En busca del hijo perdido de Porfirio Díaz

Oct 27 • Conexiones, destacamos, principales • 16675 Views • No hay comentarios en En busca del hijo perdido de Porfirio Díaz

A modo de una crónica a cuatro manos, Ángel Gilberto Adame y Carlos Tello Díaz comparten cómo algunos cabos sueltos, una hipótesis y una intensa correspondencia electrónica los llevaron a hacer un rastreo en archivos históricos y parroquiales para dar con el enigmático paradero de un hijo natural de Díaz

 

POR ÁNGEL GILBERTO ADAME Y CARLOS TELLO DÍAZ

I

En junio de 2017, Christopher Domínguez Michael me buscó para grabar un programa que realizaba para Clío TV sobre las relaciones del régimen de Porfirio Díaz con los intelectuales de México. Al despedirnos le pregunté si sabía algo de un intelectual llamado Jorge Hammeken y Mexía, amigo de Justo Sierra, fundador de la revista El Artista, director del periódico La Libertad, y muy cercano por un tiempo al general Díaz. “Si te topas con algo interesante, por favor dímelo”, le escribí después. Christopher me mandó de inmediato algunas referencias, que yo ya conocía. Pero un par de semanas después me hizo llegar un correo con una carpeta grande y pesada con información muy detallada sobre Hammeken. Descargué y descomprimí los archivos y quedé perplejo con la cantidad de datos. Le escribí, dejando ver apenas mi estupor: “Me dejaste intrigado con la rapidez con la que diste con todo esto… Luego nos vemos y me explicas el misterio”. Ese mismo día me respondió: “El misterio es el notario Ángel Gilberto Adame, fanático de los archivos, investigador nato y bien munido de recursos. En el 2014, Sheridan y yo lo conocimos y nos dio una cantidad enorme de datos desconocidos sobre Paz. Desde entonces él y yo nos hemos hecho muy buenos amigos”. Le dije que me encantaría conocer a Adame. ¿Por qué no comíamos los tres? Pero salió a un viaje fuera del país, y luego a otro, y los meses pasaron, y ya no nos vimos.

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II

A mediados del año pasado recibí un correo en el que, entre otras minucias, Christopher Domínguez Michael me preguntaba si conocía a un personaje decimonónico, Jorge Hammeken. Me di a la tarea de investigarlo y tomé algunas notas interesantes. Fue una suerte de mecenas de los intelectuales de su época y fungió como padrino de Santiago Sierra en su desafortunado duelo con Ireneo Paz.
Dominado por la curiosidad, pregunté a Christopher por su interés en un individuo cuya concurrencia en los círculos intelectuales era más bien anecdótica, a lo que me respondió que éste había surgido luego de una conversación que tuvo con Carlos Tello Díaz y, fiel al máximo a su sentido de la discreción, no me dio más detalles.

AGA

 

III 

El 30 de enero de 2018 tenía planeado ir a la recepción de la editorial Penguin Random House, en Reforma 439. Pero estaba abrumado de trabajo. No fui. Al día siguiente me escribió David Velázquez, amigo y editor, para decirme que me ponía en contacto con Ángel Gilberto Adame, autor de la casa, quien sabía ya que yo tenía interés en conocerlo. Quedamos de inmediato en vernos el miércoles 7 de febrero a comer en el restaurante Rosetta de la colonia Roma. “Voy a ir vestido con un saco de pana café”, le dije.

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Acta de nacimiento de Federico Ramos, hijo natural de Porfirio Díaz. / Cortesía Ángel Gilberto Adame.

IV

En enero de este año acudí a la reunión de mi casa editorial y, entre otros amigos, me encontré con el editor de Carlos, a quien felicité por su trabajo en la excepcional biografía de Porfirio Díaz, de la cual me dijo que estaba en marcha la redacción del segundo tomo. Entonces le pedí que, si no tenía inconveniente, nos pusiera en contacto. El encuentro se fijó. Comimos y la plática resultó de lo más estimulante, las familias Paz y Díaz nos acompañaron a la mesa como tema central de nuestra charla, y el mantel olía a pólvora.

