Rusia y Ucrania bajo un mismo credo: entrevista con Jean Meyer
En su obra Historia religiosa de Rusia y sus imperios, el historiador explica cómo la ortodoxia cristiana ha engendrado diversas identidades rusas, trayendo consigo detractores, como en la era soviética, o peligrosas alianzas entre conservadores religiosos y el actual régimen de Putin
POR YANET AGUILAR SOSA
En 1997, Jean Meyer comenzó un proyecto ambicioso: hacer la historia de la iglesia ortodoxa en Rusia a partir de los grandes cambios provocados por la Perestroika y la disolución de la Unión Soviética, una historia que se fue acompañando de otra, paralela: el relato de las Iglesias no ortodoxas. Hoy, 25 años después, el historiador de origen francés (Niza, 1942), naturalizado mexicano en 1979, concluyó la primera parte de ese estudio, publicado bajo el título Historia religiosa de Rusia y sus imperios (Siglo XXI Editores, 2022), que Meyer define como un gran proyecto que abarca mil años de la ortodoxia no de Rusia sino de todas las Rusias.
En un cuarto de siglo, Meyer fue acumulando datos, investigaciones y una inmensa bibliografía para contar la historia de las iglesias en “todas las Rusias”, desde aquella en Kiev hasta esa otra que combatió el régimen soviético y la que proviene de Constantinopla. Esa labor dio lugar a este primer volumen que arranca a finales del siglo X y cierra en 1991, con la Perestroika. Le seguirá un segundo tomo que arrancará en 1991 y concluirá en 2022, la era actual.
El intelectual mexicano, quien es estudioso de la historia rusa y ha publicado libros como Rusia y sus imperios 1894-1991, El campesino en la historia rusa y soviética, La Perestroika y La gran controversia entre las Iglesias Católica y Ortodoxa, usó como base y punto de arranque su propia historia: fue bautizado al nacer en la iglesia católica, apostólica y romana, y ungido durante su juventud en la ortodoxa, desde esa historia personal cuenta la historia de todo un imperio y no deja de plantear los paralelismos con México.
En entrevista en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde presentó esta nueva obra junto con la edición conmemorativa de La Cristiada —su investigación sobre la Guerra Cristera en México, que igual fue una lucha popular por conservar su libertad religiosa y que en 2023 cumplirá 50 años de su publicación—, Jean Meyer plantea los puntos cardinales que aborda en Historia religiosa de Rusia y sus imperios, una historia plagada de hechos simbólicos, de pequeñas y grandes batallas de los hombres y mujeres de fe que lucharon por sobreponer su espiritualidad al yugo del autoritarismo.
¿Rusia es más que Rusia, y es muchos imperios con diversas religiones?
Rusia entra a la historia sin ese nombre, hasta el siglo XVII todavía era la gran Moscovia. Realmente se habla de Rusia a partir de Pedro El Grande, quien abandona el título de zar y toma el occidental romano de emperador, pero desde el siglo XVI en Moscú los príncipes empiezan a tener una mentalidad imperial al considerarse herederos del imperio romano de oriente, de Constantinopla. Hoy nadie dice Constantinopla, Bizancio o Patriarcado, pero hasta la fecha hay un patriarcado de Constantinopla y la idea imperial no se confunde, pero se fusiona, se alía con la ortodoxia, con esa variante eclesiástica del cristianismo. El resultado de la expansión es que por primera vez en la historia nos permite ver que hay un régimen político que tiene una ideología violentamente antirreligiosa que considera que no se puede construir la sociedad, socialista, primero, comunista después, con el pasado, y al borrar todo el pasado, la primera que debe desaparecer es la religión, todas las religiones.
¿La historia de Rusia está compenetrada por sus religiones y sus iglesias?
Así es desde que Rusia entra a la historia. De tal manera que podemos decir que la ortodoxia ha engendrado a Rusia y ha marcado a Rusia, la mentalidad y la identidad. Antes de que se hable de nación rusa existe una identidad, de la misma manera de que antes de que se hable del nacionalismo revolucionario mexicano, ya hay una identidad mexicana.
Evidentemente, en el caso del imperio ruso el cristianismo en su versión ortodoxa y la iglesia ortodoxa era la de la mayoría de los habitantes del imperio, pero a su lado había una importante población musulmana desde el siglo XVI, desde que Iván El Terrible conquistó Kazán, en el corazón de Rusia, pues desde entonces en el corazón de la Federación de Rusia hay grupos de musulmanes, que fueron leales sujetos de los emperadores. Y luego había una muy importante comunidad judía que era el resultado de la expansión del imperio.
¿Es un territorio diverso en lo religioso y por ello conflictivo?
El imperio, como todos los imperios, es multiétnico, multirreligioso, multilingüístico, la unidad es el emperador, es el zar y no se plantea en términos de nacionalidad. Cuando Lenin le declara la guerra a la religión, su instrumento, su brazo es Trotsky. Como Trotsky ha sido una víctima de Stalin y fue asesinado en México, tenemos todos una ligera simpatía o indulgencia con Trotsky, pero Trotsky en el poder hubiera sido igual de duro y de cruel que Stalin y lo demostró en dos ocasiones. A él le tocó aplastar el levantamiento de los marineros rojos, de Kronstadt, que fueron la punta de lanza de la revolución bolchevique; luego a Trotsky le tocó la primera gran ofensiva contra la iglesia ortodoxa. En la carta de Lenin a sus compañeros dirigentes, que fue secreta hasta 1970, donde Lenin define la ofensiva, dice: “El encargado de las operaciones va a ser Trotsky, pero su nombre no debe aparecer nunca, porque como Trotsky es judío y van a decir que es una venganza de los judíos contra los cristianos, y no se trata de eso, se trata de acabar con la religión”.
