Qui sapit
POR ARMANDO MARTÍNEZ OROZCO
Otros sabrán tal vez si los ojos miopes porque lloran… o quizá no.
Mas oh tú calidez de sábana en la algidez de la madrugada,
algo nos falta sólo esta noche con sus medusas de luz:
cenizas en el viento de una rosa rechazada;
una mujer blanquísima despertando en medio de la morgue;
un ritual de panteras alrededor de la fogata;
pero ningún vendaval ha de tocarle hoy la piel a la penumbra.
Pero allá afuera, ah qué cantadera, por dios, la de tus fieles,
cuánta errabunda fascinación por tus caderas,
vaya comedia y lástima y oh sí, Señor.
Pero heme aquí bebiéndote hasta el fondo del recuerdo vano,
arrepintiéndome de haberte hendido mi pasión tan poco,
pero así sería de todas formas
como tu bella carne caritativa se abriría para mí
y no hay sino hacerte esta claridad de limosna obtusa
para darte la inmortalidad (quién sabe) de una buena vez.
Como algo a cambio de algo no es la fórmula secreta,
palabras sin qué ni para qué han de darse a quemarropa,
universo abierto al desmayo
y cuásar en tu mirada de perfecta esperanza.