Rilke para rulfianos

May 14 • Lecturas, Miradas • 5778 Views • No hay comentarios en Rilke para rulfianos

POR JOSÉ JUAN DE ÁVILA

 

La lengua alemana tuvo una curiosa trascendencia en la vida literaria de Juan Rulfo. La primera traducción de Pedro Páramo fue en ese idioma, publicada por Mariana Frenk-Westhein en 1958, tres años después de la edición inaugural de 1955 en el Fondo de Cultura Económica. Y la última novedad editorial sobre el narrador también está relacionada con esa lengua: su íntima recreación de las Elegías de Duino, de Rainer María Rilke (de la que no se sabía nada hasta hace diez años), a partir no del original del poeta nacido en la Praga de Franz Kafka, sino en una versión monolingüe en español de 1945, del exiliado Juan José Domenchina, y de la traducción directa del alemán que publicaron un año después, en 1946, el gallego Gonzalo Torrente Ballester y Mechthild von Hesse Podewils, en un volumen bilingüe.

 

Ernesto Fuentes, responsable de la colección de poesía de Sexto Piso, aclara que las Elegías de Duino en versión de Juan Rulfo, que acaba de poner en circulación esta editorial en México, “es una primera edición, la primera que se publica como libro único y como definitiva, aprobada por la Fundación Juan Rulfo y por la familia” del narrador, quien además “tradujo alrededor de otros 40 poemas de Rilke”.

 

Según el editor, Rulfo hizo su versión de las Elegías de Duino de manera paralela a la escritura de su obra maestra, Pedro Páramo. “Es como si para descansar de la escritura de un libro, retomara el otro. Se encontraron las versiones físicamente con el mismo papel y la misma tinta con las que estaba escribiendo Pedro Páramo. Es decir, las estaba escribiendo en el mismo instante”, sostiene Fuentes, quien así identifica a Rilke como una de las principales influencias del mayor narrador mexicano.

 

En 2006, con motivo del 20 aniversario luctuoso del jalisciense, la Fundación Juan Rulfo publicó Tríptico para Juan Rulfo, un homenaje editorial auspiciado por la UNAM y la Universidad Iberoamericana y coordinado por Víctor Jiménez, Alberto Vital y Jorge Zepeda, que entre sus tres apartados –Poesía, Fotografía y Crítica– ya presentaba esa versión rulfiana de las elegías, con un estudio comparativo puntual entre ésta y aquéllas de Domenchina, de Torrente Ballester-Von Hesse Podewils e incluso de la original de Rilke, a cargo de las investigadoras Guadalupe Domínguez y Susy Rodríguez.

 

Tríptico para Juan Rulfo contenía también un artículo de Dieter Rall sobre los diez poemas, publicados en 1923 un año después de terminados por Rilke, a quien le llevó una década la gestación de esa obra inspirada según la versión del poeta tras un murmullo que le dictó durante una caminata el primer verso de la primera elegía: “Wer, wenn ich schriee, hörte mich denn aus der Engel Ordungen? (¿Quién, si gritara yo, me escucharía / desde los celestes coros?, según la versión del autor del Llano en Llamas)”.

 

Tríptico, además, contaba con el ensayo Rulfo y Rilke, de Vital, y con fotos de las copias a mano y mecanografiadas de los diez poemas que hizo el jalisciense y que aparecieron en su biblioteca personal.

 

Hoy, por primera vez en una editorial comercial, aparece en México la versión rulfiana de las Elegías de Duino, en la colección de poesía de Sexto Piso, ya en circulación en España desde julio pasado.

 

Sin embargo, el nuevo volumen –coeditado con la Fundación Juan Rulfo– sólo contiene los diez poemas de Rilke sin el magnífico estudio comparativo de Domínguez y Rodríguez ni el ensayo de Rall. Tampoco muestra las transcripciones a mano o mecanografiadas del autor de “No oyes ladrar los perros”. E incluye un epílogo exclusivo de Vital, “Rilke en Rulfo. Rulfo en Rilke”, como un eco de aquel Tríptico, en el que el filólogo destaca la aproximación del narrador al poeta vía la recreación y aun apropiación de sus elegías, como un discípulo que aprende de su maestro “mediante una lectura que es escritura”.

 

Al respecto, Fuentes marca las diferencias de la edición de Sexto Piso con el Tríptico y señala que éste fue un libro universitario, dirigido a universitarios y estudiosos, y con poca o nula distribución, además de que tiene errores, mientras que su edición es comercial, dirigida a un público más amplio. “Puede comparar la versión de Rulfo que aparece en el Tríptico, y la nuestra, y se podrá dar cuenta que son versiones diferentes. En el Tríptico había algunos errores que nosotros logramos corregir, y por eso nuestra versión se acerca más al manuscrito de Rulfo”, señala Fuentes, a pregunta expresa.