AGA

 

V

Platicamos muy a gusto. Me dijo que él estaba investigando la vida de Ireneo Paz. Le dije que yo estaba terminando la biografía de Porfirio Díaz. Le comenté que había un misterio que quería aclarar: el nombre y la historia de un hijo de Díaz llamado Federico. Esa misma tarde le mandé un correo, que decía así: “Estimado Ángel, un gusto comer y platicar contigo. Te mando aquí lo que sé de Federico Ramos, el hijo natural de Porfirio Díaz. 1) Federico Ramos nació el 1 de febrero de 1881 en la Ciudad de México, o quizás en Tlalpan (llamado antes San Agustín de las Cuevas). 2) Federico contrajo matrimonio religioso en 1909, y así dice el acta religiosa: “soltero, de veintiocho años, ingeniero, originario y vecino de México en la calle segunda de la ribera de San Cosme número 30, hijo de la señora Francisca Ramírez, difunta”. El general Félix Díaz fue su “padrino de mano”. Este documento tiene especial valor pues en 1909 Díaz vivía y era presidente, y el padrino fue un familiar cercano. 3) Federico contrajo matrimonio civil en 1909, y así dice el acta: “de 28 años, ingeniero civil, vive en la segunda calle de la ribera de San Cosme número 30, hijo legítimo de los finados ciudadanos Antonio Ramos y señora Ramona Ramírez”. En los otros documentos que conozco, Federico aparece como el hijo de Antonio Ramos y Ramona Ramírez. 4) Mi hipótesis es que Francisca Ramírez pudo ser la hermana de Ramona Ramírez y pudo haber muerto en el parto de Federico, y que por eso Porfirio Díaz lo dio en adopción a Antonio Ramos y Ramona Ramírez (la hermana de Francisca)”.

 

¿Qué sabía yo, además, de Federico? Lo que me había dicho, hacia 1990, una de sus nietas, Luz Espinosa Ramos. Que Federico había nacido en febrero de 1881, que decía que era hijo de Ramona Ramírez, que su madre de verdad estaba vinculada a Tlalpan (yo la llamo “la mujer de Tlalpan” en mi libro El exilio). Eso era todo lo que sabía, hasta julio de 2015, cuando en una misa para conmemorar los cien años de la muerte de Díaz conocí a Margarita Dovalí Ramos, nieta también de Federico Ramos. Ella me dio la fecha del matrimonio religioso de su abuelo con su primera esposa, María Ruiz Noriega. Encontré el documento en el Archivo General de la Nación, con ayuda de una amiga historiadora de Oaxaca, Selene García. No mencionaba al padre, pero decía que su madre era “la señora Francisca Ramírez, difunta”. Es la información que le mandé a Ángel Gilberto Adame.

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VI

El reto me pareció apasionante. Me dispuse a buscar a Federico Ramos y a hurgar en su pasado valiéndome de periódicos, genealogías, archivos históricos y parroquiales y registros orales. Quizá la principal dificultad que enfrenté fue la de construir conjeturas a partir de fechas sueltas y datos aleatorios, pero el incesante trabajo de Carlos me motivó a seguir adelante aun cuando las pistas parecían haberse agotado y el diálogo con los espectros no era esclarecedor.

 

Puse manos a la obra intentando rastrear el vínculo entre los padrastros de Federico y Porfirio Díaz, lo hallé en Oaxaca, donde la prensa local les identificaba como personas muy cercanas al caudillo, lo que los volvía candidatos idóneos para cuidar de un hijo concebido fuera de matrimonio. Del mismo modo, en el ánimo de corroborar la hipótesis de que Ramona y Francisca eran hermanas, desahogué árboles genealógicos y no pude dar con el parentesco.

