Reportear en La Laguna
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El asesinato de periodistas en México es producto de un coctel que involucra al crimen organizado, un débil estado de derecho y malas condiciones laborales
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POR VICENTE ALFONSO
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…Dese usted cuenta de que si desaparecen quince periodistas
en este país, en realidad no sucede nada.
Federico Campbell, Pretexta
Torreón. Cuenta tu aldea y contarás el mundo, dice una frase cuyo origen no está claro: hay quienes la atribuyen al cuentista ruso Anton Chéjov, otros a León Tolstoi, algunos la citan como un proverbio indio o chino. Lo que sí está claro es que contar la propia aldea quizá nunca había sido tan peligroso como ahora: según la UNESCO, la gran mayoría —casi 95%— de los periodistas muertos en el cumplimiento del deber son reporteros locales que no cubrían conflictos armados, sino asuntos locales. Si a eso se suma que a nivel global en los últimos diez años se han resuelto sólo 6.6% de esos asesinatos, tenemos que la abrumadora mayoría —93.4%— de los crímenes contra periodistas queda sin castigo.
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Las estadísticas, citadas por la organización internacional Reporteros Sin Fronteras en el Manual de Seguridad para Periodistas, son demoledoras. La situación es aún peor para quienes nos dedicamos al oficio en un país que, en palabras de la misma organización, es “el más mortífero de América Latina para los periodistas”. No se trata de una opinión, sino de un diagnóstico: desde 2002 Reporteros Sin Fronteras publica todos los años la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa, listado de 180 países que se realiza midiendo el grado de libertad del que gozan los periodistas en cada sitio. Durante la primera medición, hace tres lustros, nuestro país ocupaba el lugar 75. Este año ocupamos el 147, por debajo de países como Afganistán (lugar 120) y muy cerca de Irak (lugar 158) y Siria (lugar 177). Eso significa que en quince años hemos caído 72 lugares. Acerca de México, la organización señala: “la vida de los periodistas de investigación es dura en este país corroído por la corrupción y bajo la influencia de cárteles y narcotraficantes. Los asesinatos, los exilios y la autocensura se han convertido en la regla”.
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Bajo esta luz, el asesinato de Javier Valdez Cárdenas, ocurrido el pasado 15 de mayo en Culiacán, es la punta visible de un problema de enormes proporciones, pues Valdez se agrega a una lista de 104 periodistas asesinados en México en lo que va del siglo. La muerte de más de cien comunicadores no puede ser entendida como un fenómeno aislado, sino como el producto de un complejo coctel cuyos ingredientes son el creciente poder del crimen organizado, un débil o nulo estado de Derecho, las malas condiciones de trabajo y en algunos casos la falta de capacitación de quienes ejercen el oficio. El resultado de esta mezcla es un entorno hostil para los profesionales de la información. Hostilidad cuyo acto más radical se traduce en las ejecuciones de reporteros, pero que también se expresa en fenómenos como la intimidación, la censura, la autocensura y la corrupción.
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Volvamos al refrán. En mi aldea, la Comarca Lagunera, las cosas no son muy distintas. Un sondeo informal entre colegas de esta zona —integrada por municipios de Coahuila y Durango— confirma que los riesgos del oficio son los mismos: en primer lugar temen represalias de la delincuencia organizada, sobre todo entre quienes cubren fuentes relacionadas con procuración de justicia y combate al crimen: “desde la muerte, en 2009, del colega Eliseo Barrón, ser periodista se volvió una ocupación mucho más vulnerable”, me dice una reportera. La noche del 25 de mayo de 2009, Eliseo Barrón Hernández, un joven de 35 años que llevaba más de una década trabajando como fotógrafo y periodista en el periódico local La Opinión-Milenio, fue sacado a golpes de su casa delante de su esposa y sus dos hijas pequeñas. Se dice que ocho enmascarados se lo llevaron. Su cuerpo fue encontrado al día siguiente en un ejido cercano. Tenía huellas de tortura y tres balazos.
