Rius: el papá de los moneros

Ago 12 • Conexiones, destacamos, principales • 10148 Views • No hay comentarios en Rius: el papá de los moneros

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A lo largo de su carrera, Rius se distinguió por su postura política y su compromiso social. Afiliado durante un tiempo al Partido Comunista, el autor de Los presidentes dan pena decidió desde 1968 que lo suyo era ser un caricaturista francotirador. Presentamos una entrevista inédita en la que Rius habla sobre su trabajo y el de algunos de sus colegas

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POR GERARDO LAMMERS 

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A mi manera de ver Rius es el caricaturista más importante que se ha dado hasta ahora”, escribió Sergio Aragonés en 80 aniversarius. Queremos tanto a Eduardo del Río (Grijalbo). “Ha defendido, enseñado, educado ¡a una nación entera!, sobre política, religión y hasta cómo comer y curarse”.

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Hace 24 años, en noviembre de 1993, a punto de cumplir 60 años de vida y 40 de humorista gráfico, como él prefería nombrarse, Eduardo del Río (Zamora, 1934–Tepoztlán, 2017), el ex seminarista que gracias a sus clases de latín dio con el nombre artístico de “Rius”, concedió esta entrevista, durante una visita a la Feria del Libro de Guadalajara. En aquel momento la realidad que vivía el país era muy distinta a la de ahora, y Rius estaba más bien concentrado en terminar su enésimo libro, Lástima de Cuba, en el que criticaba el giro que había tomado el castrismo con el paso de los años. Y se disponía, según confesó, a dejar de hacer libros, algo que definitivamente no cumplió.

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Usted es considerado por muchos dibujantes como el papá de los moneros actuales en el sentido de que ha abierto una brecha para los moneros y caricaturistas contemporáneos, ¿cuál es su sentir al respecto?

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Pues ya me estoy sintiendo más el abuelo (risas), que el papá… Para mí es una gran satisfacción de veras sentir que los jóvenes de la caricatura me consideran su padre espiritual. No digo putativo porque se oye muy feo, pero pues ojalá que yo siga respondiendo a esa idea que tienen los muchachos y que me sigan viendo si no como un modelo a seguir, por lo menos como alguien a quien recuerdan por su trabajo en la caricatura.

“Durante poco más de diez años, la estrella de Rius brilló en todos los puestos de periódicos mostrando, entre otras cosas, que la historieta podría ser pedagógica e ideologizante”. En la imagen, el monero en en 1987, año en que recibió el Premio Nacional de Periodismo.

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¿Cuáles fueron sus influencias y sus modelos en sus inicios?

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Pues hubo varios caricaturistas que yo admiraba mucho y traté de seguir en un principio, a veces por obligación de los mismos editores, como el caso de Abel Quezada: cuando yo empecé a hacer caricaturas en Ovaciones me exigían que hiciera cartones tipo Quezada. Yo lo admiraba mucho, pero no quería ser otro Quezada, sino que quería escaparme un poco de su influencia. Entonces recurrí también a otros caricaturistas, entre ellos a Saul Steinberg, que ese sí es considerado el padre de la caricatura moderna en todo el mundo; Osky, un caricaturista argentino ya fallecido; un inglés, Ronald Searle, que sonó mucho en los años cincuenta; y otros menores que me gustaba mucho la forma como hacían ellos su humor, la forma como presentaban la crítica en sus trabajos. Ésa era la idea que yo tenía: hacer una caricatura crítica… Perdón, me faltó Gabriel Vargas (risas), él también fue uno de mis modelos a seguir.

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Ha comentado que sus monos son horribles y que a usted lo corrieron de varias revistas en sus inicios, además de que usted tuvo un sinnúmero de oficios. ¿Se podría decir que uno de sus secretos es su persistencia, su tesón, para buscar nuevas publicaciones e ir abriendo espacios, buscando mejores retribuciones económicas al trabajo de monero en México?

