Sábado, el destape erótico

Ene 20 • Conexiones, destacamos, principales • 6737 Views • No hay comentarios en Sábado, el destape erótico

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Serio filósofo del erotismo, el editor recuerda cómo las páginas de este suplemento se abrieron a las diferentes expresiones sexuales, aun contra los reclamos de algunas mentes puritanas

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POR HUBERTO BATIS

El suplemento sábado del unomásuno me dio muchas satisfacciones y la oportunidad de presentar temas que no se podían tratar en esos años. Uno de ellos fue El Diván. Debo decir que hubo antecedentes en la prensa erótica de esa época. Uno de ellos era una sección que aparecía en la revista Vea, una revista “para caballeros” que estaba de moda. Ahí aparecían fotografías de mujeres recostadas en el sofá de la redacción. Pero detrás se veía una producción bien planeada. Lo nuestro fue más espontáneo. Ya he contado cómo todo surgió de una coincidencia, pues Claudia Hernández de Valle Arizpe estaba de visita, venía con una minifalda y cuando llegué la vi leyendo el suplemento muy coquetona con la pierna cruzada y le tomé una foto. Después tuvimos la ocurrencia de publicarla con el título Quess who? Luego, todo se salió de control.

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Todo mundo quería salir retratado en El Diván, no sólo poetas aparecieron ahí como Carmen Boullosa, Verónica Volkow, Silvia Tomasa Rivera, sino escritores como Arturo Azuela, Fernando Tola de Habich, Raymundo Ramos, Emmanuel Carballo, Alejandro Aura, y muchos otros.

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Empezaron a publicarse relatos eróticos y El Diván se convirtió en un imán candente. Esto tuvo mucho éxito entre los lectores, que empezaron a mandar cartas de todo el país. Algunas de ellas se convirtieron en aventuras notables. Una vez me avisaron de la recepción del periódico que venía a buscarme un señor. Cuando lo atendí me dijo: “El Diván me excita, cuando nos llega el periódico a la casa, me aviento el mañanero con mi esposa a toda madre”. Pero esto sólo les había funcionado un tiempo porque después su esposa se puso celosa de las mujeres que aparecían en El Diván. El señor sólo venía a hacerme una petición. Quería que su mujer fuera retratada en el diván. Accedí. Cuando ella llegó, venía sólo con un abrigo. Se descubrió y abajo tenía un baby doll. Por lo que vi, eran grandes lectores y en agradecimiento les dediqué una sesión de fotos. Las mandé a revelar de urgencia, se las regalé para su uso privado y se fueron muy contentos.

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Pero así como había lectores muy entusiastas con El Diván, también cosechamos detractores. Hubo algunos divanes que escandalizaron a muchos pacatos. El que causó más irritación fue uno en el que retratamos a unas muchachitas que eran estudiantes de la UNAM. Aparecían dándose un beso. Algunas feministas también se quejaron. Decían que esa sección era reflejo de mi “mente pútrida”. El dibujante Alberto Beltrán, subdirector del periódico El Día decía en referencia a nosotros que “los asquerosos” intelectuales habían metido la pornografía a la cultura.

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No tardaron en aparecer las cartas desde la Secretaría de Gobernación. Nos decían que la ley prohíbe la publicación de excesos sexuales. Esto lo hacían en referencia a Denisse, un cartón que publicaba Eko, en el que aparecían desnudos con picos, anzuelos, látigos… Fernando Benítez todavía era director del suplemento. La respuesta fue contundente y elegante. En el siguiente número publicamos un detalle de El juicio final, el fresco que Miguel Ángel pintó en la Capilla Sixtina. Ahí aparece un personaje metiéndole el puño en el culo a otro. Por título le pusimos “La censura”. No insistieron.

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Con el tiempo se fue cotizando esta sección y empezaron a acercarse mujeres de la farándula, como Edith González, Patty Manterola, Meche Carreño, Biby Gaytán o Tatiana Woolrich, la novia del Mundial. Una divanesa célebre fue Mónica Linarte, que ya está en el cielo. A ella le llegué a tomar como 500 fotos que aún conservo.

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Biby Gaytán causó sensación entre los escritores. Por su causa vimos un fenómeno pocas veces visto: los poetas empezaron a dedicarle poemas a una estrella de la farándula. El último que había hecho ese numerito fue Rubén Bonifaz Nuño cuando escribió Pulsera para Lucía Méndez. Pero lo que hizo el poeta tapatío Jorge Esquinca también es de antología. Cuentan que cuando llegó al aeropuerto de Villahermosa, se bajó del avión y lo primero que hizo fue besar el suelo, como hizo el papa Juan Pablo II en su primera visita a México. Le preguntaron si era muy católico y Esquinca respondió: “No, es que aquí nació Biby Gaitán”. A los poetas no se les da la precisión y se metieron a un terreno que conozco muy bien. Ella nació en Tapachula. Podríamos decir que soy doctor en Bibygaytanología.

Huberto Batis posa al lado de un cromo con la imagen de la actriz y cantante Biby Gaytán. /Cortesía: Huberto Batis

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Todas estas experiencias me llevaron a reflexionar sobre el erotismo. Hay quienes no tienen la claridad suficiente para distinguir entre erotismo y pornografía. Para mí –y esto es una percepción que me formé entre los 15 y 20 años de edad, etapa en la que viví enclaustrado en la Compañía de Jesús– el erotismo está estrechamente relacionado con la mística. Tenemos muchos ejemplos, como San Juan de la Cruz y el Cantar de los Cantares. El mundo vive en una especie de patología con todo lo que esté relacionado con el Eros, algo que no existía en el mundo antiguo. Eros es una manifestación divina relacionada con la mística. El Eros del que hablan Aristóteles y Platón, al que han pintado los grandes artistas, no tiene nada que ver con lo enfermo, es una vía mística, una vía corta de acceso al Paraíso.

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Algo que deben entender los puritanos es que la pornografía no es más que la sexualidad mezclada con el dinero; en cuanto las imágenes sexuales se convierten en un negocio, se vuelven deleznables, mezquinas, sucias. Para todo lo demás, tenemos al Eros.

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FOTO: El Diván, sección erótica del suplemento sábado, tiene antecedentes en las revistas “para caballeros” de los años 70 y 80. / Norma Patiño

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