los artistas y creadores, de la necesidad de crear empleos dignos para el sector, recordar no será volver a vivir, sino comenzar a morir de nuevo. Porque el gobierno tendría en la comunidad artística y cultural a la orquesta del Titanic. Una gran agrupación encargada de amenizar crisis.
Dignificar verdaderamente el trabajo artístico y cultural
Dignificar el trabajo de los artistas y creadores (o como dicen los amantes de la mentalidad sindical) de los trabajadores y trabajadoras de la cultura (por aquello del género), es una tarea compartida entre la Secretaría de Cultura y el sector. A la primera toca combatir las “McReglas” que rigen los contratos de prestación de servicios, que no generan más que McJobs; trabajos mal pagados, sin cláusulas de cancelación para remuneraciones proporcionales, sin derecho a salud, con envío a casa sin goce de sueldo si estás en un determinado capítulo… Pero sí pagan impuestos. ¿Dónde queda entonces el espíritu de nuestro artículo 123 constitucional y su legislación secundaria? Que sostiene que “A trabajo igual salario igual” y eso de que “toda persona tiene derecho al trabajo digno y socialmente útil; y que para ello se promoverá la creación de empleos y la organización social de trabajo, conforme a la Ley Federal del Trabajo. ¿Y qué decir de los salarios mínimos? Señala que: “deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”.
Por todo esto es necesario poner sobre una mesa de negociación mejores condiciones para el ingreso, por ejemplo, al régimen voluntario del sistema de salud, para otorgar protección médica a los trabajadores del sector, considerando que sus actividades no son continuas como la gran mayoría. Asimismo, dignificar los contratos. Secretaría de Cultura debe poner el ejemplo en este rubro como instancia empleadora preferente.
Es verdad que diversos países del mundo están haciendo frente a esta emergencia sanitaria con planes emergentes, aprobación de recursos extraordinarios y emisión de líneas de crédito, pero hay que decir que son países donde esta actividad creativa de estas denominadas industrias culturales, están en la formalidad. No es el caso de México. Sin embargo, en América Latina hay países como Ecuador, que están atendiendo las demandas del sector a partir de dos criterios: que formen parte de la red de creadores y gestores del país, y que les haya sido cancelado un proyecto por el Covid-19. En México, uno de los problemas es la informalidad, tampoco existe un censo de artistas y creadores. Véase el caso de los artesanos, que es el sector cultural que más mueve la aguja del PIB en materia de cultura, y no fue considerado en el programa Contigo en la distancia. Y no existen padrones por una bizantina razón. Porque en las reuniones con ese propósito se la han pasado intentando definir qué es cultura, qué es arte, artista, artesano, creador; que si son sujetos de derecho u objetos de estudio etc. Creo que es necesario superar la discusión y abrir paso a una Política Fiscal para el Arte y la Cultura. Esta coyuntura es una oportunidad impostergable para ello. No se trata de acompañar la coyuntura y repartir dinero por el solo hecho de ser considerados artistas, sino de generar una estructura jurídica y normativa para ejercer la digna profesión de creador y promotor del arte y la cultura.
La Recomendación Unesco de 1980
Desde antes de la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, los Estados Miembros de la UNESCO, México entre ellos, observaron en esta Recomendación la situación profesional, social y económica de los artistas. En particular la imperiosa necesidad de contar con un marco promotor de la libertad de expresión artística. Se referían a las condiciones materiales que facilitaran la manifestación del talento y la creatividad, “en su acepción más amplia y completa”. Se propusieron que esto fuera parte integral de la vida. Dicha Recomendación reconoce al agente artístico como individuo y colectividad. Presenta una serie de medidas para mejorar su condición, tales como el reconocimiento de las libertades y derechos morales, económicos y sociales, así como el lugar que deberían ocupar en una sociedad, en vista del importante papel que están llamados a desempeñar en ella. Conmina a los Estados Miembros a mejorar la situación profesional, social y económica de los artistas mediante políticas y medidas relacionadas no solo con la formación, sino también la seguridad social, el empleo, las condiciones fiscales de ingresos etcétera. México es compromisario de este documento. Ahora bien ¿debe el Estado otorgar dinero a los artistas por el solo hecho de serlo? Me parece que no. Insisto, el creador, artista o como gusten llamarlo, cuando trabaja para alguna institución pública de cultura, es un intermediario o mediador cultural a través del cual los bienes y servicios culturales que debe prestar el Estado, a las comunidades, a los ciudadanos. No es el destinatario final de los recursos y acciones del Estado en esta materia. Es también destinatario, sí, por su calidad de ciudadano, pero ante todo mediador de un proceso, por la realización de su profesión en una actividad por la que cobra. Un grupo de colegas se ha movilizado en este sentido desde hace meses con más entusiasmo que tino, bajo mi punto de vista. Sé de sobra que no se vive del aplauso, pero solicitar dinero al Estado para sortear la cuarentena, es entendible solo como parte de una coyuntura; fuera de ella me parece que poco ayuda a dignificar el trabajo del sector. Lo mismo que los espacios culturales independientes, alternativos, en resiliencia, que no viven del aplauso, espacios culturales en cuarentena, en confinamiento, etcétera, por el solo hecho de ser espacios culturales. Resulta improcedente.
