“Trato de escribir sobre el momento que vivimos”
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El escritor británico Salman Rushdie participó en el Festival Puerto de Ideas, en Chile, donde habló acerca de su nueva novela, Quijote, y el mundo dividido de la era de Donald Trump. Además repara en la escritura de la pieza dramática que escribió tras contraer coronavirus
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POR ROBERTO CAREAGA C.
“La llegada fue surrealista. Una pesadilla”, recuerda Salman Rushdie sobre el día en que aterrizó en Chile, el 17 de noviembre de 1995. Después de años escondido del mundo por la condena a muerte que le impuso el ayatola Jomeini por su novela Los versos satánicos, el escritor empezó a verse en público cada vez más y aceptó una invitación para participar en la Feria Internacional del Libro de Santiago. Pero una vez que puso un pie en Santiago, toda la organización de seguridad planeada se desbarató: Rushdie terminó en un hotel de Carabineros férreamente custodiado e incomunicado. Las autoridades querían evitar cualquier atentado. No fue a la feria, pero el Centro de Estudios Públicos, con Arturo Fontaine a la cabeza, acogieron la conferencia que había planeado y luego lo pasearon por la ciudad y, entre otros lugares, lo llevaron a un almuerzo a la Viña Concha y Toro, que Rushdie no olvida. “Terminó siendo un gran viaje”, dice desde Nueva York.
Rushdie iba a volver a Chile este año, pero la pandemia lo hizo imposible: el escritor sería parte del Festival Puerto de Ideas, en el que de todas formas participó a través de una conversación online con el mismo Fontaine. “Es un viaje pendiente”, insistió el escritor a través de un contacto por Zoom, un día en el que estaba especialmente animado: esa mañana –la del 6 de noviembre– se consolidaba la victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. “Hoy comienza el fin de esta pesadilla. Han sido los peores años de mi vida en América y yo ya he estado aquí por casi 20 años. Ha sido un tiempo muy oscuro, Trump va a luchar como loco, pero está perdido”, sostuvo.
Nacido en Bombay, en 1947, Rushdie llegó de adolescente a Londres y allá desarrolló una carrera como escritor con novelas insignes, como Hijos de la medianoche (1981, Premio Booker) y Los versos satánicos (1988). La fatwa que le impuso el ayatola Jomeini fue una maldición que lo condenó a vivir durante años en silencio y escondido, pero a la vez lo convirtió en un símbolo de la libertad de expresión y en una rara celebridad literaria internacional. Aún lo es. Pero también es como todo el mundo: en marzo enfermó de covid-19. “Me tomó un mes retomar la energía”, cuenta. Y lo consiguió: escribió una obra de teatro sobre Helena de Troya. “A los 73 años acabo de escribir mi primera obra. Es el momento más estúpido para hacerlo, pies todos los teatros están cerrados”, dice.
Los clásicos vienen rondando a Rushdie hace años y su última novela es un homenaje a El Quijote, de Miguel de Cervantes. Se llama precisamente Quijote y es la historia de un vendedor viajero sin mucho futuro, que un día decide cambiar su nombre por el personaje clásico, se inventa a un hijo de fantasía y sale a recorrer Estados Unidos para buscar a su Dulcinea, que es una presentadora de televisión. Mientras avanza por las carreteras, Rushdie introduce otra trama: cuenta la historia de Sam Duchamp, el autor que está escribiendo la novela de ese vendedor viajero loco. “Tenía la idea de escribir un libro de no ficción: viajar por Estados Unidos y tratar de captar el ánimo del país. Pero luego leí de nuevo El Quijote y no quise privarme del placer de la imaginación”, dice el escritor.
¿Ese escritor del libro tiene algo que ver con usted?
Espero ser un mejor escritor que Sam Duchamp. Mi secreto es que siempre he querido ser un autor de novelas de espías. Siempre he querido escribir libros como El espía que vino del frío.
