Acaricio una piedra
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POR RICARDO YAÑEZ
Acaricio una piedra
para Arbey Rivera
Acaricio una piedra
y siento que me siente.
Es una piedra blanca
y no era blanca
y ni siquiera piedra
–inexistente era, y estaba ahí.
Polvo de su blancura queda en mis dedos,
que fueron convocados
a hacer (de ella, de ellos)
su simple aparición.
Me informaba en un libro sobre las piedras,
sobre el espíritu de las piedras,
y en lenguaje de piedra
me dijo con irónica ternura:
–Tócame, estoy aquí.
Con la serenidad de los bambúes
Con la serenidad de los bambúes,
sin alarde ninguno,
habito limpio el aire que me habita.
Soy el silencio verde
vertical
y flexible,
la sombra que se asombra
de ser la claridad que la rodea,
la sombra verde, verde.
Ahora ha salido el sol
o yo al sol salgo
como trinos de pájaros.
Ahora me agita el viento.
Despeinada armonía,
reverbero.
Actúa desde la quietud
Actúa desde la quietud
que en ti se hace
cuando al despertar oyes los pájaros.
Actúa desde el silencio
que en ti se hace
al ver en el arroyo correr el agua.
Actúa desde el olvido
que en ti se hace
cuando te acuerdas de la vida.
Actúa desde el no actuar
que en ti se hace
cuando en verdad actúas.
El peso de las piedras mojadas por la lluvia
El peso de las piedras mojadas por la lluvia
es ahora menor
que cuando secas.
Acostado en la hierba
Acostado en la hierba
veo la inmensidad del cielo
sin pensamientos.
Moja el rocío mi rostro.
La luna se alza.
Empiezo a entender mi vida,
quizá,
sólo quizá,
la vida.
Sobre un poema de Rubén Rivera