Roberto Calasso: magisterio y brevedad. Reseña de “Cómo ordenar una biblioteca
En Cómo ordenar una biblioteca, publicado por Anagrama, Calasso habla de la relación, ciertamente metafísica, que mantenemos con estos espacios consagrados al resguardo de lo literario, así como lo que develan del mapa mental de quienes las poseen
POR ARIEL GONZÁLEZ
Poco antes del fallecimiento de Roberto Calasso, su libro Come ordinare una biblioteca (Adelphi, 2020) comenzó a circular en español bajo el sello de Anagrama. Esta circunstancia, de algún modo, convirtió este pequeño opúsculo en una suerte de despedida para sus lectores hispanoamericanos —si bien, para fortuna de estos, seguramente quedan por aparecer en castellano diversos trabajos como La tavoletta dei destini (Adelphi, 2020), donde vuelve a los grandes mitos y relatos ancestrales.
Entre los ensayos que componen Cómo ordenar una biblioteca, se encuentra el que le da título al volumen y que se ocupa de un tema “altamente metafísico” pero que está en la cabeza de todo aquel que posea o crea poseer una biblioteca: cómo ordenarla. Escribí “crea poseer” porque no me parece obvio cuándo podemos decir que una biblioteca es tal. ¿Más de dos, tres, 20, 50 o 100 ejemplares permiten hablar de su existencia? No lo sé —Calasso tampoco nos lo dice— pero entiendo que ese es otro problema, quizás más aritmético que metafísico, que sólo resuelve perfectamente el imaginario habitante de la isla desierta que elige un libro por toda biblioteca.
En todo caso, hay un instante en que a solas, ante el colorido, desigual y polvoriento panorama de nuestros libreros surge la necesidad —pero sobre todo el anhelo— de un orden determinado. Tal vez el asunto se hace evidente al no encontrar el texto que buscamos y entonces damos con otro libro que nos atrae aún más que el perdidizo y que nos recuerda que ahí está, aguardando ser leído o volver a ser consultado. Este hallazgo (así lo percibimos) nos hace notar que sería ideal un método para tenerlo a la mano permanentemente (lo mismo, claro está, que al libro extraviado). Un orden.
Por supuesto, todo esto no representa ninguna tribulación para los seguidores del minimalismo a lo Marie Kondo, para quienes las bibliotecas personales no deben tener más de 30 libros. De cualquier forma, como plantea Calasso para terror de la famosa japonesa, “no es necesario que los libros estén en orden —tampoco en desorden— para revelar algo a su propietario. Pueden incluso estar en cajas apenas abiertas. De todos modos, algo se revelará”.
Algunos de los temas que se abordan en este librito de apenas 144 páginas, provienen de ensayos anteriores como los que se agrupan en La marca del editor (Anagrama, 2015), obra en la que concentra importantes reflexiones sobre un oficio que desde los años 60, cuando se incorpora a la editorial Adelphi, no le es en absoluto ajeno.
Merced a su vasta erudición, Calasso puede trazar las principales rutas en el maremágnum del libro y acercarnos a sus héroes, medievales y modernos a un tiempo, como Aldo Manuzio, o seguir los pasos de Aby Warburg —huésped distinguido de este y otros textos de Calasso— a quien nos presenta removiendo constantemente los libros de su gigantesca Biblioteca. Su conclusión es definitiva: “… el orden de una biblioteca no encontrará nunca —no debería encontrar nunca— una solución. Simplemente porque una biblioteca es un organismo en permanente movimiento. Es terreno volcánico, en el que siempre está pasando algo, aunque no sea perceptible desde el exterior”. Y remata con una frase de Walter Benjamin: “En estos ámbitos, todo orden no es sino un estado de inestabilidad sobre el abismo”.
Aun así, el autor comparte una “regla áurea”: “la del buen vecino, formulada y aplicada por Aby Warburg, según la cual en la biblioteca perfecta, cuando se busca un determinado libro, se termina por tomar el que está al lado, que se revelará aún más útil que el que buscábamos”. A todos nos ha pasado, incluso en la más imperfecta de las bibliotecas.
No obstante, el orden como problema es el eje de las consideraciones de Calasso tanto para la biblioteca personal como para las librerías. “Cómo ordenar una librería” viene a ser el apéndice natural del ensayo central, partiendo de la idea de que el e-book , “objeto de una obsesión colectiva”, no vino a ser el apocalipsis para el texto como lo conocemos, sino una ventana más. De hecho, “durante algún tiempo floreció como una planta tropical para marchitarse a continuación con la misma rapidez. Hoy parece asentado que el e-book es una modalidad de lectura entre otras y que seguirá existiendo sin por ello causar un daño irreparable al libro de papel, tal como algunos profetizaron y como, en cambio, sí ha sucedido en la industria discográfica tras el impacto de los medios electrónicos”.
Pero antes del mundo digital otros espacios editoriales vivieron extraordinarios episodios que Calasso se encarga de iluminar: las revistas que acompañaron a las vanguardias y sus movimientos en la primera mitad del siglo XX. Esas espléndidas publicaciones que todavía conocieron el mecenazgo (de figuras como Marguerite Caetani, que financió Commerce), las genialidades de Bifur o las disputas intolerantes por una visión, un principio o una emoción (entre La Révolution Surréaliste y Le Grand Jeu, por ejemplo). Calasso sabe que “la regla del buen vecino no se aplica solo a las bibliotecas sino también a las revistas. Puede incluso ser un criterio para pulsar su naturaleza y su calidad. Cada número de una revista puede ser observado como un todo, en el que las diversas voces se intersecan y superponen en el interior de un paisaje preconcebido, con sus setos, bulevares, fuentes y zonas salvajes”.
Ese clima de entreguerras no se repetiría: “El momento es, para una revista, una variable capital”. Los intelectuales, poetas y novelistas participantes lo supieron aprovechar y quizás también dilapidar a su modo, puesto que “el concepto y los sobrentendidos de la revista hecha por pocos y para pocos, con ambiciones totales o ilimitadas, eran los mismos. Eso fue lo que, progresivamente, se atenuó, hasta disolverse, después de 1945. El tejido común fue desapareciendo. La literatura se disponía a transformarse en lo que iba a ser en el nuevo milenio: un hecho de individuos solitarios, tenazmente separados entre sí”.
Sin embargo, en medio de todas estas ilusiones perdidas, un género menor, la reseña, ha conseguido trascender el ímpetu de estas publicaciones históricas justamente porque venía de siglos atrás, directamente del siglo XVII. Calasso se encarga de presentarnos en “Nacimiento de la reseña” el original de su acta fechada “el 9 de marzo de 1665, cuando el Journal des Savants publicó una breve reseña —modelo de todas las siguientes—, escrita por Madame de Sablé, sobre un libro que, desde entonces hasta hoy, ha tenido un enorme éxito: las Maximes de La Rochefoucauld”.
Presentándonos a sus pares, estableciendo una interlocución con ellos que recorre toda su obra, el autor de Las ruinas de Kasch encuentra siempre las piedras angulares de la grandeza cultural. Cómo ordenar una biblioteca es la suma exquisita de cuatro textos que nos hablan de una pasión por los libros, la edición y los grandes momentos intelectuales que sólo Calasso podía presentarnos con absoluto magisterio y brevedad poética.
FOTO: Portada del libro Cómo ordenar una biblioteca, de Roberto Calasso /Crédito: Editorial Anagrama
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