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No fue una cosa que yo hiciera conscientemente, tratar de abrir nuevas publicaciones, pero las circunstancias de mi vida como caricaturista me obligaron a eso, porque al no tener cabida en los periódicos que había en ese tiempo, por mis ideas, acabé por recurrir a la historieta y crear nuevas revistas. Y en todas estas revistas yo traté de seguir con la línea que me había fijado, hasta que llegó un momento en que sentí que me estaba repitiendo mucho, que había dicho ya casi todo lo que tenía que decir, y me retiré ya a hacer libros únicamente.

En los años 60, Rius fundó la historieta Los Supermachos, a la que sucedió Los Agachados, desde la que hizo una fuerte crítica a la sociedad y la política mexicana con sus personajes del pueblo de San Garabato./ESPECIAL

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Mucho se ha comentado acerca de su postura política, incluso hay quien lo ha satanizado, pero otros se han hecho adeptos a su línea, ¿usted cómo define su posición política?

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Es muy difícil definirse dentro de una corriente especial, pero yo me considero una gente de izquierda. Estuve militando un tiempo en diversos partidos, entre ellos en el Partido Comunista, pero caí en cuenta de que el caricaturista, el crítico, tiene que ser independiente de cualquier ideología para tener más libertad de crítica, para poder criticar inclusive a la gente con la que uno trabaja. Es algo que es muy difícil de conseguir: criticar a la izquierda. Pero pensé que si me quedaba dentro de un partido político, me iba a limitar mucho en eso. Entonces preferí desde 68 estar de francotirador, dedicarme a criticar también lo que estaba mal dentro del socialismo, hasta que he llegado a la horrorosa conclusión de que pues el socialismo ya se murió, ya se acabó.

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Se ha vuelto usted apartidista, ¿considera esto una actitud sana entre los caricaturistas políticos de hoy en día?

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Pues yo creo que sí. Es una cosa positiva, es una cosa que beneficia mucho al crítico, al periodista porque le permite no tomar partido, quizá ésa sea más bien la definición nuestra: no es que no pertenezcamos a ningún partido, sino que no tomamos partido así a ciegas, fanáticamente como un adepto fiel a cualquier ideología. Nos reservamos el derecho a criticar también lo que está mal hecho dentro de esos partidos.

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Otra de las cosas que se manejan en relación a su trabajo y al de muchos caricaturistas y moneros es el aspecto un poco trillado del “compromiso social”, ¿qué opina usted? ¿Es el suyo una opción por los menos favorecidos? ¿Cree usted que todo caricaturista político tiene que tener un compromiso social a la hora de realizar su trabajo?

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Sí, yo sí estoy de acuerdo con esa línea del compromiso social, pero no del compromiso partidario. Una de las luchas, quizá la más importante que trata uno de llevar a cabo con este trabajo, igual que un periodista, es la lucha contra la injusticia. Entonces forzosamente tiene uno que tomar partido en un momento dado por la clase social que está más perjudicada, que son los pobres. En ese aspecto nos ponemos un poco en línea paralela a ese sector de la iglesia que también ha decidido luchar por los pobres, contrario a esa mayoritaria línea de la iglesa que está con los ricos, con los que les dan las buenas limosnas. Entonces creo yo que el caricaturista de izquierda se debe conservar en esa tesitura de seguir apoyando a los que no tienen voz. Porque todos los ricos y hasta la clase media tienen una voz, tienen manera de hacerse oír, pero la gente que está realmente jodida no tiene quién hable por ellos. Quizá quijotescamente el trabajo de los caricaturistas políticos se debería de enfocar por ahí. Y siento que debido a esta falta de crítica hacia la izquierda es por lo que se ha venido abajo la Revolución Cubana, porque nunca se manifestó en Cuba la voz crítica, siempre la voz crítica fue echada a un lado, se obligó a la gente que no estaba de acuerdo a salir o a meterlos a la cárcel. Nunca se desarrolló en Cuba la conciencia crítica de lo mal hecho.