 

Procedí entonces a revisar los libros de actas tratando de ubicar a todos los Federico Ramos que hubieran nacido en 1881 en Oaxaca. Como no tuve éxito, acometí la misma tarea en la Ciudad de México; al llegar el mes de marzo descubrí una misteriosa fe de bautismo en la que se hizo constar que un tal Nicomedes Díaz (del cual no encontré informes biográficos y que no compareció al acto, lo que me hizo suponer que se trataba de un guiño al caudillo y a su linaje) y Francisca Ramírez presentaron a un niño de nombre Federico Tomás Díaz y Ramírez. En paralelo, supe que la propia Francisca llevó a bautizar a un niño con el mismo nombre como hijo natural y sin el apellido Díaz. La “mujer de Tlalpan” murió justamente en esa localidad, cuatro años después del nacimiento de su hijo, a causa de una hepatitis crónica, a los 40 años, el 4 de enero de 1885.

Acta de defunción de Fracisca Ramírez, madre del hijo natural de Porfirio Díaz, quien recibió el nombre de Federico Ramos. Esta acta, Número 8, indica que Francisca Ramírez falleció a causa de una hepatitis crónica. / Cortesía: Ángel Gilberto Adame.

Segunda parte del acta de defunción de Francisca Ramírez. / Cortesía: Ángel Gilberto Adame.

AGA

 

VII

El 9 de febrero salí por la noche hacia Europa, a una estancia en las universidades de Strasburgo, en Francia, y Olomoutz, en la República Checa. Mantuve todos esos días el contacto con Ángel Gilberto. Hubo un intercambio intenso. Después, el 20 de febrero me escribió así: “Gracias por tu respuesta, querido Carlos. Te tengo buenas noticias. Creo que ya resolví el misterio de Federico Ramos. Espero tu regreso para darte cuenta de mis pesquisas. Buen viaje”. Yo estaba entonces en Olomoutz. Le propuse vernos para comer en el Rosetta, el viernes 2 de marzo, día de San Federico. “Vale”, me dijo. “Te veo ahí. Espero sorprenderte”.

CDT

 

VIII

La búsqueda fue una de las más complicadas que he acometido. Además del evidente deterioro de las actas de nacimiento y demás documentos existentes, otro impedimento fue la intención de Díaz y los suyos por evitar un escándalo. Una mujer que concebía a un hijo natural era invisibilizada por una sociedad conservadora y mojigata. Pero a veces la perseverancia apiada a las musas y éstas nos guían al tesoro añorado.

AGA

 

IX

Quiero destacar dos cosas de Ángel Gilberto que son excepcionales: su eficacia y su generosidad. Había dado con el nombre y la historia de la mujer que concibió a Federico Ramos. Me mostró varios documentos del hijo natural de Díaz, entre ellos su acta de nacimiento y su fe de bautismo. También me mostró el acta de defunción de su madre, Francisca Ramírez, quien en efecto vivió y falleció en Tlalpan.

CDT

X

Desde que leí el primer volumen del magno proyecto de Carlos Tello supe que estaba en presencia de uno de los historiadores más serios y dedicados del panorama nacional. Pocas son las biografías que se escriben con la minuciosidad que caracteriza el proyecto de Porfirio Díaz; acaso otra que se ha desarrollado con semejante precisión e intensidad es la de Octavio Paz que debemos a Guillermo Sheridan.

 

No puedo concluir esta reconstrucción de hechos y accidentes sin agradecer la generosidad de Carlos, quien me ayudó a conseguir una sugestiva carta de Ireneo Paz a don Porfirio que, sin duda, modifica la percepción que tenemos sobre la pretendida amistad que los unía.

AGA

 

FOTO: Caricatura publicada el domingo 3 de agosto de 1879 en la portada del periódico humorístico La casera, titulada “Los tres candidatos”. / Colección Agustín Sánchez González.

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