“Quería romper con el cliché” Entrevista con Mónica Lavín
POR VICENTE ALFONSO
@vicente_alfonso; Autor de Huesos de San Lorenzo (Tusquets, 2015)
//
Escritora, periodista, bióloga e investigadora de la UACM en el área de creación literaria, Mónica Lavín es defensora a ultranza de un género que demanda precisión: el cuento. En ese terreno, una de sus más recientes cruzadas es haber antologado los relatos de Escenarios y provocaciones (UNAM, 2015). El volumen, armado a cuatro manos con la escritora panameña Carolina Fonseca, es un espacio de diálogo entre cuentistas panameñas y mexicanas donde cada antologadora trabajó con absoluta independencia. Del lado panameño encontramos nombres como Moravia Ochoa, Alondra Badano e Isabel Burgos, mientras que en el mexicano figuran nombres como Ana Clavel, Ana García Bergua, Ethel Krauze, Cristina Rivera Garza, Daniela Tarazona, Paola Tinoco y Nadia Villafuerte.
/
Lavín nos recibe en su departamento en Coyoacán: un espacio amplio, bien iluminado y lleno de libros. No ha comenzado la entrevista y ya advertimos, en el escenario, la primera provocación: sobre la mesa, un jarrón con tres rosas amarillas. Es una clave que alude a Raymond Carver y sobre todo a Chéjov, dos autores que cotizan alto en el ranking personal de esta autora que ha sido galardonada con premios como el Gilberto Owen de Literatura, el Bellas Artes-Colima para Obra Publicada y el Internacional de Novela Elena Poniatowska.
/
¿Cómo asimilar que el cuento, un género tan difícil, es al mismo tiempo un punto de partida para muchos creadores?
El cuento te da la sensación de ver una historia de principio a fin, cosa que no ocurre en la novela, donde te tardas mucho en apreciar la redondez. El cuento apunta a un solo asunto, tienes que elegir qué contar y qué dejar fuera, es como un cucharón que extrae algo esencial. Es cuestión de una mirada, no sólo de escribir una anécdota. Cuando me refiero a cuento hablo de cuentos que tienen esa parte sumergida, la epifanía de Joyce… Para el escritor, la novela y el cuento tienen fines distintos. Yo creía que siempre iba a ser cuentista, porque me gusta esa concisión del cuento: su justeza, lo ceñido que es. Pone a prueba tu capacidad para no desbarrancarte en las demasiadas palabras. Luego descubrí que también quería entrar en las aguas de la novela porque una historia que tenía desató muchas preguntas. Podemos decir que el cuento es una pregunta y una novela es un manojo de preguntas.
/
Escenarios y provocaciones es un diálogo entre los medios literarios de México y Panamá. ¿qué hallazgos se desprenden de ese diálogo?
Yo me acerqué a Panamá en el sentido literario porque me invitaron a ser jurado de un premio de cuento que se llama Rogelio Sinán. Eso me hizo notar, primero, que sus premios nacionales requieren de jurados internacionales porque es tan pequeña la comunidad que el jurado puede saber quién es el autor de cada texto. En ese mundo reducido fue interesante ser jurado y acercarme a su cuentística leyendo manuscritos. De hecho, una de las autoras antologadas, Alondra Badano, fue ganadora del premio.
/
Desde que empezamos a hacer la antología sabíamos que las mexicanas llevamos una tradición a nuestras espaldas, mientras que en Panamá el cuento ha tenido una tradición corta, oportunidades distintas donde las mujeres no han sido el pilar. Tenemos por ejemplo la tradición canadiense –pensando en América– donde el pilar sí son las mujeres como Margaret Atwood, o como Alice Munro, una mujer que gana el premio Nobel con una obra que esencialmente formada por cuentos es totalmente atípico. Una vez que tuve la oportunidad de conversar con Margaret Atwood, quien me decía “aquí fueron las monjas francesas quienes trajeron la tradición de la escritura”. Como que les viene de mujeres la tradición de la escritura.
/
De hecho, en la parte mexicana del libro se advierte un ánimo de transgresión que no está tan presente en las panameñas. ¿A qué crees que se debe?
Creo que al tiempo que llevamos escribiendo, al oficio, a las lecturas, a la admiración por el cuento en una tradición donde nuestros padres cuentistas son tan poderosos como Revueltas, Arreola, Rulfo. También hay diferencias en la evolución social. En Panamá los problemas de identidad tienen que ver con el canal, con la presencia de Estados Unidos, en fin, sus inquietudes identitarias son otras. No me está muy clara la participación social de la mujer en Panamá, aunque sé que ellos ya tuvieron una presidenta, que hay rectoras en las universidades, lo que quizá indique que eso no es el tema. Otro punto es que quería romper con el cliché de la literatura para mujeres escrita por mujeres. Sé que hay prejuicios entre los lectores, en la crítica misma, pero me gusta que me convenzan las historias, que me muevan. Escenarios y provocaciones no es una antología que pretenda representar a las mujeres cuentistas mexicanas nacidas de tal a tal año, sino un acercamiento diverso al cuento. Me gustaba que fueran acercamientos diversos al cuento, que fueran perspectivas generacionales distintas, por ejemplo una Paola Tinoco, Julieta González o Rowena Bali, que escriben cuentos con personajes hombres para hacer a un lado los estereotipos.
/
¿Cómo eliges tus lecturas?
Mucho tiene que ver con los viajes. Me gusta enfrentarme a otros espacios y a otros públicos. Recuerdo, por ejemplo a un chico de La Paz que me dio su libro, un libro que sólo circula localmente. ¿Cómo hubiera yo saboreado esos textos, cómo me hubiera enterado de que existen? El cuento es un género tan poco leído y tan poco estimado por las editoriales, hay tan pocos espacios para publicar cuentos. También me guío por recomendaciones. Donde trabajo, en la UACM, una de las profesoras Gabriela Valenzuela Navarrete, ha hecho su doctorado en los cuentistas más jóvenes. Ella está en todo. Ahora soy tutora de los becarios del FONCA en cuento, y en alguna otra ocasión fui jurado de la Fundación para las Letras Mexicanas. Es muy emocionante descubrir nuevos cuentistas. Es sensacional buscar otras imaginaciones, otras propuestas en un camino tan incierto como es esto de la escritura, tan sediento de encontrar un lector en la otra orilla.
/
FOTO: Mónica Lavín es autora de volúmenes de cuento como Ruby Tuesday no ha muerto, La isla blanca, y también de novelas como Yo, la peor, Café cortado y La más faulera./Berenice Fregoso/EL UNIVERSAL
« Aquiles descalzo o las razones del guerrillero Hablar de Dios, aquella bestia de carga »