Rafael Méndez: un homenaje completo
POR IVÁN MARTÍNEZ
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Es raro encontrar entre músicos personalidades como la de Alejandra Rosas Olvera. Trompetista que estudió en la Escuela Vida y Movimiento del Centro Cultural Ollin Yoliztli, actualmente es parte de la Joe D’Etienne Big Band. También estudió ciencias políticas y administración pública. Y además le gusta escribir. Su interés, que parece muy genuino, es principalmente la historia. Publicó antes un libro sobre el barrio obrero del sur tlalpeño de la Ciudad de México en el que creció, La Fama Montañesa, y hace un par de semanas estuvo ocupada dejando descubrir, en tímidas presentaciones, Rafael Méndez. Un homenaje al trompetista mexicano, un volumen de publicación independiente con la investigación que realizó con recursos del FONCA.
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Para iniciar su homenaje, hay una pequeña enciclopedia de comentarios de otros trompetistas. Basta leerlos, antes de inmiscuirse en una narración biográfica, para entender la importancia de ese instrumentista, más allá del legado que hubiese dejado en partituras o grabaciones o del éxito que tuvo en diferentes momentos de su carrera. Es la guía, una especie de mentor sin haber estado, de los trompetistas mexicanos. Todos, clásicos, jazzistas, mariachis o “comerciales”, se refieren a él como poco menos que un Dios.
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Como la mayoría no lo conoció, mencionan sus grabaciones como puntos de partida, como si de la referencia de un maestro en clase se tratara, sin quedarse en el aprendizaje meramente técnico: “Escuchar su articulación precisa y su sonido tan claro impacta. Tiene un vibrato que le da un sello a toda su obra” (Jonathan Díaz). “Lo pongo como ejemplo de disciplina” (Bernardo Medel). “Durante años, no supe quién era, tocaba alguna de sus piezas con la banda de Tultepec pero no sabía que eran de él. Me ‘cayó el veinte’ hasta que me fui a estudiar a Francia. Allá todos mis compañeros hablaban de Méndez” (Juan Luis González). “Me impresiona cómo pudo llegar a tener una identidad a través de la trompeta” (Jerzain Vargas). “Escuchas los discos una y otra vez y no encuentras ‘una basurita’, su ataque, su sonido… Su estilo impresionante y su técnica impecable son un referencia” (José Antonio Moreno).
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Méndez nació en 1906 en Michoacán, en Jiquilpan. Murió en 1981 en su estudio en California, con la trompeta entre sus manos. Su trayectoria lo llevó a Estados Unidos, donde todas las crónicas y reseñas de la época dan fe del éxito que tuvo en los diferentes ámbitos en los que trabajó: el estudio de grabación desde donde dejó innumerables discos, la salas de concierto serias, los recorridos con bandas sinfónicas juveniles o el estudio de televisión, al que fue habitual como protagonista. Pero si uno navega un poco en la web, se encuentra una paradoja: parece ser que Méndez solía entristecerse por la falta de reconocimiento.
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Rosas ha insistido en ello también como parte de su motor y creo que ambos se equivocan: no es que no se le conociera, o reconociera, la ausencia de trabajos actuales sobre él viene no sobre una falta ética de los mexicanos, sino de una histórica: México, en general, no ha tenido grandes biógrafos. Esa tradición existe en Estados Unidos y no sólo le había brindado una primera –concreta y suficiente, pero breve– biografía, sino que la Universidad de Arizona le ha construido a él un centro para el estudio de su legado; en la de Denver también hay un instituto con su nombre dedicado al estudio de los metales.
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Cierto que la de Rosas es la primera biografía completa en español, es más que eso. Concluye ella que el homenaje es incompleto, pero ésa es autocrítica demasiado humilde. Si en un principio, cuando llegó el libro a mis manos, no creí que la publicación fuera a ir más allá de una simple biografía, luego me di cuenta que es un compendio no sólo biográfico y bien contextualizado del homenajeado, sino uno sobre la trompeta, de la historia y de las claves para entender este instrumento, tan escuchado por todos; tan distinguible en todos los géneros pero tan poco entendido.
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En su introducción, Alejandra cuenta que por momentos escribir esta biografía la llevaba a momentos de desolación: que leía por un lado sobre los consejos de Méndez y quería dedicarse a tocar en vez de escribir, que platicando con sus colegas hablar de la devoción a Rafael y al mismo tiempo de la falta de unidad en su gremio, la desanimaban a todo; imagino, quizá románticamente, que el que Rafael Méndez la inspirara a seguir tocando –no cualquier virtuoso lo inspira a uno, a veces sucede lo contrario– y a escribir para unificarse en los valores que él representa, es un extra que nadie había tomado en cuenta de entre todo el legado que dejó el gran Rafael Méndez. Este nuevo libro es, entonces, parte del legado.
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Para el melómano curioso, hay una buena serie de videos en youtube donde el maestro explica y toca. Todo un ejercicio auditivo y de apreciación. Están los consabidos éxitos que vendieron millones en vinil, el popular solo de La Virgen de la Macarena y su arreglo del Moto perpetuo de Paganini, original para violín, pero también mucho repertorio clásico a un nivel pocas veces igualado en su ataque perfecto, su stacatto virtuoso, su fiato increíble, su fraseo elegante o sus matices sutiles.
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FOTO: Alejandra Rosas Olvera, Rafael Méndez, homenaje al trompetista mexicano, 2016.
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