La noche clara de Ramón Xirau

Oct 13 • Reflexiones • 3360 Views • No hay comentarios en La noche clara de Ramón Xirau

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A un año de su muerte, Ramón Xirau despierta evocaciones que rescatan, entre otras, su faceta como constructor de espacios poéticos, según expone este texto leído en el homenaje que le hizo El Colegio Nacional hace algunas semanas

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POR MARÍA BARANDA

Ramón Xirau es un poeta a campo abierto, donde la luz es más luz y la palabra, un canto. Es un poeta que mira a lo lejos para decirnos lo más cerca, cercano, lo semejante a quién, a todos, lo que se murmura o, mejor, se bisbisea desde el silencio: “Todo en la noche clara /la plena, la abierta, la visible”, así la noche suya, cercana a la mística que leyó tan hondamente en san Juan de la Cruz, esa noche de la que nos dijo que había un triple aspecto nocturno de la vía contemplativa y de la vía unitiva y de lo inefable, también. Y el lenguaje, entonces, se queda al descampado, nos señaló, en esa experiencia indecible, esa noche de donde sale el alma, que es la noche, y la que es fe y la que es Dios, pero la suya propia, la de Ramón Xirau, también que es la de su poesía misma:

 

La noche era muy clara.
Más que muy clara: transparente y pura,
siempre distante de ella misma y plena

 

Toda la luz está en sus inicios, desde esos diez primeros poemas publicados en 1951, aún con el nombrar la sombra que siempre brilla y sigue siendo oscura y que promete la vida con esa música que se potencia en su palabra.

 

Con tanto amor cuida el amor la sombra
que ésta brilla de luz

 

Leerlo, a lo largo de su obra, es ver una constelación al borde de la quietud, con imágenes que están en pleno transcurrir como la experiencia que se percibe en las cargas de nubes, en los predios del agua, en ese mardeviento, verdemarazul donde el poeta, al filo del abismo, nombra el mundo. Digamos que es lo quieto en movimiento. Xirau construyó su espacio poético a partir de los opuestos y de un arco que se tensa entre el ámbito interior y su acoplamiento con el afuera. Sus escenas serán solares y asombrosas pero también calladas y crepusculares. Hay un matiz, muy personal, en la constante repetición de palabras que ayuda a acentuar el ritmo:

 

Olas gaviotas, blancas luces
de alas y velas nubes. Se hunde
la nube grande azul adentro,
giraflor, giravuelo de aves blancas, blancas.

 

Como si se pudiera dar, y lo hace, una nueva significación. El repetir es un rasgo que ayuda al tránsito del poema, crea la sensación de que hay un vocablo que abre el sentido de la frase hacia otros ámbitos.
“Habiendo en la palabra, escribió, todo el misterio y toda la luz del mundo, deberíamos hablar como encantados, como deslumbrados.” En el encantamiento, entonces, en ese eco que nos traslada del oído al ojo en una arquitectura visual deslumbrantemente íntima, Xirau parece sentarse delante de nosotros y decirnos tan plácido:

 

Hablábamos de esto y de lo otro

 

Así, en el vaivén de su poesía, que va de la tierra al agua, de la forma a la piedra, del aire al ciervo al pájaro, porque:

 

Breve es la voz fugaz el campo

 

y su materia donde jamás se ignora el paraíso. ¿Y qué sino es llegar a ese sitio entre idas y venidas con esa música que escucha Ramón, ese Ramón que oyó el tin-tin en el origen, en el momento primero en que empezó la voz, como nos dijo Agustín el de Hipona, hacia la playa apetecida?

Porque hacia allá miró Xirau hacia sus playas propias en la presencia y dijo:

 

¿Qué busco en este mundo, sino
tu silenciosa voz
que en el mal pone amor y encuentra amor?

 

Un punto de mira para hacer visible lo necesario. El poeta propone su argumento en una pregunta que produce el vacío de quedar sin respuesta. Porque todo poema elige su propio anhelo y temeridad.
Xirau dijo, al hablar de Villaurrutia, que las cosas pierden la realidad sustancial y que esta desrealización es sólo en apariencia, pues un mundo sustituye a otro, y lo que el poeta crea es tan real y sensible como la naturaleza misma. Así, su poema El Cordero:

 

 

Azulmente vive la flor, azulmente.
No. Poco. Espejismo. Caballos sangre y negro
puedes verlos entre la yerba grises de la tarde,
negros caballos,
_________________cavalimbos
_________________________cavainfiernos
cavadamente infiernos.
Caballos, vuestro nombre es una ausencia
–matacorderos, pisamuertes, espejos al revés.
Nada, nada, no nada. Instante de muerte y morimuerte.

 

Dos sustantivos se unen y el poeta abre el espacio metafórico de realidades que invocan cosas inexistentes, pero que se vuelven reales, bajo el poder de lo escrito. Se hace ostensible el movimiento, la fuerza que exigen sus poemas, lo que gira entre concepto e idea. No puede haber más muerte que la absoluta, la remarcada, la enfatizada, la sobre nombrada en sus versos y que nos exige, a nosotros, leer con él esa vida a fondo, a trote que son sus animales de la furia. ¿Y cómo si no, buscar a Dios?

 

La hoja verde, verde,
______________________todo un mundo.
Sí, claro. ¿Pero el tiempo del tiempo,
el tiempo del tiempo del Tiempo?

 

Parece que el poeta cede, por unas líneas, ante el filósofo. Porque él puede no ser el ser ni la idea, tan sólo el canto del espíritu, tal y como él indagó en los otros de los otros de los que tanto y tan bien escribió. Sin embargo, más allá de que Xirau filósofo buscara en los versos una reflexión, predomina siempre el Ramón poeta que canta e ilumina, en su noche tan clara una simple mirada como acto de vida y amor. Su punto de observación entre rocas y riscos, en las playas, en las orillas o entre puentes y ríos, le otorga la distancia exacta para crear un espacio tan personal como pleno en significaciones y misterios en un horizonte donde todo despierta. Lo claro, lo oscuro, lo temporal, la plenitud, la vacuidad, la soledad y el acompañamiento. Esa distancia que otorga el exilio, del cual dijo: “no deja de ser soledad, desarraigo, ausencia, pero puede convertirse también en un verdadero símbolo de la condición humana”, queda, entonces, como una forma de la memoria: “Las naves quietas, el recuerdo ardiente”, escribe, siempre en su lengua materna, quizás donde el exilio se remarca aún un poco más, lo necesario para saber que es una forma de regreso, de estar en casa.

Poesía que entrama y trama en sus imágenes un cuerpo puro de lenguaje en donde la realidad es la luz, insisto, con toda su carga de enigma y maravilla. Surge un mundo de inspiración reveladora, como si fuera una simple conversación entre lo que se piensa y se ve. “Veo para pensar”, parece decirnos el poeta. Porque lo que mira será su verdad fundadora y diáfana y múltiple a la vez. Las imágenes se suceden. Su canto es el del hombre solo, su música, tan pura y llana, es la del origen, ese canto que sale del más íntimo anhelo hacia la vida en su esplendor.

 

FOTO: El filósofo de origen catalán en su casa de la Ciudad de México. / Archivo EL UNIVERSAL

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