¿Ha habido muchas muertes por acabar con las iglesias?
La cristiandad de la Unión Soviética ha sufrido una persecución que, en sus dimensiones, estamos hablando de que la iglesia ortodoxa de Rusia tiene 200 mil mártires de los cuales casi 50 mil sacerdotes, monjas, diáconos, 220 obispos. Comparando, yo en La Cristiada hablo de persecución religiosa y señalo que cuando Calles mandó arrestar a los obispos los metió en el Pullman, no en carro de tercera, y los mandó a Estados Unidos, y en la Cristiada, de 1914 a 1938 fueron 90 sacerdotes asesinos, incluido el padre Pro; entonces, sí, tenemos nuestros mártires, pero en la Unión Soviética, la persecución ya no tan asesina, pero muy eficiente, duró hasta la Perestroika, todavía Gorbachov repite el run-run de que “la lucha contra la religión ha sido insuficiente, hay que mejorar los métodos, hay que ponerle más energía”. Ya después ya cambia de parecer.
La dimensión del martirologio ortodoxo es una cosa espeluznante. Los católicos y protestantes, si no son rusos, no saben eso, no hemos tomado conciencia y es algo que ha marcado mucho. Cuando la iglesia ortodoxa a partir de la Perestroika se reconstruye, canoniza, beatífica una gran cantidad de mártires. Hay una obra en más de seis volúmenes que es nada más una lista con una breve semblanza de todas las víctimas.
Como en todos los países, en el seno de la comunidad religiosa ortodoxa, hay una derecha, una izquierda, hay un centro, hay gente ultra conservadora tan reaccionaria que volvieron a caer en el viejo antisemitismo, y una minoría que podríamos decir liberal, abierta al mundo, que quiere el diálogo con las otras iglesias cristianas, y que parecía que tenía el viento en popa a la hora de la Perestroika y de la desaparición de la URSS, pero que ahora con la alianza entre el patriarcado y el presidente Putin ha sido totalmente aniquilada.
¿En el momento que vivimos es necesario acudir al estudio de las religiones para entender?
Desde luego, hace falta para entender la situación actual de Rusia, igual que un estudioso que quiera conocer a México, si no toma en cuenta el factor religioso, no entiende México. La derrota del ala liberal de la ortodoxia no está en mi libro porque mi libro termina en 1991, termina con la Unión Soviética “cuando todo es posible”. Yo escribía eso hace un año y ya había empezado a trabajar en el siguiente libro que va a ser Historia religiosa de Rusia y sus imperios 1991-2022, 30 años, pero tan ricos, sorprendentes y agitados que bien valía la pena otro libro. Este libro termina casi con un cántico de esperanza, el otro va a ser la historia de una tragedia.
¿Qué vino después de ese momento de esperanza? ¿En qué estamos?
Llegamos a la guerra de Ucrania y a un patriarca vil que bendice la guerra y que dice que los que mueren en la guerra irán al paraíso, que los que están luchando contra el malo, que representa la Ucrania ortodoxa y los hermanos ortodoxos de Ucrania, se irán al cielo.
¿Y es en nombre de la identidad religiosa?
Una forma religiosa termina siendo consciente o mejor dicho inconscientemente el molde que forma una nación y en la cual se mete la nación. Yo no sé de escultura, pero recuerdo vagamente lo que nos decían los maestros de los bronces: se hace el molde, se vacía el metal, y después se rompe el molde. Entonces puede desaparecer la religión, puede desaparecer la forma institucional de iglesia o sinagoga o templo budista o lo que sea, pero ese molde ha formado algo y ese algo es México, es Rusia.
¿Religión y política, está en Rusia y en México, en La Cristiada, su libro que cumple 50 años?
La edición conmemorativa por los 50 de publicación de La Cristiada, es un regalo muy bonito de la resurrección de Siglo XXI. Escribí un texto de para esta edición en la que cuento cómo fueron muy escasos los memorialistas que escribieron sobre la Cristiada durante medio siglo; que en 1965, cuando llegué a México, encontré cerrados los archivos de la Iglesia y del Estado. Esta obra fue fundamental para México, pero también fundamental en mi vida, es lo que me ha hecho mexicano y aquí estoy 50 años después. Para La Cristiada fueron cinco años de trabajo de investigación y dos para la redacción.
¿Y lo enraizó a México?
Luego de escribir mi tesis que se publicó después en México, hice amistades de por vida, encontré a mi mujer y ya aquí estamos todos, binacionales, biculturales, pero en esto.
¿Ha estado 50 años analizando México?
Realmente llegué a México hace 60 años, yo tenía 20 años y voy a cumplir 81 en febrero, así que en México he estado toda la vida.
FOTO: Jean Meyer, quien también es autor de Estrella y Cruz: la conciliación judeo-cristiana, 1926-1965 (Penguin Random House, 2016)/ GERMÁN ESPINOSA/EL UNIVERSAL
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