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Rumores que se confirman
Esa época terrible para los habitantes de la Comarca comenzó en 2006, pues en ese año se acentuó la violencia. Se hablaba de que dos cárteles se disputaban la plaza. El ensañamiento que entonces mostró el crimen organizado llegó a niveles que parecían reservados a las pesadillas: narcomantas, sicarios que irrumpían en antros o en fiestas privadas y disparaban contra todo y contra todos, cabezas apiladas en hieleras, cuerpos disueltos en tambos de ácido… Muchos empresarios y comerciantes migraron en busca de mejores condiciones. Para quienes se quedaron, un toque de queda de facto se imponía al caer la noche mientras historias terribles, cada una más terrible que la anterior, circulaban por la Comarca y por el país entero. Algunas, al escucharlas, me han parecido difíciles de creer y las he guardado con reserva en el cajón de los rumores. Por desgracia muchas entre las peores se confirmaron.
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Para no pocos reporteros y periodistas, ese periodo de violencia significó amenazas y “levantones”. Algunos reporteros de la fuente policial recibían llamadas intimidatorias de personas que decían pertenecer a uno de los grupos criminales en disputa. A fines de febrero de 2013, el diario regional El Siglo de Torreón sufrió una racha de ataques con arma de fuego. Durante tres días consecutivos, desconocidos dispararon contra sus instalaciones. A pesar de que el edificio estaba resguardado por la Policía Federal, durante la agresión del tercer día murió un civil y un agente federal fue herido. En marzo de ese año, la Fiscalía General de Durango presentó a un grupo de 21 personas implicadas en las agresiones. Según la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos Contra la Libertad de Expresión (FEADLE), siete de ellas fueron condenadas a prisión.
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La lista podría seguir.
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Hoy parece que las cosas han cambiado. Los espacios públicos vuelven a ser habitados por la gente y ha renacido la vida nocturna. Así lo aseguran varios de los colegas entrevistados, pero también coinciden en que no se pueden echar las campanas al vuelo: “hay en general un ambiente de mayor tranquilidad en la Comarca, pero no por eso los periodistas laguneros deben de bajar la guardia, aún hay muchas medidas de protección que tomar”.
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De la “posverdad” a las fake news
Las represalias que pudiera tomar la delincuencia organizada no son el único factor que preocupa a los periodistas. Reporteros Sin Fronteras advierte una amenaza creciente a nivel global que afecta sobre todo a las democracias. En un apartado de su página electrónica, la organización señala que la libertad de prensa “nunca había estado tan amenazada” y que en los últimos cinco años el índice global en la materia ha caído 14%. Algo que ha contribuido es lo que llaman erosión democrática, que consiste en la llegada al poder de “hombres fuertes” cuya retórica consiste en “muy tóxicos discursos anti-medios de comunicación”. Tal como lo han hecho el actual presidente norteamericano y su vocero, a los periodistas y medios que publican contenidos críticos se les acusa de mentirosos, deshonestos y calumniadores. El resultado es que a nivel mundial hemos entrado en la era de la “posverdad”, las fake news, la propaganda y la represión. Reporteros Sin Fronteras advierte: “En todos los lugares donde el modelo de hombre fuerte y autoritario triunfó, la libertad de prensa retrocedió”. ¿Qué periodista podría trabajar tranquilo al saber que el Estado encargado de garantizar su seguridad es el mismo que le acusa de mentir? Tampoco en esto mi aldea es muy distinta al resto del mundo, pues el segundo lugar en la lista de riesgos de los reporteros están las represalias urdidas desde algún escritorio público. “Las amenazas se han convertido en algo cada vez más frecuente”, dice uno de los entrevistados.
Protesta de periodistas en febrero de 2016 en la representación del gobierno de Veracruz en la Ciudad de México, por el asesinato de la periodista Anabel Flores Salazar, de El Sol de Orizaba. /Diego Simón Sánchez/Cuartoscuro