Río Camarón

Jul 22 • Lecturas, Miradas • 4181 Views • No hay comentarios en Río Camarón

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POR GEOVANI DE LA ROSA

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El río era una serpiente

con la barriga repleta de peces

e insectos venenosos,

vereda de piedras prehispánicas.

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La niña pide un elote,

un hombre desordena los semáforos

y mira con antojo el hígado de las muchachas

que minifaldean a las puertas del banco.

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La fila de taxis viborea en la avenida

y la pleamar anuncia

que llegó la segunda semana de febrero.

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En marzo se pulen tinajas al amparo de la temperatura.

En mayo las lluvias primerizas infectan a las frutas.

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Todos discuten con la cajera del autoservicio,

su lentitud la delata:

///////////////////es su primer día

y aún no memoriza los atajos del teclado.

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El mar impone su terror

y las tortugas mastican coco seco.

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Hay una plaza que nadie sabe cómo se llama,

un tronco clavado en la pereza de los patos.

El avión de las seis bambolea sobre el parque

y los pasajeros destellan como el lomo de un lanchero.

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La inutilidad del paso peatonal es el rezo

de una mujer que cruza a media calle.

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Alguna vez este lugar estuvo poblado de carrizos,

de ranas y gaviotas que migraron sin oriente.

Quizá unos grados más al sur,

hacia pueblos donde la lluvia

no sabe de días de descanso

ni de horas muertas.

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Quizá esto fue un llano de sal y petróleo,

repleto de hogares católicos

y cantinas donde no finalizaban

la gula, el baile, la epopeya etílica

de bañarse en marea roja.

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Aquí, el rito de la muerte duraba una semana.

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Tres albañiles pulen el puente con tragos de mezcal,

se burlan del árbol sin gracia que se abre paso entre los edificios,

observan a la mosca que perturba al vendedor de agua.

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El mar se escucha como un autobús,

sin paciencia ni frenos,

aventurado hacia tierras salvajes.

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Alguien dice que no existe el tiempo

y mira que la montaña es invadida por grillos metálicos,

por universitarios con garras de jaguar.

Alguien habla de metales preciosos,

no del ojo de agua marchito en el cerro,

se queja del purgatorio vial en que mutó este río.

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Aquí, camadas de camarones vagaban

sin predecir que el óxido de los automóviles

talaría sus criaderos.

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La niña se tapa la nariz,

pregunta por la lluvia que limpiará a este barranco,

¿cómo se llama este río?

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FOTO: Campamento tortuguero ubicado en playa la Bocana del municipio de Marquelia, Guerrero./Archivo EL UNIVERSAL

 

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