Postales de Estridentópolis: centenario de la vanguardia estridentista

Feb 12 • destacamos, principales, Reflexiones • 3679 Views • No hay comentarios en Postales de Estridentópolis: centenario de la vanguardia estridentista

 

Cuando el poeta Manuel Maples Arce se mudó a Xalapa en 1925 para desempeñar su profesión de abogado, la capital veracruzana fue asimilada como la ciudad estridentista donde estos poetas proyectaban su imaginario

 

POR ELISSA RASHKIN

A Carlos Martínez Rentería, in memoriam

 

“Yo siempre he creído”, decía Germán List Arzubide en entrevista con Francisco Javier Mora hacia finales del siglo XX, “que si el movimiento estridentista hubiera estallado en París, por ejemplo, tendría renombre universal”. El hubiera no existe, dicen; y a pesar de los deseos porfiristas de aquel entonces, ningún pueblo mexicano se ha convertido en París. Sin embargo, a 100 años de distancia, la aventura estridentista, arraigada en la urbe imaginaria llamada Estridentópolis, todavía tiene mucho que contar.

 

En 1925, Manuel Maples Arce, titulado de abogado por la Escuela Libre de Derecho, volvió a Veracruz, su estado natal, para ejercitar su profesión. Esta decisión causó zozobra entre su círculo de amigos y colaboradores, y con razón: desde finales de 1921, cuando lanzó su manifiesto Comprimido estridentista de Manuel Maples Arce—contenido único de Actual No. 1. Hoja de vanguardia—, el joven poeta papanteco había liderado el estridentismo en la Ciudad de México. Este grupo estaba involucrado en un número impresionante de actividades: las modestas pero impactantes revistas Actual e Irradiador; la tarde literaria-artística en el Café de Nadie, su espacio predilecto de reunión; las inauguraciones del mural La creación de Diego Rivera y de la estación de radio de El Universal Ilustrado, donde también mantenían una página literaria y practicaban el periodismo cultural; y la edición de libros, entre otras.

 

En estas gestiones, Maples Arce había sido la figura central. Ante su partida, los también poetas List Arzubide y Salvador Gallardo se preguntaron sobre el futuro del movimiento. Por cierto, List, quien acompañó a Maples a Veracruz como su secretario particular, había mantenido su propio proyecto editorial, publicando algunos poemarios estridentistas desde su ciudad natal de Puebla. Pero como grupo, el estridentismo parecía ligado inextricablemente con la vida de la capital nacional.

 

Feliz equivocación: menos de un año después, el intrépido poeta-abogado, hasta entonces juez de primera instancia en Xalapa, fue nombrado secretario de gobierno en la administración del general Heriberto Jara Corona, veterano revolucionario, partidario del progreso social y apertura cultural. Desde enero de 1926 hasta septiembre de 1927, cuando turbulencias políticas pusieron fin al régimen jarista, el estridentismo gozó del apoyo del estado para el desarrollo de su propuesta estética radical. No se trataba de una cooptación, sino, más bien, de una participación más, en un momento singular de agitación y experimentación.

 

Al duplo Maples-List se sumaron, desde México, Leopoldo Méndez y Ramón Alva de la Canal, para encargarse de la ilustración de la revista Horizonte y otras publicaciones. Bajo la hábil dirección de List Arzubide, Horizonte combinó el proyecto vanguardista con la difusión de obras del gobierno, traducciones de escritores internacionales y muchos contenidos más; autodefinida como “revista mensual de actividad contemporánea”, también sirvió como escaparate para la innovación artística del país. Evitó los asuntos más espinosos de su entorno; por ejemplo, para hablar de las luchas obreras o agrarias, no interpelaba a las agrupaciones locales y sus complicadas relaciones con las autoridades. Pero sí abordaba los temas a través de ensayos históricos y filosóficos, y también a través de la gráfica.