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¿El humor no se descuida muchas veces al cargarse el cartón al aspecto social?

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Sí, pues es uno de los peligros que hay. Yo trato de que no se me olvide. Creo que lo manifiesto todavía en mi trabajo, más que en las entrevistas —me pongo muy serio en las entrevistas—, pero desde luego es el ingrediente básico de nuestro trabajo. Debería ser. Yo más que caricaturista siento que nos deberíamos de llamar “humoristas gráficos”, y una de las cosas que les pasan a algunos compañeros es que sus caricaturas no hacen reír. Son tan fuertes, tan trágicas, que se les olvida que el humor es la fórmula mágica para decir las cosas y para llegarle a la gente y para que tenga más efecto el trabajo que está uno haciendo.

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El aspecto técnico, el aspecto de la formación, la línea, ¿qué tanto se cuida por los caricaturistas actuales?

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Creo que en los últimos años se ha acentuado mucho esa preocupación del caricaturista, no sólo por buscar un buen pie en la caricatura, sino también por dibujar mejor. Pero en toda la historia de la caricatura se ha visto que no es un requisito esencial para ser caricaturista. Al contrario, los caricaturistas que logran comunicar más el humor son los que dibujan menos. Los “malos dibujantes”. Por ejemplo, si un día Jis y Trino y Magú aprenden a dibujar creo que pierden todo su humor fresco que tienen, su humor desenfadado. Y yo le he dicho muchas veces a Naranjo, con quien llevo una enorme amistad, que se deje de hacer tantas rayitas y que haga un dibujo más sencillo. Pero él dice que le cuesta mucho trabajo porque ya está padeciendo la enfermedad crónica del dibujante: él es un señor dibujante y le cuesta mucho trabajo todo lo contrario: hacer un dibujo sencillo y lleno de humor.

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¿En su caso su estilo es fortuito o es producto de un trabajo, de una serie de experimentaciones?

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Bueno, en esa línea de dibujo improvisado, casi de dibujo desenfadado, me apoyé mucho en Abel Quezada. Toda la vida se la pasó declarando que él no sabía dibujar. En realidad sí era un gran dibujante, pero son cosas que ya nacen por accidente. No es una escuela que se pueda perfeccionar; al contrario, si uno trata de dibujar bonito se pierde todo eso. Yo he estado estudiando últimamente dibujo anatómico y pintura, pero es ya con otra intención: de pintar cuadros serios, pues. Pero no trato de que ese dominio o intento de dominio del dibujo se manifiesta en mi caricatura.

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Últimamente han surgido caricaturistas con una inclinación hacia el desmadre, el humor por el humor, como es el caso de Jis y Trino.

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Pues sí, mis queridos nietos (risas) de la caricatura. Yo fui casi su descubridor de Jis y Trino. Creo que le han hecho a la caricatura y al humor en México uno de los más grandes favores: manejar un humor totalmente desenfadado, un humor irrespetuoso, un humor que no tiene nada que ver con la política, pero que tiene mucho que ver con la vida. Es un humor muy vital el que manejan ellos. A veces se les pasa la mano y caen en el mal gusto, pues. Pero la lucha de ellos es una lucha por la libertad de decir las cosas, de decir las malas palabras, de presentar al hombre como es realmente. Hay sectores que se oponen y que critican mucho ese humor. Yo siento que están equivocados. Lo que han hecho Jis y Trino por la caricatura en México ha sido gigantesco, y espero que pasen esta crisis que están pasando porque tienen mucho que dar todavía. Yo los admiro muchísimo.

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Un aspecto fundamental de su obra es el relacionado con sus libros, a partir de la publicación de Los supermachos y Los agachados, tiene varias decenas de libros que hablan de distintos temas: política, historia, sexo, hasta religión e incluso alimentación. ¿Es correcto decir que Rius es un divulgador cultural?

