Ryusuke Hamaguchi y el vínculo dual

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En La ruleta de la fortuna y la fantasía, tres historias constituyen esta cinta caracterizada por las pasiones amorosas, que azarosamente son sustituidas por juegos de engaño y manipulación, dejando en evidencia la frustración vital de los personajes

 

POR JORGE AYALA BLANCO
En La ruleta de la fortuna y la fantasía (Guzen to sozo, Japón, 2021), imprevisible filme 9 del autor total nipón de culto intempestivo a los 43 años Ryusuke Hamaguchi (Asako 1 y 2 18, Drive My Car 21), se escalonan tres episodios autónomos: en “Magia (o algo menos certero)”, la resentida fotomodelo solitaria Meiko (Kotone Furukawa) escucha confidencialmente de su hermosa colega Tsugami (Hyunri) el relato del mágico principio de una relación amorosa de ella con un atractivo galán que de inmediato la atenta mujer identifica con su expareja Kazuaki (Ayumu Nakajima) y, tras dejar a la otra en su casa, de inmediato hace que el taxi nocturno dé media vuelta y la lleve a la oficina del varón, para demostrarle con gran habilidad verbal a éste que al cabo de dos años no la ha olvidado ni puede vivir sin ella, cosa que se pondrá de manifiesto en un café donde tres días después coincide el trío en discordia, para acelerar o no la posible ruptura de la frágil pareja aún en ciernes; en “La puerta abierta”, la liberal madre de familia todavía estudiante guapa Nao (Katsuki Mori) cede a las manipulaciones de su expulsado amigo con derechos Sasaki (Kiyohiko Shibukawa) para erigirse en instrumento de venganza contra el severo profesor universitario Sagawa (Shouma Kai) que desgració su carrera y acaba de ganar con una novela el prestigioso premio Akutagawa, pero ya ante el profe y leyéndole para seducirlo un excitante pasaje erótico-genital de su propia obra galardonada, el hombre permanece incólume a la seducción manteniendo la puerta abierta de su cubículo, pero aceptando que se masturbará con la grabación en celular que la mujer usaría para provocar el escándalo, un escándalo que de cualquier manera se producirá cuando el e-mail de ella llegue por error a la secretaría académica, el profe pierda su empleo y Nao enfrente el divorcio, tal como cínicamente reconocerán cinco años después la ahora correctora literaria Nao y el exmanipulador editor reacio a la lectura Sasaki al reencontrarse como extraños en un vagón de metro; y en “Una vez más”, la frustrada lesbiana solitaria Natsuko (Fusaku Urabe) cree identificar como su gran amiga de la secundaria cursada dos décadas atrás a la frustrada madre ama de casa Aya (Aoba Kawai), quien cede al espejismo amistoso y la invita a su majestuosa casa, pero pronto se darán cuenta las dos que se han equivocado en la identificación mutua y son unas perfectas desconocidas, aunque extrañamente unidas, de común acuerdo juegan a interpretar por turno, los roles deseados por la otra, la señora encarnando el papel del perdido gran amor jamás superado (una tal Nana) por la chava masculina y ésta asumiendo el rol de la adorada compañera de piano (una tal Maka) de la otra, por turno, y ya sin poder separarse a la hora de tener que hacerlo en una ultramoderna estación del metro suburbano, fortaleciendo sin querer queriendo, también ellas como los héroes y las heroínas de las demás historias del film, su ahora más poderoso e irrompible vínculo dual.

 

 

El vínculo dual renueva la clásica crueldad sarcástica de la más antigua comedia dramática romántica, reciclando, transformando y sustituyendo los juegos del amor y del azar por los juegos del engaño/autoengaño y la frustración vital ineluctable, los malditos inevitables juegos malabares de la condena y lo nunca bastante y felizmente vivido, la crueldad autodestructiva del triángulo galante involuntario, la crueldad arrasante de la expansiva seducción fallida, la crueldad positiva del simulacro de reencuentro a base de malentendidos sobre malentendidos, los juegos aleatorios casi pirotécnicos de la fortuna y la fantasía, la mala fortuna aglomerada y la gran fantasía borgeanamente bifurcada que permite a la retorcida Meiko lógicamente atrapada en su propia red para vivir dos veces la derrota de su reconquista imposible y la fantasía de la escandalosa trampa seductora que de cualquier manera se produce por culpa de un error de envío digital, los juegos amorosos sujetos a un aquí invocado fenómeno de xeron (cierto virus informático que envía un mensaje a todos los contactos anteriores del usuario), el juego virulento que actúa sin lograr disipar los engaños y fintas del pasado y del presente, la experiencia lúdica que nunca conseguirá levar el ancla que fija e inmoviliza a los seres humanos en la primera relación amorosa inamovible.

 

El vínculo dual coloca a la palabra en el puesto de mando, como en todas las obras anteriores y posteriores del realizador, la dualidad de las palabras que sugieren muchísimo más de lo que dicen e insinúan, las palabras que denotan menos de lo que connotan y ocultan, las palabras que guían la comunicación a muchos más niveles de los racionalmente controlables, las palabras vectoras y rectoras del enfrentamiento de actores no profesionales improvisando diálogos e improvisando para expresar lo que ningún intérprete disciplinado ni guion prefabricado alcanzarían (algo que se documentará formidable y chejoviamente en Drive My Car hasta con actores mudos), las palabras que rivalizan con la transparencia y el equilibrio de la tenue fotografía de Yukiko Iioka y hasta con el idiosincrático vestuario de Fuminori Usui, las palabras que vehiculan sentidos y generan placeres dentro de la retórica de la simplicidad del maestro sudcoreano Hong sang-soo (Justo ahora, mal entonces 15), revelando los secretos mejor guardados.

 

 

El vínculo dual se encomienda a la malicia y la perversidad de las personalidades aviesas y crasamente tóxicas hasta para ellas mismas, la fotomodelo disruptora de cualquier magia sentimental, el profesor literato y los discípulos ajenos a las propias vivencias implicadas en sus discursos verbales, y las cuarentonas con opciones vitales equivocadas que se alían en el recuerdo perpetuado de sus opciones desperdiciadas por reticencia abstinente.

 

Y el vínculo dual hace de la duplicidad la motivación demoníaca de los actos y del movimiento mismo de las almas.

 

FOTO: La película ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cine de Berlín 2021/ Especial

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