Pozos: Poética de la autoficción y el fragmento
POR IGNACIO M. SÁNCHEZ PRADO
Debo comenzar afirmando que esto no es una reseña ni un comentario objetivo, por la relación personal que tengo con Pozos y con su autor, José Ramón Ruisánchez. Pozos es un libro que conozco desde su concepción y tuve conversaciones sobre este trabajo con José Ramón durante varias etapas de su escritura. Asimismo, Ruisánchez es uno de mis mejores amigos y un compañero de armas en distintas aventuras intelectuales, y, dada la tendencia autobiográfica de su obra, inevitablemente soy una de las personas referidas en el texto, aunque las menciones a mí persona no lleven mi nombre y sean un acertijo que quizá sólo aquellos más cercanos a José Ramón o a mí pueden descifrar. Lo que ofrezco a cambio es una guía de aproximación a este fascinante libro, una de las obras más originales e interesantes de la literatura mexicana reciente.
Su carácter único se debe, si se me permite biografizar un poco, al cambio en la situación personal e intelectual de su autor. Su novela anterior, Nada cruel, fue un libro de retorno a casa: la novela en la cual el escritor mexicano que volvía a la Ciudad de México ficcionalizaba su pasado como estudiante doctoral en Estados Unidos. Era una ficción que confrontaba a sus lectores con una prosa basada en la aceleración de la contemporaneidad en tensión con la nostalgia, para, a su vez, expresar otra tensión, y aquella entre el exilio interior y el exilio físico. Pozos es un libro que nace del movimiento opuesto: el escritor que deja de nuevo la casa, la topología personal (tema, por cierto, de su libro académico Historias que regresan) para relocalizarse en Houston. Este proceso, sin embargo, no da pie a una novela, sino a un libro híbrido, que no nace de la narración retrospectiva que permite la nostalgia, sino que nos presenta ese nuevo regreso al exilio voluntario en tiempo real, en sus fluctuaciones, sus rupturas, sus incoherencias y en las diversas líneas de pensamiento y fuerzas afectivas que no se ordenan en la novela, sino que fluyen en trazos distintos a lo largo de un libro programáticamente inclasificable. De esa manera, Pozos no pertenece ya al género personal que cultivó Ruisánchez en su novelística anterior, desde Novelita de amor y poco piano y Remedios infalibles contra el hipo hasta Cómo dejé de ser vegetariana y Nada cruel. En todos esos libros existía una pugna productiva entre el humor y la melancolía: una novelización del pasado, la memoria y el yo manifestada en una prosa inatrapable que invitaba al lector a cazarla con cambios de velocidad y extrañamientos suscitados por los cambios abruptos del registro afectivo. En cambio, Pozos es un libro que renuncia al pasado como núcleo temático y registra el tiempo como una multiplicidad de presentes, intercalando lecturas, percepciones, memorias, imágenes, poemas, citas, plagios, estatus de Facebook y muchas otras textualidades siempre como experiencias concretas, fugaces, y afectivas. Su núcleo es el presente como afecto, el repertorio emocional del estar-en-el-mundo que Edward Said describió con su intraducible neologismo “worldliness”, el “carácter de mundo” en el que confluyen la cultura propia, vivida, y la experiencia definida como agregado de ideas, afectos y vivencias.
La estrategia literaria con la cual Pozos formaliza este carácter de mundo es el coleccionismo. Es un modelo que encuentra su base en el Libro de los pasajes de Walter Benjamin, pero que tiene manifestaciones recientes en libros muy cercanos al proyecto de Ruisánchez, tal como Pozos mismo nos confiesa: Reality Hunger de David Shields el más notable de ellos. Este tipo de estilo, que Marjorie Perloff ha estudiado recientemente en su libro Unoriginal Genius, se basa en lo que la crítica norteamericana entiende como la revitalización del lenguaje de la cita en la era de la información. A diferencia del paciente coleccionismo de Benjamin, que registraba sus a veces arduos hallazgos en cuadernos manuscritos y códigos esotéricos de colores y signos, Ruisánchez es un habitante de la era en que la cultura es un bombardeo, en que las citas aparecen constantemente en las páginas de las redes sociales, las lecturas que podemos hacer a capricho gracias a la disponibilidad sin precedentes de todos los libros, a las interminables conversaciones que podemos tener con los amigos debido a la multiplicidad de formas de comunicación con ellos. Es un libro que invita a sus lectores a experimentar ese bombardeo como poética, manifestando el duelo entre las textualidades que consumimos (como los entrañables estados de Facebook que el autor colecciona) y la vida interior, compuesta por reflexiones y sentimientos. El estilo de Pozos es precisamente el resultado de un descubrimiento: el flujo de conciencia que mejor captura la experiencia contemporánea ya no es el proliferante río heraclitiano de James Joyce ni el incontrolable caudal que sucede a la percepción de la madalena proustiana. Es flujo constantemente interrumpido, definido por el salto constante de ideas y por la intervención constante de los textos del exterior en el reino de nuestras ideas. Si se me permite un juicio que creo objetivo pese a mi cercanía con el libro y el autor, aquí es donde radica el libro literario de Ruisánchez: es uno de los primeros libros de la literatura mexicana que captura este problema estético y ontológico con maestría.
Este carácter a la vez fragmentario, erudito y personal del libro es lo que hace un resumen imposible. Su complejísimo archivo de lecturas, imágenes y emociones, y con un rango de temática cubre desde lo público absoluto de las redes sociales hasta lo privado más profundo de las referencias a momentos concretos con amigos. Rompe con los pudores que crean divisiones artificiales entre lo académico y lo literario, entre la teoría y el impresionismo, entre el afecto y la razón, y que muestra que es en los espacios limítrofes entre estas formas del pensar donde se puede expresar de manera más intensa y precisa la experiencia de lo contemporáneo. Es un libro osado y sin parangón en el panorama literario mexicano actual, que construirá a su público lector sobre la marcha. Quizá el único otro libro cercano es el extraordinario Barrio Verbo de Ingrid Solana, pero, mientras Solana aspira a la topología como guía de escritura, Ruisánchez opera desde la elusividad. Es un testamento del amor de su autor a la literatura, a sus amigos y a sus afinidades electivas. En su extraordinaria historia del amor a la literatura (Loving Literature, A Cultural History) Deidra Shauna Lynch nos recuerda que, en la era de la crítica, el carácter especial de la literatura se basa en parte en la premisa de que la lectura es un ejercicio de imaginación afín, un intento por “salvar la distancia entre el yo y lo otro, entre el ahora y el entonces”. Pozos es un libro en que esta tarea amorosa se cumple plenamente y espero que los lectores puedan descubrir en él esa intensidad emocional que yo mismo he experimentado en mi cercanía al autor y al libro.
*FOTO: Con esta obra híbrida entre la crónica y el ensayo José Ramón Ruisánchez se ubica en una nueva topología de la elusión/Archivo EL UNIVERSAL