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Pues sí (risas). No me puedo considerar de otra forma. Quizá mucha de la crítica que me han hecho los intelectuales de a deveras es que vulgarizo yo demasiado, que no profundizo. Pero yo respondo a todo el mundo diciéndole que desgraciadamente mi preparación cultural no da para más. O sea, yo tengo únicamente papeles de quinto año de primaria, con problemas de secundaria. Y por otra parte, creo que una de las cosas que el intelectual no ha logrado es la comunicación con la gente, compartir con la gente sus conocimientos. Y yo siento que mi trabajo ha consistido en eso: en vulgarizar, en divulgar —creo que las dos palabras más o menos quieren decir lo mismo— conocimientos que de otra forma se le escaparían porque hay tanto miedo al libro, hay tanto miedo a la solemnidad, al conocimiento académico y universitario, que el tipo de libros que yo hago, y la historieta sobre todo, ha servido para crear un puente entre los intelectuales y la ignorancia. Porque siento que a partir de la lectura de mis libros, algunos buscan profundizar más en el tema.

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Tomando en cuenta los niveles mínimos de lectura (de libros) que existen en nuestro país, ¿considera usted que dentro de las publicaciones impresas es el cómic la alternativa?

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Bueno, la alternativa mejor sería el uso de la televisión, pero pues está prohibida para el uso de la razón la televisión. Si pudiéramos llegar a la televisión sería ideal. Entonces el sustituto a esa utopía de tratar de llegar a la televisión, pues es la historieta. Porque la historieta es un género que le llega mucho a la gente, en el que se pueden decir todas las cosas, cosa que en televisión difícilmente se podrían decir, pero que requiere que la persona que la esté haciendo, pues tenga una preparación y un talento especial para mandar ese mensaje. No es fácil. Se necesitaría la combinación de un buen dibujante y un buen guionista. Y rara vez encuentra uno eso. Además faltaría otro ingrediente, que es el editor. Los editores son desgraciadamente todavía los que dictan cuál es la línea de la historieta. Y es muy difícil encontrar a un editor que esté de acuerdo en “soltarle la rienda”, digamos, al historietista para que diga lo que quiere decir.

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Volviendo al tema de la caricatura política, la caricatura que se hace en las publicaciones mexicanas, ¿cómo ve usted el panorama actual en relación a los nuevos que están tratando de descollar?

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El otro día estamos hablando de eso con Naranjo y con otros caricaturistas: como que en los últimos diez años no ha surgido nada nuevo interesante. Como que no ha surgido nueva caricatura en México. Todo lo que se está haciendo ahorita es repetición o copia de Naranjo, de Helio Flores, de Magú, mía, y no se han manifestado nuevos valores, talentos realmente. Siento que ahorita hay mucha mediocridad entre los nuevos. Y es poca la creatividad que se está dando entre los nuevos caricaturistas. La explicación que yo le doy a esto es la falta de revistas de humor. Nos hemos puesto a analizar cuándo surgieron los caricaturistas y todos sin excepción surgieron a partir de revistas de humor. Cuando La Garrapata o los suplementos de humor que hacía yo en la revista Sucesos, de ahí salieron Helio Flores, Naranjo, Magú, salieron los de La Jornada, y como que es la última generación. Ya después de eso no ha surgido nada nuevo. Es preocupante pero creemos que la solución está en volver a sacar una revista de humor. Ojalá que se pudiera dar eso.

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Acabo de entregar el que espero sea el último libro que haga porque ya estoy hasta el gorro de estar haciendo libros. Un libro sobre Cuba, que se va a llamar Lástima de Cuba, que es un libro muy crítico sobre la Revolución Cubana y sobre Fidel Castro sobre todo”, dice Rius.

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¿Se piensa retirar?

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Pues me pienso retirar un poco a raíz de que el año próximo cumplo 60 años de edad y 40 de estar haciendo monos, y quiero dedicarme un poquito más a pintar. A pintar y a leer todo el montón de libros que tengo ahí, que no he podido.

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FOTO: Eduardo del Río, Rius, retratado en su estudio en 1987./ Archivo Pedro Valtierra, Cuartoscuro

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