¿Pueden cooperar los competidores?
El avance tecnológico y el formato digital del libro no deben considerarse negativos; son parte del trabajo editorial, dice el autor
POR HUGO SETZER
Presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana y expresidente de la Unión Internacional de Editores. Twitter: @HugoSetzer
Las empresas que compiten en el mercado no solo pueden colaborar entre ellas, sino que es fundamental que lo hagan. Con el fin de evitar que esta cooperación entre competidores pudiera derivar en prácticas monopólicas, en México contamos con una Ley Federal de Competencia Económica, que tiene por objeto promover, proteger y garantizar la libre concurrencia y la competencia económica.
Esta ley señala claramente lo que está permitido y lo que no. Tal vez el ejemplo más claro de lo que está prohibido es acordar precios entre competidores, porque iría en detrimento de los consumidores.
Por otro lado, debido a la importancia de la colaboración entre empresas que conforman un gremio, ésta se encuentra prevista en la Ley de Cámaras Empresariales y sus Confederaciones, que establece que las Cámaras deben representar, promover y defender nacional e internacionalmente las actividades de su industria o comercio, así como colaborar con el gobierno para lograr el crecimiento socioeconómico.
Dicha ley señala que las Cámaras son órganos de consulta y colaboración del Estado, y que el gobierno deberá consultarlas en todos aquellos asuntos vinculados con las actividades que representan.
Hay por supuesto otras formas efectivas de asociación, por lo que en nuestro país existen muchas y diversas agrupaciones de toda índole. Sin embargo, en el caso de los editores de libros y publicaciones periódicas, estamos agremiados en la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Caniem.
Los orígenes de nuestro organismo gremial se remontan a 1964, cuando un grupo de entusiastas editores, entre los que puedo mencionar ahora a Julio Sanz Sainz, Jordi Sayrols Sibibín, Francisco Trillas Mercader y a Rafael Reynoso y Martínez, quien fue su primer presidente.
Desde entonces, a lo largo de casi 60 años, la Cámara de la Industria Editorial ha representado y defendido los intereses de los editores mexicanos, tanto en México como en foros internacionales.
Hemos mantenido un diálogo continuo con autoridades y legisladores sobre la importancia del derecho de autor como el marco legal que permite la producción de alrededor de 20 mil títulos al año, así como sobre el papel que jugamos los editores, primordialmente en los procesos educativos en beneficio de millones de niños y jóvenes.
Hemos solicitado, y lo seguimos haciendo, que se reconozca al libro y la lectura, por medio de políticas públicas adecuadas, como un detonante del desarrollo cultural, educativo y económico de México.
Gracias a la actitud visionaria de José Luis Ramírez Cota, fundador de editorial Diana y por aquellos años presidente de la Caniem e integrante del comité ejecutivo de la Unión Internacional de Editores, la Cámara de la Industria Editorial organizó en 1984 el 22 Congreso Internacional de Editores, al que acudieron casi mil participantes y acompañantes de todo el mundo.
Uno de los conferencistas fue Akio Morita, presidente de Sony, quien mostró a la audiencia un disco compacto, o CD, y señaló, ante la incredulidad de los presentes, que ese pequeño dispositivo podía contener la Enciclopedia Británica completa.
Desde entonces se desató la ya conocida polémica sobre el futuro del libro. ¿Sería el libro impreso sustituido por completo por el libro en formato digital? ¿Sobreviviría la industria editorial a la transición tecnológica?
Muchas personas vaticinaban la muerte del libro impreso, pero hoy, casi 40 años después del discurso del señor Morita, el libro electrónico no ha pasado de aproximadamente 25% de los ingresos de la industria en los países de mayor penetración. Los editores hemos ya reconocido desde hace mucho que el libro electrónico sería un importante complemento para el libro impreso, pero, salvo algunos casos particulares, como las enciclopedias, no un sustituto.
Y por supuesto las editoriales sobrevivimos, porque se confundía nuestro papel en el ecosistema del libro. Los editores gozamos de una magnífica y productiva relación con la industria de las artes gráficas, pero nosotros mismos no somos impresores. Los editores somos el vehículo para que la creación literaria de miles de autores llegue a las manos de millones lectores. Hacemos una importante labor de selección, curaduría editorial, diseño, mercadotecnia y distribución.
Las nuevas tecnologías nos han ofrecido formas innovadoras para satisfacer la demanda de los lectores. Los libros electrónicos y los audiolibros han sido un magnífico complemento del libro impreso, que le brinda a los lectores mayor libertad de elegir el formato que les acomode más.
Ahora, a casi 40 años de aquel congreso en la Ciudad de México, la Caniem organiza el 34 Congreso Internacional de Editores, que se llevará a cabo en la Ciudad de Guadalajara en diciembre de 2024, justo en el año en el que conmemoraremos los 60 años de nuestra fundación.
La voz de los editores se escucha con más fuerza cuando estamos unidos. Se trata de una voz que es atendida y respetada. De ahí la importancia del trabajo de instituciones como la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana. Dice un proverbio keniano que “las varas atadas en un mazo son inquebrantables”. Estoy convencido de ello.
FOTO: La Caniem facilita la producción de 20 mil títulos de libros al año. Crédito de imagen: Archivo El Universal
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