 

Respaldado por la imprenta del estado, Horizonte se convirtió en una de las publicaciones de vanguardia de mayor longevidad en América Latina, llegando a diez números más tres suplementos musicales. El contenido de estos suplementos, con sus atractivas portadas de Alva de la Canal y Méndez, resume, de cierta manera, las influencias estético-culturales del momento: uno, “Ojitos crueles”, “canción veracruzana” del compositor local Leobardo González; otro, el corrido revolucionario “La Adelita”; y otro, el danzón veracruzano “Se durmieron los del jazz”, cuyo título refleja el impacto de esta música afroestadounidense y su difusión a través de la radio y otros medios: acompañando, por ejemplo, al cine en teatros y salas del país.

 

Si la producción cinematográfica no formó parte del quehacer estridentista, sí ocupó un lugar privilegiado en su imaginario. El cine apareció como temática de poemas, escenario de relatos, metáfora de lo efímero, y quizás más importante, modo de percibir y estructurar la realidad, de acuerdo con los mecanismos cinemáticos de montaje y fragmentación. En Veracruz, el impulso dado al cine por el gobernador Jara no podía pasar desapercibido por los estridentistas, afines, como rezaba la consigna de Horizonte, a “todo que sea de actualidad y de interés”.

 

El fotógrafo Atanasio D. Vázquez, contratado para hacer producción cinematográfica, documentó la construcción del Estadio Jalapeño en 1925, así como los eventos realizados ahí; también filmó diversas festividades de la sociedad xalapeña. Es posible que algunas fotos suyas hayan aparecido sin firma entre las páginas de Horizonte, ya que este prolífico camarógrafo estaba presente tanto en el Palacio de Gobierno como en los sitios rurales donde se llevaba a cabo la reforma agraria. Hay evidencia de que coincidió con los estridentistas en más de una ocasión, unidos por la cercanía con el proyecto jarista y el entorno cultural.

 

El entusiasmo de los estridentistas para el cine, por supuesto, había surgido antes: eran admiradores de Chaplin y de El gabinete del Dr. Caligari de Robert Weine, proyectado en México en 1921; pero era una apreciación desde el lugar del espectador, no del realizador. Con Vázquez se acercó la posibilidad de una creación propia, aunque el registro histórico no revela las conversaciones que podían haber tenido al respecto. Sabemos que, el 24 de julio de 1927, Vázquez inició una gira con la proyección de sus películas en el Teatro Lerdo, entonces el principal foro cultural de Xalapa. List Arzubide presentó el evento; también colaboró el compositor González, jefe del Departamento de Educación Estética Popular, con el cual habían colaborado los estridentistas en varias ocasiones. Poco tiempo después, cuando el cuartelazo contra el general Jara, Vázquez estaba nuevamente de gira fuera del estado; reaparecería en la escena veracruzana como fotógrafo durante el gobierno de Adalberto Tejeda, pero ya no como cineasta. Sus magníficas imágenes de la militancia agrarista, junto con paisajes y retratos políticos, son el legado de esta interesante figura regional; los rollos cinematográficos, como gran parte de la producción mexicana de la época, están perdidos.

 

List Arzubide, en la entrevista con Mora ya citada (El ruido de las nueces, 1999), cuenta que presenció en París el estreno de la película surrealista de Luis Buñuel y Salvador Dalí , Un perro andaluz (1929). El inquietante evento remarcó la potencial del medio como vehículo de expresión vanguardista, a que ya habían apuntado el cine soviético y el alemán. Pero, para ese entonces, el estridentismo se había dispersado; en cuanto el poeta poblano, él estaba inmerso en otra aventura, la de la literatura proletaria, cuya expresión saldría en las revistas Simiente, Noviembre y Ruta, así como la editorial Integrales.

