Dios salve a la reina
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La película biográfica sobre el legendario vocalista de Queen es una visión oportunista en la que Brian May y Roger Taylor se reivindican a sí mismos a costa de Freddie Mercury
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OMAR PAREDES
Después de casi diez años, finalmente, Brian May y Roger Taylor ven materializada su intención de llevar al cine la vida de Freddie Mercury, un propósito que desde su etapa inicial estuvo cercado por los conflictos de producción y guion, pues tan sólo habrá que recordar la ruptura del guitarrista y baterista de Queen con Sacha Baron Cohen (actor que inicialmente daría vida al cantante), ya que éste también deseaba interpretarlo en la etapa final de su vida.
Tras la salida de Cohen del proyecto y después de quedar por casi tres años en pausa, en 2016 la producción anunció finalmente que Rami Malek encarnaría al mítico cantante británico y con su actuación, disimular la inevitable caída del filme a una zona de lugares comunes y melancolías falsas en la que se desarrolla por poco más de dos horas.
En Bohemian Rhapsody: la historia de Freddie Mercury (2018), dirigida por Brian Singer —posteriormente, por Dexter Fletcher— y producida por Jim Beach, ex manager de Queen, subyace un evidente mensaje: Brian May y Roger Taylor (quienes supervisaron y aprobaron cada línea y escena de la película) se reivindican a sí mismos a costa de la figura de Mercury, configurando una trama oportunista y sin alma en la que el fallecido músico es retratado como un hombre atormentado por su sexualidad, vulnerable a la manipulación y poco menos que un tirano traidor.
La historia queda excedida en detalles que hurgan en la personalidad, un tanto deformada, del intérprete, y no es que la extravagancia haya sido una mentira, ni muchos menos que las fiestas, que terminaban en orgías, en su mansión de Londres, nunca hayan ocurrido, sin embargo, la película se empeña en mostrar un Freddie Mercury solitario, infeliz por sus excentricidades, por aquellas cosas que lo convirtieron en el personaje que fue.
Además, es curioso que al estar construida a partir de los testimonios de dos de los tres sobrevivientes de Queen hayan omitido cómo es que nació el nombre de la banda y junto con éste la leyenda de Freddie Mercury. Esto porque fue el propio Brian May quien contó tan elocuente episodio en una entrevista durante los años noventa: “Todos sugerimos un nombre para la banda. Freddie dijo: ‘Tengo muy claro cuál será nuestro nombre, nos llamaremos Queen’. Tras pensar que se trataba de una broma me enfadé, pero Freddie ya había decidido desde tiempo atrás que ese sería el nombre y había calculado todas sus connotaciones”. Años atrás, Freddie Mercury dijo: “Idee el nombre de Queen hace años. No es más que un nombre, pero evidentemente es regio y suena espléndido. Es un apelativo fuerte, muy universal e inmediato. Tiene mucho poder visual y está abierto a todo tipo de interpretaciones. Desde luego, yo era consciente de la connotación gay, pero eso no era más que un aspecto de él”.
Al contrario, la cinta enfatiza en otros asuntos como recrear a un personaje truncado por sus excesos, agobiado por los conflictos de identidad y el amor, “celoso y desmedido”, a su inseparable amiga Mary Austin. No sólo reducen su poder creativo y artístico a la composición de “Bohemian Rhapsody”, sino que anteponen a él su personalidad irreverente como un síntoma negativo de la fama y el talento. Promueve la idea de que, en las leyendas, para alcanzar la consagración, algo dentro de ellos tiene que morir y, tras una vida al límite, en consecuencia, llega el castigo y el arrepentimiento. En reiteradas ocasiones, y ya dedicado únicamente a la producción de álbumes y sin giras mundiales junto a la banda —probablemente sabiéndose ya contagiado de VIH—, Mercury expresó no sentirse arrepentido por el estilo de vida que llevó.
Una marca más de la visión personal de May y Taylor es la marginación de John Deacon, reduciéndolo a un integrante que de pronto apareció para quedarse. Deacon fue el quinto bajista de Queen, y no fue hasta el tercer álbum, Sheer Heart Attack, que debutó como compositor. Sus letras siempre se vieron menospreciadas por May y Taylor, pero, paradójicamente, fue una canción escrita por él la que inició el conflicto financiero con respecto a las ganancias que debía recibir cada integrante. En 1980, “Another One Bites The Dust” se convirtió en el éxito más comercial de la banda —por encima de clásicos como “Bohemian Rhapsody”, “We are The Champios” y “Somebody to Love”— y, además, acrecentó su éxito en Estados Unidos y le abrió las puertas del mercado Latinoamericano, dando importantes ganancias a Deacon e inconformidades al resto de sus compañeros. Ante esto, May y Taylor pidieron al bajista y vocalista firmar las canciones en conjunto, asunto que no se concretó hasta 1989, con la publicación del disco The Miracle. En Bohemian Rhapsody, este momento dista mucho de la realidad, pues se traslada al despacho de Jim Beach, en donde Brian, Roger y John condicionan a Freddie con esta petición para reintegrar Queen.
Freddie Mercury queda expuesto como “líder traidor” cuando decide separarse por un tiempo del grupo y grabar su primer disco en solitario, Mr. Bad Guy; entonces es señalado por May y Taylor como el gran tirano de Queen pero, para 1985, año en que Mercury lanzó su álbum, Brian ya había producido su LP, Star Fleet Project (1983), junto a Van Halen, mientras que Roger había hecho dos materiales discográficos como solista: Fun in Space (1981) y Stranger Frontier (1984).
Inconsistencias cronológicas, canciones interpretadas fuera de su temporalidad real, es decir, en años en las que no habían sido grabadas aún y un Freddie Mercury hecho a placer de sus dos ex compañeros, terminan por contrarrestar emotividad a un biopic que pudo ser entrañable.
Con un presupuesto total de más de 52 millones de dólares (recuperados en su primer fin de semana), la película recrea, en la parte final, la participación de Queen en el Live Aid de 1985, pero, lamentablemente, ni con todo el derroche económico para reconstruir este emblemático momento, la escena logra ofrecer algo nuevo con respecto al videoclip que se puede ver en Youtube.
¿Qué salva a Bohemian Rhapsody: la historia de Freddie Mercury? Indudablemente las actuaciones de Rami Malek, Gwilym Lee (Brian May), Ben Hardy (Roger Taylor) y Joseph Mazzello (John Deacon), además de la bien lograda dirección de cámara, por lo demás, la historia se queda corta y en un intento, oportunista, por desmitificar al macho gay del rock.
FOTO: Bohemian Rhapsody: la historia de Freddie Mercury, de Brian Singer, tuvo un costo de 52 millones de dólares, recuperados el primer fin de semana. / Especial