Raquel Tibol: parcial, apasionada, política
POR ANTONIO ESPINOZA
Espero que los filósofos comprenderán lo que voy a decir:
para ser justa, es decir, para tener su razón de ser,
la crítica ha de ser parcial, apasionada, política, es decir,
hecha desde un punto de vista exclusivo,
pero desde el punto de vista que abra el máximo de horizontes.
Charles Baudelaire, Salones y otros escritos sobre arte, Madrid, Visor, 1996, p. 102.
En México la crítica de arte surgió en el siglo XIX, como una actividad más bien amateur. Lo hizo en un país polarizado, violento, sacudido por las luchas fratricidas. De consulta obligada es la antología en tres tomos realizada por la historiadora del arte Ida Rodríguez Prampolini: La crítica de arte en México en el siglo XIX (México, UNAM, 1964), en la que podemos acceder a numerosos documentos (414 en total) aparecidos en la prensa de la época: textos de escritores, periodistas y hasta políticos de entonces que, por amor al arte, escribían sus impresiones sobre las exposiciones y los artistas de su tiempo. Destaca en el conjunto Felipe S. Gutiérrez, el gran pintor académico, autor de La amazona de los Andes, quien como crítico de arte fue muy prolífico y se distinguió por su seriedad y profesionalismo.
Fue hasta el siglo XX cuando apareció en nuestro país la crítica de arte profesional, que lo mismo ha tenido literatos de primer nivel (José Juan Tablada, Jorge Cuesta, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Octavio Paz, Luis Cardoza y Aragón, Juan García Ponce…) que críticos de tiempo completo lúcidos y certeros. No son pocos los críticos-críticos que dejaron huella: Jorge Juan Crespo de la Serna, Justino Fernández, Enrique F. Gual, Margarita Nelken, Alfonso de Neuvillate, Antonio Rodríguez, Paul Westheim y Juan Acha, entre otros. Este último, extinto crítico y teórico peruano avecindado en nuestro país, publicó un libro espléndido sobre el tema (Crítica de arte, México, Editorial Trillas, 1998), en el que distinguía dos tipos de crítica de arte: la “poética” y la “científico-social”. Mención aparte merece Raquel Tibol, fallecida el 22 de febrero a los 91 años de edad. En los años ochenta y hasta mediados de los noventa, imperó en el medio artístico una suerte de tríada crítica integrada por Teresa del Conde, Jorge Alberto Manrique y Tibol, quienes eran entonces los tres críticos más poderosos, los que llevaban la voz cantante.
Raquel Tibol (Basavilbaso, Entre Ríos, Argentina, 1923-Ciudad de México, 2015) estaba destinada a convertirse en la personalidad protagónica que fue en su quehacer como crítica de arte. Residente en México desde 1954 y nacionalizada mexicana en 1961, Tibol se convirtió muy pronto en la crítica con más autoridad en el medio, más que sus colegas contemporáneos. De hecho, hubo una época en que la crítica de Tibol sobre determinado artista era la que más pesaba. Sobra decir que un artículo negativo de su autoría en la revista Proceso o en cualquier otro espacio periodístico, podía acabar con la carrera de un artista: recibir un “tibolazo” y sobrevivir no lo lograba cualquiera. (“Era muy destructiva”, me dijo en una ocasión el coleccionista Andrés Blaisten). Mujer de izquierda, a menudo políticamente incorrecta, intelectual independiente que por esa misma razón podía ejercer la crítica de arte con entera libertad, sin cortapisas.
¿Cómo definir la crítica realizada por Raquel Tibol durante sesenta años? Yo no dudo en definirla en términos baudelaireanos: “parcial, apasionada, política”. A lo largo de varias décadas, Tibol se acercó al arte con pasión y se atrevió a emitir juicios arriesgados ¾a veces viscerales¾ y provocar dolores de cabeza en más de uno. Autora prolífica, publicó más de 30 libros que son fuente de consulta obligada para los interesados en el arte mexicano, latinoamericano y universal. Su columna de arte en Proceso, que escribió desde el surgimiento de la revista y hasta marzo del año 2000, era para mí y supongo que para otros una lección semanal que debía aprenderse. Tibol estaba convencida de la bondad intrínseca de su profesión y del enorme compromiso que implicaba; sabía perfectamente que la crítica de arte era fundamental en su papel de mediación entre el objeto artístico y el público.
En varias ocasiones Raquel Tibol habló de la crítica de arte, de su función, de su importancia… En una entrevista, afirmó que la función de la crítica era, entre otras cosas, investigar y visitar “museos, galerías, eventos y demás actividades […] para detectar las variaciones o cambios profundos que se operan en el medio artístico” (Adela Salinas, “La crítica de arte en México”, en Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México, núm. 491, diciembre de 1991, pp. 50.53). En otra entrevista, señaló que “no se debe anteponer la ideología a la cultura, sino enriquecer a la cultura con la ideología” (Ana Isabel Pérez Gavilán, “Los críticos sobre la crítica”, en Revista de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, núm. 10, febrero de 1990, pp. 45-56). Ahí mismo se quejaba de que había poca crítica en México, de que muchos periódicos no tenían columnas de crítica de arte como sí de cine o teatro. Aún así, aceptaba que en México: “La crítica de arte está ampliamente desarrollada… la profesionalización, lo específico de la crítica, se ha ido ganando por los trabajos de los críticos y las actividades editoriales, ya sea de revistas, de libros, de catálogos, de museología. Es en este marco donde la crítica de arte ha encontrado su escenario y realmente su expansión” (ibidem).
Para Raquel Tibol, el crítico de arte “debe tener el valor civil por sobre cualquier amiguismo, jugarse las cartas con puntería” (ibidem). Además: “debe saber escribir, debe saber autocorregirse al elaborar un estilo claro, tratar de hacer la menor cantidad de intelectualismos verbalistas o poéticos, e ir a la consideración de elementos muy concretos…” (ibidem). Y es que a Tibol no le gustaba la crítica hecha por literatos: “Creo que cuando los escritores de tiempo completo (Octavio Paz, Juan García Ponce) se introducen al ensayo de la plástica tienden a hacerlo excesivamente literario, degradando la información, la acumulación de datos que para mí es importante en función de los argumentos de uno” (ibidem). No obstante su animadversión hacia este tipo de crítica, consideraba que Salvador Elizondo era “uno de los mejores críticos de fotografía” (ibidem).
*Fotografía: Obra de Nahum B. Zenil sobre Raquel Tibol. Espacio Cultural Rancho Tecomate Cuatolco, Tenango del Aire, Estado de México / Crédito: Stephanie Zedli