 

Junto con el cine y la radio, la fotografía fue otro fenómeno que olía, como Maples Arce había dicho en Actual No. 1 (…), “a modernidad y a dinamismo”. No por su novedad, pues a partir de su presentación por Louis Jacques Mandé Daguerre al gobierno francés en 1839, el medio se había integrado a la cotidianidad de las ciudades del mundo; en el siglo XX, aparecía con creciente frecuencia en los periódicos y coqueteaba, con mayor o menor suerte, con los espacios reservados para las bellas artes. Fue en este sentido que surgió la conexión entre la foto y el estridentismo, con la suerte de que dos pioneros de la imagen vanguardista en México, el estadounidense Edward Weston y la italiana-americana Tina Modotti, colaboraban con el movimiento.

 

Weston y Modotti, como es sabido, formaban parte de los círculos artísticos de México desde su llegada al país en 1923. Las amistades con pintores como Jean Charlot, Rafael Sala y Diego Rivera los acercaron al grupo estridentista, y una foto tomada por Weston apareció en la portada de Irradiador ese mismo año. Él relata en su diario una visita al Café de Nadie poco antes de participar en la “tarde estridentista” de 1924, donde expuso junto con Charlot, Germán Cueto, Fermín Revueltas y otros artistas plásticos. Aunque Weston volvería a Estados Unidos en 1926, sus imágenes, como las de Modotti seguirían apareciendo en Horizonte. El trabajo de Modotti fue bien valorado por los estridentistas, a pesar de los prejuicios de la época con respecto al género sexuado y la noción del arte revolucionario como un asunto “viril”. Junto con el fotógrafo local Pedro Casillas, Weston y Modotti habían puesto “de manifiesto un nuevo valor en lo que había sido hasta hace poco tiempo un acto mecánico y mudo”, de acuerdo con una nota de Horizonte en marzo de 1927.

 

La estética desarrollada por Modotti, con sus experimentos formales y su empática mirada sobre la diversa población mexicana, armonizaba a la perfección con la visión de los estridentistas. A finales de la década, ella y Alva de la Canal preparaban imágenes para un libro con List Arzubide que se iba a titular El canto de los hombres, proyecto anunciado en las páginas de Horizonte y Forma (1928), que al final no se publicó. La colaboración de Modotti con el movimiento además era multifacética, consistiendo no sólo en imágenes sino también en el intercambio de ideas tanto estéticas como políticas. El horror ante el ascenso de Mussolini en su país natal le conllevó a jugar un papel central en la lucha antifascista, cuyos integrantes militaban también en los grupos antiimperialistas y comunistas. Fue en esta capacidad, por ejemplo, que Modotti fotografíó y List Arzubide saludó a Vladimir Maiakovksi durante su breve estancia en el país; infortunadamente, la visita del poeta futurista ocurrió a mediados de 1925, justo cuando el traslado de Maples Arce a Xalapa había socavando la presencia estridentista en la capital.

 

¿De qué habrían hablado el autor de Urbe y el de La nube en pantalones, si tal encuentro hubiera ocurrido? Si el movimiento inquilinario en Veracruz le causó gracia al ruso, como expresó en su diario del viaje América (1926), ciertamente lo habría hecho este movimiento de vanguardia que tanto disgusto provocó entre los opositores al gobierno de Jara. Citamos al diputado Fernando García Barna, quien en mayo de 1927 acusó a Maples de querer “estridentizar” el estado, como a la ciudad de Xalapa, a la cual había bautizado Estridentópolis…

 

El hubiera no existe; el no-encuentro entre Maiakovksi y los vanguardistas mexicanos es uno entre muchos escenarios que la dispersión del movimiento, en los últimos años de la década, dejó para el tintero de la posteridad, imaginada por el propio estridentismo, hasta el maravilloso minuto presente.

 

FOTO: El grupo estridentista en Xalapa. De izquierda a derecha: Germán List Arzubide, Ramón Alva de la Canal, Manuel Maples Arce, Leopoldo Méndez y Arqueles Vela. Circa 1925. Autor no identificado/ Crédito de foto: Repositorio del Patrimonio Cultural de México “Mexicana”

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