Regreso de la OFUNAM

Mar 12 • Miradas, Música • 1838 Views • No hay comentarios en Regreso de la OFUNAM

 

La Sala Nezahualcóyotl reabre sus puertas al público con música de Blas Galindo, Stravinsky y Mozart

 

POR IVÁN MARTÍNEZ
El sábado 26 de febrero estuve en la Sala Nezahualcóyotl. No estaba ahí desde el 22 de febrero del 2020. Aquella noche, le escuché a Iván López Reynoso dirigir unas Variaciones Enigma memorables, que siguen en mi recuerdo por la profundidad de sonido que logró de la Orquesta Filarmónica de la UNAM.

 

Al hacer cuentas y percatarme de los dos años casi exactos sin estar ahí, revisé también mi reseña de entonces: comparaba yo, tristemente, el desempeño de la orquesta ante dos directores. La titulaba “Dos filarmónicas de la UNAM” y me refería al pobrísimo primer concierto de aquella temporada inconclusa dirigido por Massimo Quarta, su entonces director titular, contra la vigorosidad de quien es hoy “nuestro director joven”.

 

Esta noche volví para escuchar a López Reynoso. E iba yo con una sensación de volver a empezar, con la emoción de pasar página a esos 24  meses: es cierto que ya había ido a conciertos en el Palacio de Bellas Artes, que ya todas las orquestas de la ciudad han tocado públicamente, que la misma OFUNAM tuvo una temporada corta, híbrida y fracturada, y que muchas cosas han pasado… como el que de Quarta no quede más que su triste recuerdo. Pero no había vuelto aquí y el público asiduo a conciertos coincidirá conmigo en que, aunque convivan en la misma ciudad, nuestras tres grandes orquestas parecieran pertenecer a mundos totalmente distintos; salvo por un par de directores invitados habituales y unos melómanos contados que —a veces— asistimos a las tres, ni el público es el mismo.

 

Pero sin pensar en el aforo reducido o el programa que no incluía obras con instrumentaciones grandes, el ritual volvió a ser el mismo: desde los saludos de rigor a esos amigos que uno hace en las salas de concierto a constancia de ver sus caras, hasta la música. Al terminar la noche, lo comenté de botepronto: “qué gusto escuchar a la OFUNAM como si no le hubiera pasado una pandemia por encima”. Qué paz.

 

Ahí están los oficios de esta batuta, que puede no haber armado el programa más declarativo para inaugurar una temporada, pero al que le pudo sacar mayor jugo, y juego, en cada uno de sus incisos.

 

López Reynoso comenzó el programa con el Poema de Neruda de Blas Galindo, una versión para cuerdas de su propia versión para coro a capella del poema décimo quinto de los Veinte poemas de amor del poeta chileno. Una delicia de obra que no recordaba yo en esta versión y que se escuchó con finura y detalle de sus colores (universales, dice la nota de programa; chávez-coplandianos, diría yo). Tierna y delicada, pero con balance y base sonora. Y siguió a él la música para el ballet Apollon musagète, de Stravinsky; una obra sólo para cuerdas que, pecando de quisquillosos, pudo ser la evidencia de que esta sección en su conjunto no es el mejor activo de la orquesta: casi todos los incisos rápidos pudieron ser más punzantes, precisos de articulaciones, para no quedar en la lectura cómoda y correcta.

 

Lo excepcional de la noche fue revisar el impulso y la arquitectura intelectual con que López Reynoso va construyendo su repertorio de sinfonías tradicionales: en esta ocasión se dedicó a la no. 29, en La, K. 201, de Mozart, en la que la orquesta le brindó sus mejores prestaciones para ofrecer brillantez, pulcritud y vigencia. Qué revitalizante escuchar una sinfonía de pequeñas dimensiones sonoras (por algo algunos musicólogos se refieren a ella como “a media orquesta”, pues su instrumentación es de solo cuerdas y pares de oboes y cornos; y nota extra: los cuatro alientos estuvieron estupendos) con un sonido tan redondo y capaz de llenar cada espacio de la sala, brindando a su vez pronunciaciones tan precisas y transparentes.

 

El atractivo cartel del segundo programa me hizo regresar el sábado 5 de marzo: la joven directora afroamericana Jeri Lynne Johnson, en su debut mexicano, en un programa igualmente “raro” en su concepción pero brindando juego. La maestra hizo primero la no. 9 de las Bachianas brasileiras de Villa-Lobos: al igual que para Stravinsky una semana antes, a la cuerda de la orquesta falta trabajo de unidad en sus articulaciones y fraseos, y quizá faltó a esta batuta terminar de cuajar el discurso que quería mostrar, quedando hoy en lo pasable.

 

Enseguida sucedió lo que para este cronista fue la joya de la noche: la versión para orquesta de cuerdas de Source Code, pieza de una de las compositoras más solicitadas del momento, Jessie Montgomery. La lectura de esta pieza que en manos equivocadas puede ser simple, fue apasionada y contundente; claridosa de sus texturas, transparente de la riqueza de sus contrapuntos, en plenitud de sonoridad. Su escucha fue un estreno en México y si mi registro no falla, el debut nacional también de la compositora: ojalá reciba el impulso para escuchar el resto de su catálogo, que puede estar concentrado en obras poderosas para cuerdas (como violinista y excuartetista que es) pero que se ha ido enriqueciendo sinfónicamente ahora que funge como compositora en residencia de la Sinfónica de Chicago.

 

La maestra Johnson concluyó su visita con la Quinta sinfonía, en Si bemol, D. 485, de Schubert, en una lectura correcta, pero de direcciones sutiles y modestas. Sin pecar por ningún motivo técnico, pero bordando lo escolar en el sentido de lo cuidado y restringido de su espíritu y confianza.

 

FOTO: La Orquesta Filarmónica de la UNAM es actualmente dirigida por Iván López Reynoso/ Crédito de foto: Cultura UNAM

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