Punk’s not dead
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La autobiografía de Viv Albertine, vocalista de The Slits, es un testimonio del estallido del punk, un movimiento que estimuló un cambio de actitud basado en el descaro y la provocación
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POR LEONARDO TARIFEÑO
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“No queremos clichés proselitistas ni falsedades. Ningún escapismo fácil. Las palabras tienen que ser fieles a tu vida. Escribe sobre lo que conoces. Y haz que la gente piense”. Tales eran los principios lírico-morales de Viv Albertine a la hora de componer las canciones de su banda, The Slits, y ese mismo credo reaparece en Ropa música chicos (Anagrama, 2017), la notable y gozosa autobiografía en la que repasa su supervivencia al punk, al cáncer y al matrimonio, en ese orden.
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Ex novia de Mick Jones (The Clash), compañera de aventuras de Sid Vicious y guitarrista de una de las primeros grupos formados íntegramente por mujeres, Albertine representa, junto con Vivienne Westwood y Chrissie Hynde, la huella femenina de una época salvaje y creativa que no por casualidad el teórico Greil Marcus vincularía en su indispensable Rastros de carmín con grandes movimientos vanguardistas como el situacionismo francés y el futurismo italiano. Alimentado por la ira de la marginación y el desencanto con las ilusiones hippies, el punk reivindicó el sentido revolucionario de la música y estimuló un cambio de actitud social basado en el descaro, la libertad y la provocación. Pero lo que Marcus detectó a nivel crítico, Albertine lo vivió en Londres en carne propia. Escapar de la violencia de los skinheads y los teddy boys, descubrir su vocación musical en los aullidos de Johnny Rotten, tomar como ejemplo artístico a Patti Smith y huir de la pobreza familiar para compartir un piso okupa con el Clash Paul Simonon fueron, para Viv, asuntos en los que se jugaba su independencia e identidad. En definitiva, cuestiones de vida o muerte que en Ropa música chicos expone con idénticas dosis de elegancia, honestidad y lucidez.
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A su manera, Ropa… se limita a contar, en distintas épocas y con diversos protagonistas, la insistente lucha de la autora por ganarse el respeto de su entorno. De joven, el rechazo lo padece en las calles, en la escuela y hasta dentro de su casa, donde su padre la golpea mientras en el radio suena el inocentón jazz a capella de las Swingle Sisters. Como artista enfrenta el desdén cada vez que sale al escenario, en las giras con otras bandas (la más célebre, la “White riot” de The Clash) o durante el proceso de grabación de Cut, el legendario disco debut de las Slits. Y ya en plena madurez, el descrédito le llega a través de las personas que más debían creer en ella, como su manager o su marido. Su manager llega al extremo de recomendarle un ghostwriter para la escritura de este mismo libro, y su esposo no duda en recordarle que la maternidad, y no el arte, es aquello a lo que debería dedicarle su tiempo y energía. Tras los abusos paternos, Viv se rebela contra los mandatos familiares y construye una respuesta sonora y cultural en las antípodas del soundtrack vocal que acompañaba las palizas. De la misma forma, varias décadas después y siempre con su guitarra como aliada, corta las ataduras que la fuerzan a ser una mujer distinta a la que es en realidad. Su espíritu contestatario reaparece y, aún con dudas y temores, le permite observarse con la franqueza suficiente como para tomar las riendas de su propia madurez y aceptar que el matrimonio y la maternidad constituyen en su caso, las dos caras de la misma frustración. “Desde que mi hija nació siempre he querido que tuviese lo que no tuve (una familia estable y feliz, acceso a los libros y al arte, una buena educación, una casa bonita), pero este empeño se ha convertido en mi único mundo. Me he anulado a mí misma para que ella pueda tener la educación perfecta (…) Yo era espontánea, libre, incluso insensata. Muchas veces las cosas no salían bien, pero me sentía viva. Dolorosamente viva. Durante estos últimos años me he sentido dolorosamente muerta”, escribe. Y gracias a esa franqueza a rajatabla, el pasado llega al rescate transformado en el espejo donde ella se atreve a reconocer las inocultables cicatrices de su conciencia punk.
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Ropa música chicos es al menos dos libros a la vez, y el gran mérito de la autora consiste en hacer que ambos resulten valiosos y entrañables. En uno, el de la primera parte, habita la espeluznante radiografía de la época, un tiempo agresivo y espinoso por el que Viv navega siempre al borde del naufragio, rodeada de heroinómanos a los que admira (Johnny Thunders, Don Cherry), sociópatas con licencia para escandalizar (Sid Vicious, Ari Up de las Slits) y un ambiente urbano en el que hasta ir a comprar ropa a Sex, la emblemática tienda de Vivianne Westwood y Malcolm McLaren, resulta peligroso. En ese relato, atrapante y divertido, Albertine señala que sus verdaderos maestros fueron Marc Bolan y John Lennon (“puesto que crecí escuchando una música que intentaba cambiar el mundo, eso es lo que sigo esperando de ella”) y, entre anécdota y anécdota, se define a sí misma y a sus amigas de The Slits como unas “guerreras” de tiempo completo, siempre dispuestas a confrontar a la sociedad con su insatisfacción. Ya en la segunda parte, con las Slits disueltas y la muerte del punk a la vuelta de la esquina, Viv recuerda que el camino de su reinvención incluye varios intentos frustrados de maternidad, un marido indiferente y la pesadilla del cáncer. Es en ese momento de Ropa música chicos cuando la autora se presenta más vulnerable que nunca, sin tener nada claro si su independencia e identidad, por las que tanto había luchado tiempo atrás, la esperan en la música, en la casa junto al mar que le compró su marido o en la sonrisa de su hija. Quizás para enfrentar la absoluta falta de certezas, Viv escribe y se libera, segura de que su autoafirmación nunca contará con la aprobación de los demás. “La única época en la que encajé totalmente fue la punk –confiesa–. Apenas una minúscula rendija de tiempo en la que era aceptable decir lo que pensabas. Quizás fue una suerte vivir aquello”. Con este vibrante Ropa música chicos, Albertine confía en la vigencia de la sinceridad. Como si su música hubiera encontrado su perfecto complemento en este libro, escrito con la serena contundencia de quien sabe que tiene una gran historia que contar.
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FOTO: Ropa música chicos es espejo donde Albertine reconoce inocultables cicatrices de su conciencia punk./ Tomada del perfil de Facebook de Viv Albertine.