La solución en manos del problema
Por todo lo anterior, la respuesta de la Secretaría de Cultura federal ha sido más coyuntural que estructural. Su mal manejo de prensa la ha llevado de un extremo a otro; de lamentables ausencias a lamentables mentiras. La transferencia de 320 millones de pesos a los estados es el ejemplo más reciente. Así las cosas, sus constantes llamados a la comunidad artística y cultural son en realidad una invitación a integrar la Orquesta del Titanic para para amenizar el hundimiento social y laboral provocado no solo por la crisis sanitaria, sino también por la pésima actuación del presidente en la atención y manejo de la misma. El mensaje parece ser el de no pasa nada, sigan tocando, mientras el populismo destructor estanca el presupuesto cultural (por cierto, es la única curva que han podido aplanar), mientras continúan los caprichos presidenciales del Centro Cultural Chapultepec en el centro del país, el invasivo Tren Maya en el sureste, la compra de un estadio de beisbol en el norte y la escuálida visión agrícola de la 4T que alguna vez llamaron “El poder de la cultura”. Sigan tocando… Volvió la cultura del poder, de un solo hombre. De ello dan cuenta la desaparición del Fonca, la absorción del Foprocine y el intento de desaparición del Fidecine. Entendamos que la hipoxia que asfixia al sector cultural proviene de la economía moral que intenta instaurar el presidente; economía enemiga y contraria a la economía creativa, en la que México es líder continental. Entendamos que la defensa de las instituciones culturales es una defensa por la libertad creativa. Entendamos que, en materia de cultura, la solución está en manos del problema.
En 2006 la escritora Elena Poniatowska presentó lo que según ella y la pléyade de intelectuales de izquierda de chaqueta de pana con coderas consideraban era un programa cultural para el ahora presidente. Aquel intento de propuesta, publicado en diversos medios, era en realidad una oda al petróleo y al elote. Hoy están viendo su sueño realidad. Para qué pensar en ir al espacio, dirán, si vamos a tener un tren, para qué energías limpias, mejor el carbón, para qué una economía creativa, mejor una economía moral para acomplejados, para qué universidades con estándares de calidad, mejor universidades con estudiantes felices sin exámenes ni eficiencia terminal; para qué el PIB si podemos medir la felicidad, para qué invertir en ciencia y tecnología si tenemos trapiches, bombas de mecate, carbón, elotes, piña de miel y petróleo. El problema del populismo mediocre y acomplejado de la 4T no es la bisoñez de sus operadores, sino esa política de bajar el techo en lugar de subir el piso.
La citada Recomendación de 1980 relativa a la Condición del Artista, no llama a los Estados a conceder privilegios especiales, sino derechos. Cuando todo esto pase y estemos en condiciones de presentar una propuesta al Poder Legislativo, lo haré con un grupo de colegas. Creo que si las personas trabajadoras del hogar lograron llenar el vacío legal del que se aprovechaban sus empleadores para no incluirlas dentro de la seguridad social, los artistas, creadores y promotores culturales también pueden lograrlo. Solo espero que haya condiciones y que a los artistas, cradores y promotores del arte y la cultura, no se les vea ni como los arlequines de la crisis, ni mucho menos como los integrantes de la Orquesta del Titanic.
Habremos de considerar en la negociación el reporte de la Organización Mundial de la Salud, que en el marco de la emergencia sanitaria ha recomendado, por primera vez en su historia, incluir el arte y la cultura en los sistemas sanitarios por sus contribuciones a la salud. La Declaración de la Asamblea General de Naciones Unidas de 2021 como el “Año internacional de la economía creativa para el desarrollo sostenible”, y los eventos conmemoraticos de los 40 años de la firma de la “Declaración de México sobre políticas culturales”. Un marco perfecto para la revaloración del trabajo de los artistas, creadores y promotores del arte y la cultura.
FOTO: Una artesana ofrece sus productos en un mercado turístico de Acapulco, Guerrero./ David Guzmán / EFE
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