El Príncipe y la gnosis
POR LETICIA BONIFAZ
He querido realizar este pequeña reflexión sobre El Príncipe en sus 500 años desde la epistemología, poniendo en el título la palabra gnosis en su sentido de sabiduría suprema.
Si hay algo que asombra de la revisión de esta obra 500 años después es, sin duda, su actualidad. Y tenemos que preguntarnos por qué, si la geografía del mundo es completamente otra y si en este largo periodo han surgido y llegado a su fin tantos reinos, tantos principados y tantos gobiernos, con distintas formas y expresiones. Las fronteras se han ensanchado y achicado No queda un espacio en el planeta que no esté bajo el dominio de alguien. Y El Príncipe sigue ahí, como libro de cabecera, como el lugar para encontrar consejos o como el espacio para recordar lo que ningún gobernante debe olvidar.
¿Por qué su vigencia? Se podría contestar, rápidamente que porque la naturaleza humana no ha variado. En esencia, parecería que somos los mismos y que reaccionamos igual frente al poder y su ejercicio,¿Será suficiente esto? ¿O en algún punto adicional radica su grandeza? ¿Cómo llegó Maquiavelo a conclusiones tan precisas? ¿Cómo construyó premisas que hasta ahora permanecen inalteradas?
Lo que observamos es un trabajo inductivo de generalización a partir de su observación y de su amplio conocimiento de la historia y de la organización de los principados de su época. El autor fue encontrando regularidades que convirtió en principios. En la dedicatoria dice: “no he encontrado entre mis bienes cosa a la cual yo tenga por más valiosa o tanto estime como el conocimiento de las acciones de los grandes hombres, aprendido por una larga experiencia de las cosas modernas y una continua lectura de las antiguas, las cuales, al yo haber meditado con gran diligencia largamente y examinado y ahora en un pequeño volumen condensado, envío a vuestra magnificencia”.
¿Por qué creía Maquiavelo que El Príncipe era un regalo valioso? Él mismo lo dice así: Porque va a ayudar —a Lorenzo de Médici— a entender en brevísimo tiempo todo aquello que él había conocido y entendido “en tantos años y con tantas incomodidades y peligros”.
Maquiavelo también aclara: “no quiero que sea reputada como presunción si un hombre de bajo e ínfimo estado se atreve a examinar y a enunciar reglas para los gobiernos de los príncipes, porque así como aquellos que dibujan un paisaje se ponen abajo, en el llano, para considerar la naturaleza de los montes, y la de los lugares altos, y para considerar la de los bajos se pone en alto, sobre los montes, de igual modo, para conocer bien la naturaleza de los pueblos es necesario ser príncipe y para conocer bien la de los príncipes es necesario pertenecer al pueblo”.
Maquiavelo realizó permanentemente una observación participante como pueblo, al estar cercano a sus costumbres, inquietudes y necesidades, pero también con la visión del príncipe, al haber estado cerca de ellos y haberlos conocido y tratado. Esto le permitió hacer las generalizaciones y clasificaciones que encontramos en la obra: las categorizaciones y el trabajo científico que hoy corresponderían a la ciencia política se encuentran en los primeros capítulos en los que el autor hace referencia a los géneros de principados y de los modos en que se adquieren y las diferenciaciones entre los principados hereditarios, mixtos y nuevos, o las características del principado civil y el eclesiástico.
Hay otro grupo de capítulos en donde estamos más cerca de la psicología y del entendimiento de los comportamientos humanos individuales y colectivos, adelantándose también a lo que esta disciplina iba a tener como materia de análisis siglos después. “De las milicias y de los soldados mercenarios. Del modo como los príncipes deben guardar sus promesas. De aquellos que por maldades han llegado al principado. De cómo evitar ser despreciado y odiado. De si las fortalezas son útiles. De los secretarios que los príncipes tienen cerca de ellos. De qué modo se ha de huir de los aduladores. Del poder de la fortuna y de qué manera se le debe resistir”, entre otros, son las reflexiones torales.
El odio, el deseo de venganza, las virtudes, las cualidades, los vicios, las pasiones, la crueldad, la piedad, los efectos de las alabanzas y los vituperios están presentes en su análisis, y eso le permite distinguir al príncipe sabio, el príncipe prudente, el príncipe déspota.
Maquiavelo mismo sintetiza la clave metodológica de su éxito: “Me ha parecido más conveniente ir directamente a la verdad efectiva de la cosa que a la representación imaginaria de ella. Y muchos se han imaginado repúblicas y principados que jamás han visto ni conocido en la realidad, porque es tanta la distancia de cómo se vive y cómo se debería vivir”. Esta forma de abordar el conocimiento fue la que lo hizo trascender. Y con toda su visión amplia, aguda y puntual del poder, sólo le faltó el capítulo que podría haber llevado como título: De qué manera una obra trasciende por siglos. Esa fue su virtud y su sabiduría suprema.
Directora de la División de Estudios Jurídicos del CIDE y catedrática de la Facultad de Derecho de la UNAM.
*Fotografía: Busto de Nicolás Maquiavelo que se exhibe en el Palacio Viejo de Florencia, Italia.
« Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad No hay elogio para tanto nombre »