¿Qué es la imaginación?
Considerada un complemento de la experiencia que potencia vivencias, es además un recurso del que se sirve la lógica como idea a verificar bajo contextos
POR HUGO ALFREDO HINOJOSA
Historia de la Filosofía,
capítulo 2
“La lógica te llevará de punto A al B. La imaginación te llevará a todas partes”, comentó Albert Einstein. Cómo no creerle.
Cuando era niño pensaba que existía otro Hugo Alfredo que estaba a fracciones de segundo delante de mí y otro más que repetía aquello que quedaba en el olvido. Sentía, o así lo pensaba, que yo era un eco de otro hasta el infinito. El sentimiento de los infinitos, que años después entendí, era un sentir agustiniano que me llegó a una edad muy temprana. En aquellos años, en una tienda de ropa donde me compraban los uniformes escolares, había un vestidor con tres paredes de espejos y una cortina. Al entrar a esa cámara y verme en medio del escenario me divertía observar mi reflejo ad infinitum, lo cual potenciaba la alucinación infantil. Pensar en la existencia de otros me divertía. Intentaba adivinar mis movimientos; llegué al grado de voltear hacia atrás diciendo al aire, “no adivinarás que sigue”. Eliminando toda explicación científica de lo expresado, estoy seguro de que miles de personas vivieron la misma experiencia potenciada por la imaginación infantil.
La filosofía como herramienta del pensamiento no podría existir sin la imaginación; tampoco los grandes cálculos matemáticos, los modelos cuánticos o las soluciones físicas más relevantes de la historia; ni la música o el arte. Pero hablas de ciencia, dirán; claro, contesto: qué es la ciencia, si no la consolidación de una idea a partir de suposiciones desde la experiencia, que surge de posibilidades y probabilidades corroborables que la imaginación le brinda a la ciencia. Albert Einstein imaginó su Teoría de la relatividad previo a corroborarla con las herramientas abstractas de su profesión. Así, una de las definiciones de imaginación [desde la psicología] apunta que: “es la habilidad de crear, a nivel cognitivo, imágenes [o escenas] que no están presentes en el campo perceptivo de quien las articula”. Desde este contexto de divulgación, la imaginación es el complemento de la experiencia y potencia nuevas vivencias.
Hace algunos meses, estuve presente en una reunión donde un ingeniero le planteaba a un arquitecto la idea de crear un techo sobre una alberca; desde ahí brotarían hilos de agua que fluirían a través de unas hojas metálicas. El ingeniero dibujaba en un papel el techo, las hojas, su pendiente y la caída del agua; el intercambio se daba por el altavoz de un teléfono celular. Del otro lado, el arquitecto esbozaba lo que el ingeniero planteaba. Media hora más tarde el ingeniero contesta la llamada del arquitecto y corrige el plano de este último. La idea del espacio y su diseño partió de la mente del ingeniero, que lleva más de 50 años perfeccionando su labor profesional, y, a partir de su conocimiento de construcción arquitectónica, calculó las posibilidades para concretar una idea espacial para hacer funcional un lugar.
Ahora giremos hacia la literatura y el cine. La película de Dune, basada en la novela de ciencia ficción de Frank Herbert y dirigida por Denis Villeneuve, plantea en su desarrollo la construcción del destino del personaje principal a partir de sueños premonitorios. Eliminemos el halo increíble al asunto. En su contexto, el personaje [ficticio] ha leído sobre el desierto y quienes lo habitan, cómo visten y cómo es el clima. Con estos elementos, el protagonista proyecta a partir de su imaginación una lógica que le brinda certezas en su viaje por el desierto. Cada una de las situaciones imaginadas se concretarán dentro de esa ficción. Herbert imaginó a ese personaje [héroe moderno en la lucha por la justicia] y éste imagina su destino [un hombre que, a partir de la ética, defiende a su pueblo]. William Shakespeare escribe que Macbeth será vencido cuando el bosque avance hacia el castillo y lo pensamos en miles de metáforas para descubrir, páginas después, que son los soldados con ramas a sus cinchos los que derrotarán al rey al arribar al castillo.
Las ideas que generamos están determinadas por una lógica contextual. Digamos: un elefante puede ser rosa y rondar los campos de algodón azul y cantar, en lugar de barritar. Podemos generar con esto una historia hilarante; sin embargo, para que funcione todos los elementos deben ser extraordinarios y estar a tono. Si sumamos un elemento fuera de esa lógica tronamos esa ficción. Entendamos el tono como aquello que regula la realidad producida gracias a la imaginación.
En su obra The birthday party, Harold Pinter escribió el siguiente acertijo que podemos aplicar a la imaginación: “admitimos la posibilidad después de conceder necesidad” [¿necesitamos a un elefante rosa en nuestra historia?, sí]; “la idea es posible por ser necesaria” [escribiré acerca de mi elefante rosa en su mundo para narrar mi historia]; “pero de ningún modo necesaria por su posibilidad” [sé que puedo crear o no a partir de mi imaginación al elefante rosa cuando lo necesite o no]; “La posibilidad solo puede asumirse con posterioridad a la prueba de necesidad” [esto es: el elefante que sé que es rosa para mi ejercicio, ¿puede ser también astronauta? Si rompe con la lógica de mi universo, no].
Así pues, el filósofo observa y encuentra aquello que llama su atención y para lo que debe formular una “pregunta” que plantee el porqué de las situaciones, discursos, tendencias y comportamientos sociales, personales, políticos y espirituales de este mundo que habitamos, tan polarizado y funcional dentro de su caos. La filosofía dota de un orden lógico a nuestro entendimiento, que funciona bajo ciertos contextos para que sea verificable o no. ¿De qué sirve todo esto y qué tiene que ver la imaginación con la filosofía? Todo.
La imaginación, como un ingrediente más del conocimiento, nos adentra en la felicidad por la posibilidad de concretar lo intangible. Es una declaración absolutista, pero, sin imaginación seríamos unos seres sin destino inmediato. Sin imaginación no podemos soñar ni cuestionar. ¿Cómo puede algo sencillo ser tan complejo? No es complejo, parece enredado, pero todo el día y a todas horas imaginamos nuestros siguientes pasos, imaginamos relaciones, el amor y el odio, actitudes, reacciones, respuestas, cuestionamos, reconstruimos memorias, nos defendemos, generamos soluciones a problemas a partir de la experiencia y, sobre todo, nos visualizamos en un mundo mejor… quizá imposible, pero siempre intentamos que sea mejor.
Lo que comienza a rondar en esta historia de la filosofía es la “idea” y de ahí pasaremos al concepto. La discusión en torno a esto será un viaje conciso a través de un laberinto bastante divertido…
FOTO: A través de la novela Dune, de Frank Herbert, llevada al cine (en la imagen), el autor de este artículo demuestra cómo la imaginación aplica a la lógica. /Especial