Poniente, en clave menor
POR JAVIER MUNGUÍA
A la par que los frondosos tomos de Canción de hielo y fuego, que ya suman cinco, George R. R. Martin ha ido escribiendo una serie de novelas cortas que funcionan como precuela de su gran saga de fantasía heroica. Las tres conocidas hasta el momento (se esperan entre seis y doce más) han aparecido originalmente en antologías de varios autores: en Leyendas, de 1998, “El caballero errante”; en Leyendas II, de 2003, “La espada leal”; y en Guerreros, de 2010, “El caballero misterioso”. Los seguidores las llaman Cuentos de Dunk y Egg, y Penguin Random House, a través de su sello Plaza y Janés, las ha reunido este 2015 en un solo volumen que funciona como aperitivo para que la espera por el sexto libro de la saga, Vientos de invierno, no resulte demasiado larga.
Puestas en el contexto del gran entramado de esta serie narrativa, las tres novelas breves que nos ocupan lucen como piezas menores. Contra lo que creen sus detractores, que en el mejor de los casos le conceden el estatus de placer culposo, Canción de hielo y fuego es un poderoso prontuario de pasiones humanas cuyo eje es el poder: anhelarlo, conseguirlo, ejercerlo, perderlo.
A diferencia de otras sagas de fantasía heroica en las que la perspectiva dominante o única es la del héroe, en esta el foco rota de capítulo a capítulo. Dicha alternación no es un mero recurso formal: como muestra el libro Filosofía de hielo y fuego, de Bernat Roca, Francesc Vilaprinyó y David Canto, buena parte de los personajes principales representan posturas filosóficas concretas y enfrentadas entre sí. Los “villanos” no aparecen distanciados: se les disecciona desde dentro. Aquí el mal no es una fuerza externa e incomprensible que lucha por dominarnos, sino una posibilidad latente, enclavada en nuestra propia condición. Aunado a esto, un pulso narrativo que si bien tiende a la desmesura, sabe desgranar conflictos y crear expectativas con sabiduría.
En los Cuentos de Dunk y Egg, de todo ello se mantiene el buen pulso narrativo. El Poniente de estas novelas breves es uno muy simplificado. La perspectiva es una sola: la de Dunk o sir Duncan el Alto, un caballero errante muy pobre que se mete en líos peliagudos por su irreprimible vocación de justiciero. Lo acompaña su escudero Egg, un chiquillo calvo, de noble entraña, cuya verdadera identidad se nos escamotea hasta muy avanzado el primer libro (el dato resulta relevante para la trama de dos de las novelas y el futuro del reino). La acción de estas historias transcurre unos cien años antes de que el juego de tronos se ponga en marcha.
En estas narraciones vemos a un George R. R. Martin mucho más convencional que en los libros principales de su serie: el orden cronológico es estricto y hay un solo protagonista con el que simpatizamos muy pronto. Esta perspectiva es cómoda y nada inquietante (el mal está en los otros), a diferencia del multiperspectivismo de Canción de hielo y fuego, que nos obliga a ponernos en los zapatos de personajes muy diversos, algunos de los cuales carecen de escrúpulos. Juntos conforman un rico mosaico de abigarrados ímpetus.
No quiero decir que esa forma de narrar sea defectuosa en sí misma. El héroe simpático y moralmente encomiable es protagonista de innumerables ficciones logradas. Tal vez incluso sea el protagonista natural de los relatos heroicos. En el caso de los Cuentos de Dunk y Egg, sin embargo, es inevitable establecer paralelismo con Canción de hielo y fuego y notar que Poniente se ha empobrecido en varios sentidos.
No es sólo que el punto de vista sea único y sin claroscuros: es que estas novelas breves están privadas de la ambición y de la profundidad de sus hermanas mayores. Parecen un descanso, una vacación que se da Martin entre tomo y tomo de su saga. Aun cuando sepamos que Dunk y Egg serán actores capitales en el futuro de los Siete Reinos del Poniente, en estas tres novelas no dan sus batallas más gloriosas, sino unas que tal vez no era necesario que se contaran a detalle: habría bastado con referirlas al paso.
Un documental, una enciclopedia publicada este año (El Mundo de Hielo y Fuego) y los muchos portales dedicados a esta saga dan cuenta de hasta qué punto George. R. R. Martin conoce a detalle, a lo Tolkien, el pasado histórico de los hechos narrados en ella y la genealogía completa de sus distintas casas nobiliarias. Se entiende, pues, esa suerte de engolosinamiento que lo lleva a escribir relatos sin demasiada trascendencia ubicados en ese mundo, con la única excusa de ampliarlo. ¿Será que libros como El caballero de los Siete Reinos requieren fanáticos y no simples lectores?
Dicho lo anterior, no pintemos tan negro el panorama. No será tedio sino agrado el que se procuren los lectribidores de estas precuelas. El gran narrador que es Martin aflora también en ellas. Las tres funcionan como mecanismos de relojería: la introducción, el conflicto que se echa a andar pronto y se intensifica hasta un clímax y un desenlace satisfactorios. Hay peligros que amenazan la vida del protagonista, sorpresas, emociones, una amistad conmovedora, una que otra muerte inesperada y la promesa de más aventuras. Digamos que este es un Martin menor pero competente: inocuas, tal vez innecesarias, pero divertidas, sus historias.
*FOTO: La saga narrativa de George R. R Martin ha sido adaptada para la serie de televisión Juego de Tronos/Especial.
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