Si no escribe novelas de espías, ¿qué tipo de novelas escribe?
En los últimos diez años he tratado de abordar dos temas: el de Estados Unidos y tratar de escribir libros que hablen exactamente del momento que estamos viviendo. No se supone que hagas eso, sino que se supone que uno debe escribir sobre un tema después de un tiempo, cuando logres tener la suficiente perspectiva. Escribir sobre el día de hoy es muy difícil si quieres que no sea irrelevante mañana. En las últimas tres novelas intenté varias formas de acercarme a estos temas, América y el presente. En Dos años, ocho meses y veintiocho noches lo hice en un estilo de cuento de hadas, mientras que La decadencia de Nerón Golden es una novela realista. Y en Quijote traté de usar todas las técnicas literarias que existen y avanzar en 15 direcciones a la vez.
¿Esta es una novela sobre la era Trump?
No diría eso. La palabra Trump no aparece en el libro. Pero sí es sobre este momento en este país. Aunque no sólo sobre este país, ya que hay una parte sustancial del libro que sucede en Londres. Quería decir en el libro que este es un tiempo de mucha división: la gente está cada vez más hostil entre sí. Gran Bretaña está en una gran división a raíz de la votación del Brexit. En Estados Unidos, como vemos en esta elección, hay 78 millones de personas en un lado y 72 millones en el otro. Quería escribir sobre eso, pero a la vez Estados Unidos es un país tan grande, tan interesante, muchas veces tan disfrutable, tan hermoso… Mis dos novelas previas estaban ambientadas casi completamente en Nueva York, pero ya sabía que tenía que salir de la ciudad. Después de 20 años aquí, creo que ya puedo intentar abordar una suerte de panorámica de Estados Unidos.
En la novela habla de diferentes eras: “antes de Google” y “Después de Google”. ¿Cómo es el mundo después de Google?
Hay mucho de este nuevo mundo que es fenomenal, en muchas formas, este es un regalo para todos. Pero tiene un lado muy oscuro y estamos en peligro de que se salga de control. Las redes sociales pueden usarse como una suerte de mafia, en la que se pueden hacer ataques que parecen linchamientos y degradaciones públicas. En segundo lugar, el límite entre la verdad y la mentira se hace cada vez más borroso. Y en cierta forma, ese es el corazón de la novela Quijote: un hombre volviéndose loco porque ya no tiene la capacidad de distinguir la verdad de la mentira. Y creo que como sociedad, como mundo, estamos en peligro de volvernos locos de esa misma forma.
Pero la literatura se mueve en ese límite difuso entre la verdad y la mentira.
OK, vale. Mi defensa es que la ficción y las mentiras no son lo mismo, sino lo opuesto. El arte es sobre la verdad. Lo que la literatura intenta hacer es contar la verdad sobre los seres humanos. Recuerdo un artículo de Margaret Atwood en el que distinguía las mentiras de la ficción: mientras la ficción te lleva a la comprensión del mundo, la mentira te aleja. Odio decir que la literatura tiene un propósito, su único sentido es que sea hermosa y disfrutable, pero en momentos como este tiene cierta validez social. Lo que pasa en el acto de leer un libro, especialmente cuando lo disfrutas, es que haces un contrato con el autor y reconstruyen la realidad juntos.
Para usted la literatura no siempre ha sido una experiencia bella, sino que fue una experiencia radical, en que estuvo en juego su vida. ¿Cómo lo marcó?
Fue un momento difícil, pero a la vez fue muy educativo: me hizo sentir aún más pasión por la importancia del arte de la literatura. Y por la importancia de defender a quienes trabajan con la literatura. Vivimos en una época en la que hay gente que quiere callar la conversación o poner límites a lo que es posible decir. Y yo soy una persona muy obstinada, si alguien trata de callarme voy a hacer justamente lo contrario.
FOTO: Salman Rushdie en una biblioteca de la ciudad austriaca de Heidenreichstein en 2007./ EFE