 

Por supuesto la nueva publicación –que no nueva edición, como sostiene Fuentes– vale mucho en sí misma por ese acercamiento del parco novelista mexicano, que va más allá de una anécdota, al universo rilkeano. El diálogo entre ambos creadores, a partir de las interpretaciones o mejor dicho correcciones que Rulfo hace a la versión de Domenchina y a la traducción de Torrente Ballester-Von Hesse Podewils, echa luz a los poemas de Rilke y a las obras del narrador, un lector privilegiado que no sólo se conformaba con el placer de la lectura, sino que la llevaba al límite: su exploración, apropiación y búsqueda de un acercamiento íntimo con el autor leído.

 

Un banquete de poesía rilkeana para aficionados y estudiosos de Rulfo (1917-1986), quien nació nueve años antes de la muerte de Rilke (1875-1926) y justo a la mitad de la década en que se gestaron las Elegías de Duino. Con esta versión pueden entenderse los vasos comunicantes entre ambos, como el mundo de lo invisible, el de los muertos, o la importancia del universo órfico en ambas literaturas.

 

Ernesto Fuentes llega más lejos y compara a la Eurídice de Orfeo con la Susana San Juan de Rulfo.

 

Precursor de sus influencias

 

Se sabe que Rulfo leía en alemán, pero se desconoce por qué en lugar de traducir directamente de los versos de Rilke prefirió recrear la traducción de Torrente Ballester-Von Hesse Podewils publicada en España y por la versión de Domenchina, que por lo demás estaba basada –como recordaron Domínguez y Rodríguez– en una “interpretación en prosa” y en las versiones francesas de J. F. Angelloz y de Lou Albert-Lasard, en la inglesa de J. B. Leishman y Stephen Spender y en la italiana de Leone Traversa.

 

En cambio, en una suerte de retruécano literario, el narrador mexicano se puede decir que tradujo del español al español las Elegías de Duino para aproximarse al alemán poético y filosófico de Rilke.

 

Domínguez y Rodríguez ya hace una década señalaban que Rulfo no pensó en publicar sus elegías, que ellas en su investigación casi detectivesca fechan entre 1945, cuando la editorial Centauro sacó la de Domenchina, y 1953, cuando adquirió la máquina Remington con la que escribió Pedro Páramo.

 

En cambio revelaron que sí había un cuaderno del novelista mexicano con poemas de Rilke tomados del Libro de las horas, del Libro de las imágenes y Nuevos poemas, con marcas de un editor.

 

Ellas mismas identifican a las elegías rulfianas en tres grupos y detallan sus características: en uno están la 5, 6, 8 y 9, que en la comparación resultan una “transcripción casi idéntica” de la versión de Domenchina. En otro grupo están la 1 y la 7, con presencia ya de la traducción de Torrente Ballester; y el tercer grupo, que incluye las elegías 2, 3, 4 y 10, la presencia de la traducción del gallego es mayor, pero con “un nivel de reelaboración más complejo por parte de Rulfo”, según ambas investigadoras.

 

Destacaron que en las elegías 3 y 10, el diálogo de Rulfo con Rilke “deja de depender de las otras dos versiones” y subrayaron que los temas de éstas son “los fundamentos del amor y un viaje simbólico al reino de la muerte, respectivamente, preocupaciones estéticas y poéticas del autor de Pedro Páramo”.

 

Sobran traducciones al español de las Elegías de Duino, tal vez la obra más compleja de Rilke que paradójicamente es quizá la más popular. En las últimas décadas pueden recordarse las de 1980 de José María Valverde en Lumen, la de Eustaquio Barjau, de 1987 en Cátedra; la de 1999 de Jenaro Talens en Hiperión o aun la del psiquiatra chileno Otto Dörr en Visor. Empresas difíciles, pues no coinciden ni en cómo traducir la dedicatoria de Rilke a su amiga y mecenas: “Aus dem Besitz der Fürstin Marie von Thurn und Taxis-Hohenhole (1912-1922)”, en cuyo castillo de Duino, en la costa de Trieste y vecino al de Miramare que fue la residencia de Maximiliano y Carlota, se escribieron las primeras elegías.

 

Ninguna versión a cargo de alguien de la trascendencia de Rulfo, de quien –como sostuvo Borges sobre Kafka (y de todo escritor) a partir de Nietzsche– puede decirse así que fue precursor de sus influencias.

 

*FOTO:  Elegías de Duino: Rainer María Rilke, (Traducción de Juan Rulfo), Madrid, Sexto Piso, 2015, 152 pp/ Especial.

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